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Estuve todo el fin de semana encerrado en la habitación de Parker contra mi voluntad, cada vez que me acercaba a la puerta, incluso si era para entregarle a Dora los platos sucios, me observaba con sus brillantes ojos de cachorrito enrojecidos por la falta de sueño y alguna que otra lágrima que había derramado. Yo no estaba preparado para pasar allí más que unas horas, se suponía que iba a arreglarlo y que pasaríamos el sábado corriendo por la playa desde el amanecer hasta que nos sintiéramos incapaces de dar un paso más para ponerlo en forma nuevamente antes de su siguiente partido, pero no pude. A duras penas sí conseguí que se bañara.

—¿Qué quieres ver ahora? —pregunté bajando la computadora de mi regazo al suelo, si íbamos a mirar una quinta película necesitaba estirar las piernas. 

Bueno, quizás decir que “vimos” todas esas nefastas producciones de Hollywood era exagerar. 

Había visto las imágenes pasar y oído el murmullo de las voces de los actores mientras mi cabeza trabajaba en buscar una excusa que pusiera en movimiento al mastodonte adormecido que tenía a mi izquierda. No estaba seguro de que él suṕiera de qué trataba ninguna de ellas, salvo por las escenas en las que, sin falta, cada una de las parejas había terminado y luego cada uno tenía una ola de recuerdos de sus tiempos felices, pequeños momentos sin sentido, con música lenta de fondo, media hora después todo se solucionaba gracias al “amor verdadero” que había nacido en sus breves encuentros durante un mes y medio. Esas escenas aceleraban su respiración y tensaban sus músculos dolorosamente, y sin embargo se negaba a cambiar de temática. Era como si quisiera sufrir.

Sentimientos humanos. Suspiré. Atrofian la capacidad del cerebro para usar la lógica. Y el amor es el peor de todos ellos.

—A Caz —respondió en un susurro tumbándose de espaldas en la alfombra.

—No empieces otra vez. —Me eché un poco hacia atrás para que pudiera apreciar el fastidio en mi rostro—. Es una chica más, supérala de una maldita vez. —Le dí un corto golpe con las manos sobre el costado de su cuerpo—. Hubo muchas antes y habrá muchas después. No tiene nada de especial.

—Fue la única de la que no llegué a aburrirme, ni siquiera después de…

—Sí, sí, capto el mensaje. —Rodé los ojos, conocía a mi amigo muy bien como para saber que por lo general luego de quitarse la calentura algunas veces las chicas no le duraban demasiado tiempo—. Ya habrá otras así.

Espero que después de que obtenga su título universitario.

Negó con la cabeza.

—Hacía que me sintiera como algo más que una cara bonita, no solo esperaba a que me calle fingiendo interés como todas las demás, era casi como hablar contigo pero había tetas de por medio. 

Levanté un poco mi trasero, agarré entre mis manos el cojín en el que había estado sentado las últimas horas y lo coloqué a la altura del pecho bajo la camiseta que él me había prestado formando una ondulación.

—Problema solucionado —dije arrodillándome y moví las cejas de arriba a abajo—. Tócalas, mira, se sienten casi reales —agregué poniendo las manos de él sobre la zona como si fueran dos senos reales.

—Eres increíble. —Sonrió por primera vez desde mi llegada, no era su clásica sonrisa llena de confianza, pero era mejor que nada. Apretó con fuerza siguiéndome la broma. 

La tensión de los músculos de sus muñecas me hacía cosquillas en las palmas.

—¡Ay! ¡Parker! —Fingí un gemido— ¡Te aprovechas de mi nobleza! —Me llevé la mano a la frente de forma sobreactuada y entrecerré los ojos. 

Anticupido [ANTI 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora