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La misión fue un éxito en ambos frentes, Yumiko no era tan inútil como yo había pensado en un principio ni se merecía el poco crédito que se daba, no tenía ni idea de qué era lo que le había dicho a Cassandra, pero fue mucho más efectivo de lo que esperaba. Incluso ella vino a pedirme perdón a mí, mencionó que las palabras de la asiática la habían alarmado en el baño del local y actuó con la cabeza caliente, pero que debía aprender a confiar más en mí. Supuse que mi charla con Parker había influido un poco en eso último. 

Pasamos las siguientes dos semanas sin hacer nuevos avances, simplemente nos dejamos llevar, y por idea de mi amigo los cuatro terminamos envueltos en un chat grupal para planificar próximas salidas y conocernos mejor. Por una vez no consideraba el no hacer nada como una pérdida de tiempo, sino como una inversión en el futuro. No existía mejor forma de desestabilizar a un enemigo que obligándolo a mostrarte sus facetas ocultas. Me di cuenta de que había enfrentado mal la situación, este no era un juego de naipes, sino uno de ajedrez.

Había logrado acostumbrarme a la presencia de Yumiko en la casa y ella parecía haberse instalado definitivamente con nosotros, sus cosas estaban regadas por toda la sala de estar, lo que desencadenaba varias discusiones en los escasos momentos en los que nuestros horarios coincidían. Yo no podía jactarme de ser el más ordenado del universo, pero había estándares que mantener, aunque no era como si pudiéramos ofrecerle su propio espacio. El asunto estaba congelado después de nuestra conversación en el arcade, no importaba cuantos insultos pudieran salir de su boca, seguía siendo una chica en una situación vulnerable. 

Esa era la razón por la que todavía me preocupaba que Eros se aprovechara de mis salidas para hacerla suya, él no conocía de límites, aunque era cierto que para nosotros las líneas solían difuminarse cuando realmente queríamos algo. Por eso buscaba excusas que me permitieran acercarme a olerla sin llamar la atención, pincharla había vuelto a quedar fuera de la ecuación luego de otro incidente con sus uñas causado por un cargador portátil. Sin embargo sabía que si él le había permitido sobrevivir tanto, aun estando a su lado, existía la posibilidad de que tampoco tuviera algo que llamara su atención.

O quizás por eso mismo es que no había hecho su movimiento.

“Sus emociones están muy revueltas”. A pesar de no poder verlas, confiaba en que estaba en lo correcto.

Hubo una noche en la que él salió con sus novios y teníamos el departamento para nosotros dos solos. Yo no tenía intenciones de salir de mi cuarto, por fin había conseguido un poco de paz mental y mi líbido me dio una tregua, pero a eso de las doce sentí a mi estómago quejarse, no iba a poder ignorarlo mucho más antes de que se volviera molesto. La comida de los mortales se parecía más a un juguete que a un alimento de verdad, no entendía por qué se empecinaban en ofrecérnosla como ofrenda, si usaran más el cerebro se darían cuenta de que no la necesitábamos y de que tenían cosas de mucho más valor que darnos. De todas formas, mientras tuviera que llevar uno de sus cuerpos y fingir funcionar a su ritmo, debía mantener un promedio de dos al día.

La muchacha estaba en la cocina, calentando algo en el microondas, al pasar junto a ella de camino al refrigerador un fuerte aroma a dulce escaló por mi nariz e hizo que me tensara, apretando una botella casi vacía de refresco que había tomado de encima de la mesa hasta deformarla. No existe trato de palabra que pueda superar a la magia, ya podía visualizarme teniendo que aceptar que Eros tuviera el control de todos a mi alrededor, cuando sonó el pitido que indicaba que su tiempo había acabado y sacó de dentro un gran tazón lleno de palomitas acarameladas. Dejé escapar un suspiro, inconsciente de que había estado reteniendo aire.

—¿Se te perdió algo? —Me preguntó volteando la cabeza con su clásica expresión de desprecio con la que me recibía cada vez que nos encontrábamos sin nadie más.

Anticupido [ANTI 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora