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Supongo que ya todos habrán oído hablar de mi hermano Eros, el inmortal dios encargado de traer alegría y calor a los corazones de la gente, el favorito de todos, cuyo cumpleaños se celebra aún hoy alrededor del mundo entero. Sin embargo cuando los mortales cuentan su historia suelen olvidarse de un pequeñísimo detalle: Yo, que lejos de parecer un querubín fui la vergüenza de mis padres por miles de años. Ambos llegamos al mundo exactamente el mismo día con solo un minuto de diferencia entre nosotros, pero mientras él fue agraciado por las fuerzas del universo, yo fui quien debió aceptar un lugar entre las sombras y ocuparme de arreglar sus errores.

Paso a presentarme, soy Eneas, el causante de los velorios vacíos, las familias rotas y más suicidios adolescentes de los que soy capaz de contar. Aunque también se me adjudican los éxitos personales, la independencia y la ambición, cosas que el mundo moderno ha dictaminado como características negativas de alguna manera. No es algo que me moleste, más de uno de esos críticos desearía contar con mi ayuda, pero se conforman con los aparentes beneficios que les otorga el bufón de mi hermano. 

Destinados a reencarnar eternamente para no olvidar la importancia de nuestra labor en el balance de las energías, esta vez nuestra locación se encontraba en mis manos y me decanté por un país europeo poco reconocido llamado Filux, de cuyos paisajes he escuchado maravillas durante muchas décadas. Nos hallamos en medio de nuestro último año de secundaria en esta mundana existencia y no podía esperar a que terminara para volver a ser completamente libre una vez más. Eros es toda una estrella que se alimenta de los halagos de un montón de lamesuelas, como de costumbre, y yo sólo deseo que el profesor de matemáticas no me llame la atención por dormirme en su clase, otra vez.

Él suele ser quien más goza de nuestros años de juventud, es cuando puede utilizar sus poderes con más libertad y andar con quienes le plazca culpando a los caprichos de la edad. En mi opinión la adolescencia no es más que el último obstáculo para alcanzar el verdadero potencial de cada individuo, hay horarios que cumplir, normas que seguir y gente a la que obedecer. Una vez que cumples la mayoría de edad todo eso se esfuma, con un poco de cuidado ni siquiera las leyes, esa suerte de límites que los humanos intentaron instaurarse a sí mismos, son un problema. 

—¡Forelsket! ¿Puede decirme qué fue lo último que vimos? —Los gritos del hombre me devolvieron al aula, donde los ojos de más de veinte personas, algunas de las cuales intentaban contener la risa, estaban fijados sobre mí.  

—Algo sobre el logaritmo natural. —Bostecé. Ya había tomado esa lección más de cincuenta veces desde que Alex Hack había descubierto la dichosa fórmula, y estoy muy seguro de que podría explicar el tema muchísimo mejor que aquel calvo que me observaba con sorpresa desde el frente de la habitación. 

Los profesores no podían enojarse conmigo, siempre tenía la respuesta que estaban esperando que no supiera, pero algunos como el señor Ronseld seguían tratando de atraparme con la guardia baja. Ellos, al igual que todos los que nos conocían a ambos, aprovechaban cada una de las oportunidades que se les presentaban para compararme con mi hermano, uno de sus alumnos favoritos, cómo no. Había llegado a la conclusión que Zachary, como se hacía llamar cuando estábamos en la Tierra, disfrutaba actuar como si jamás en la vida hubiera visto el universo para que alguna pobre alma se acercara a explicárselo y se dejara cautivar por sus encantos. Fanfarrón. 

—Gran escapada, Phoenix. —Me codeó mi compañero de banco, Parker, levantando las cejas en forma aprobatoria y utilizando mi nombre humano, el cual me gustaba mucho más que el que me había sido otorgado por mi madre—¿Cuál es tu secreto? —preguntó con una sonrisa bromista—. Y no me vengas con que realmente estás prestándole atención al viejo, te la pasas babeando sobre tus hojas.

Podría decirse que esa pared de músculos con acento español que se escondía debajo de una campera extra grande era mi mejor amigo de turno, o mi proyecto más reciente, lo que el espectador decida.

Anticupido [ANTI 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora