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Llegamos a casa felices de poder separar nuestros caminos durante un rato, entre sus constantes acusaciones de haberla distraído a propósito para ganar y la hora pico, el viaje de ida había sido un infierno para mis nervios. Mi camisa había quedado hecha un desastre, y de su maquillaje tan espectacular solo permanecían algunas sombras corridas, por la cara que puso Eros cuando nos vio cruzar la puerta era obvio que creía que habíamos pasado la mayor parte de la tarde encerrados en la habitación de algún motel de la ciudad. Eso es lo que él hubiera hecho, y yo también si no estuviera forzado a seguir viendo a Yumiko, sin embargo no iba a ser quien le dijera que estaba equivocado.

Preparé un baño caliente y busqué un video cualquiera en una de esas páginas porno que me había enseñado Parker unos años atrás. Era admirable el esfuerzo que los humanos habían puesto en desarrollar esa área, en mi anterior vida creí que las cintas VHS serían lo más lejos que se atreverían a llegar, de haber hecho lo mismo con el resto de la tecnología no habrían tardado tanto en dominar la creación de escenarios virtuales que les permitieran buscar soluciones a las grandes pestes que los azotaban constantemente. Por lo general detestaba vagar por esa zona del internet, pero necesitaba desahogarme sin pensar en ninguna de las personas que conocía.

—¿Vas a acompañarnos a comer? —Tras unos suaves golpes en la puerta, la voz amortiguada de mi hermano me arruinó el momento justo cuando estaba por alcanzar el clímax. 

Por suerte esta vez le había puesto seguro.

—¡Piérdete! —grité frustrado. No estaba en un estado mental lo suficientemente claro como para buscar un buen insulto que decirle.

—Tomaré eso como un “no”, pero después no vengas a quejarte cuando tengas que prepararte algo tú mismo. 

Ya no tenía caso retomar todo desde donde lo había dejado, suspiré golpeando el agua que salpicó el suelo llenándolo de espuma. 

No me apetecía comer, ni usar pantalones, pero de todos modos me vi obligado a salir de la habitación hasta que la humedad del vapor se disipara o mi cabello se esponjaría, así que se me ocurrió que por lo menos podría tomar una manzana de la cocina y sentarme a ver la televisión mientras la cortaba en pedazos que pudiera tragar sin masticar demasiado. De una forma u otra iba a obligar a mi cabeza a apagarse por un tiempo y alejarse de las fantasías impuras que me generaba la imagen de Yumiko en su pijama. Parecía como si la hubiera ido a comprar a una tienda de lencería, y conociendo a su compañero de compras no me extrañaría que lo hubiera hecho.

Si cerraba los ojos podía verme a mí mismo quitándoselo con los dientes mientras la levantaba sobre la encimera y sostenía sus manos por encima de su cabeza. Sus labios abriéndose más y más con cada una de mis caricias hasta dejar escapar un vibrante sonido de placer que su testarudez le había obligado a contener hasta que le fue imposible. 

Traté de convencerme en que solo me parecía atractiva en ese momento porque sería capaz de conformarme con quien fuera, al igual que me pasaba con Parker. No era tan fácil para nosotros los dioses ignorar las urgencias sexuales una vez que estas se instalaban en nuestras mentes, esa era la razón por la que Zeus había llenado al mundo de sus hijos y por la que Dionisio se había ganado su fama de perro. Mientras más intentara evitarlas en lugar de enfrentarlas, peor sería para mí, y no podía permitirme tomar un descanso de mi trabajo ahora para buscar a alguien con quien acostarme. 

Vivir era agotador.

Vivir era agotador

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Anticupido [ANTI 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora