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—El karma es verdaderamente algo maravilloso. —Sonrió Eros abriendo la puerta con su ropa cómoda y seca un poco desarreglada. 

—Cierra la boca —gruñí entre dientes mientras pasaba por su lado y era golpeado por el fuerte cambio de aire causado por la calefacción del departamento—. Solo quiero dormir y olvidar que este día ocurrió.

—¿Podrías entonces mantener tus malas vibras en la habitación? —preguntó en un susurro, colocando el pestillo—. Marcus y Lía están en la cocina preparando unas pizzas, creo que hoy es el día.

Mi hermano tenía maneras muy particulares de cumplir con su trabajo, ellos eran su pareja del trimestre. No estaba realmente atado a ellos, todo el mundo sabía que no podían mantenerlo en una relación exclusiva o terminaría ahogándose, pero disfrutaba experimentar con más de un proyecto a la vez. Por lo general, encontraba a dos personas que fueran compatibles, y se las arreglaba para salir con ellas durante un par de meses, cuando notaba que ellos se comenzaban a gustar más entre sí, los dejaba para que pudieran explorar su relación sin ayuda. Marcus y Lía habían sido una de sus combinaciones más alocadas de la vida, él era un matléta y ella la hija de un entrenador de tenis, sus horarios casi nunca coincidían, las probabilidades de que se hubieran conocido por su cuenta eran muy pequeñas.

—Por fin, sus videollamadas nocturnas hacen que me duela la cabeza.

Suspiró.

—¡Zach! ¿Quieres que le pongamos espinacas a la tuya? —La chillona voz de la muchacha nos llegó desde detrás de la ventana que separaba la sala de la cocina— ¡Oh! Hola, Phoenix, creí que eran los del supermercado, nos quedamos sin harina para el postre. —Reparó en mi existencia por un breve instante y luego escuché como su novio la nalgueaba con el repasador, causando que soltara una risita como las de las niñas de las series adolescentes mal actuadas, y perdiera por completo la concentración.

—Bueno, al menos ahora tienes una excusa para apresurar las cosas. —Palmeé su hombro, parte de mí esperaba que esto no fuera algo sencillo para él, aunque se veía poco conmovido—. No te recomiendo que aceptes las verduras, ocuparé el baño al menos hasta las doce, tengo que lavar ropa.

Me encogí de hombros y me dispuse a adentrarme en las oscuras profundidades del cuarto, que para mi sorpresa estaba bañado por el brillo rojo de las luces led. Solté una catarata de insultos al aire. No había peor forma de malinterpretar a mi hermano. Quería coger con ellos, no abandonarlos a su suerte, y ni siquiera había pensado en mandarme un mensaje antes de que llegara a casa. Cada vez que lograba generar la más mínima pizca de empatía por él, algo sucedía que me demostraba que no valía la pena gastar energía en eso.

Había dejado la caja de preservativos sobre su cama, me vi tentado a pincharlos en venganza. Pero me detuve al pensar que el universo no necesitaba veinte semidioses nuevos que podrían delatar nuestro secreto, mucho menos unos que fueran las copias de Eros. En su lugar escurrí toda el agua de lluvia que aún conservaba en mis prendas sobre su almohada y le di la vuelta, con suerte agarraría olor a humedad mientras me duchaba.

 En su lugar escurrí toda el agua de lluvia que aún conservaba en mis prendas sobre su almohada y le di la vuelta, con suerte agarraría olor a humedad mientras me duchaba

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Anticupido [ANTI 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora