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Cuando Eros y yo nacimos, a cada uno le fue otorgado un don especial que le ayudaría a realizar su trabajo de la forma más sencilla posible. Según él, el suyo consistía en ver manchas de colores alrededor de los humanos que le indicaban qué era lo que estaban sintiendo en ese instante, un buen regalo, pero no mejor que el mío. Cuando mis ojos conectaban con los de la otra persona tenía un pantallazo de los caminos por lo que podría dirigirse su vida. Estos por lo general traían consigo reflejos del pasado, lo que me aseguraba que mis proyectos serían exitosos y que no estaba desperdiciando mis alfileres. Esto era lo único en lo que siempre opiné que el Olimpo me había favorecido.

En Filux no es muy complicado para un menor de edad pasar a un bar, por eso cuando vi que mi hermano solo se había preparado la cena para sí mismo decidí que era una buena idea visitar mi antro favorito, comer una hamburguesa y quizás tomar una cerveza. The Splat se hallaba al final de una de las calles del centro y entrar en él se asemejaba a lo que se siente un buen viaje ácido. Todo el lugar estaba bañado en luz ultravioleta, que servía para resaltar las manchas de pintura fluorescente que hay en las paredes y los muebles. Además los empleados fueron instruidos para utilizar un tono de voz que pueda confundirse con las vibraciones de los parlantes, así que debes prestarles mucha atención si quieres entenderles.

Era un buen ambiente para trabajar. La gente que lo frecuentaba era, por lo general, de clase alta e iba allí para descansar la mente en un espacio que le permitiera desinhibirse y ser ella misma. Muchos de ellos solían tomar decisiones que en el mundo exterior les costarían su reputación, como tener una aventura de una sola noche con alguien cualquiera en un baño público o en un reservado, porque sabían que la oscuridad escondería sus identidades y se tragaría sus pecados. La buena música y el sexo sin sentimientos me daban la oportunidad perfecta para pinchar a varios mortales antes del amanecer, no podía pedir nada mejor.

-Me estabas contando que estás aquí de vacaciones, y que tu barco zarpa mañana al mediodía ¿No es así?

Le entregué un vaso con gaseosa al muchacho pelirrojo con el que había estado hablando desde que llegué y lo dirigí hacia una de las mesas que se encontraban en el fondo. Él había intentado que ordenara unas margaritas, pero terminé convenciéndolo de que era muy temprano para comenzar a tomar y que así no llegaría ni a las dos de la mañana. No iba a coquetear con un borracho.

-Sí, es un crucero, en realidad, no íbamos a pasar por aquí, pero hubo un imprevisto y nos regalaron la noche. -Se encogió de hombros, era obvio que quería parecer como si no le importara nada, pero la tensión en sus músculos delataba sus nervios- ¿Y tú vives aquí todo el año?

-Por desgracia -Mojé mis labios en la bebida y luego los lamí sutilmente con la lengua consiguiendo que me mirara. Posible abogado o policía forense, tendría que tomar la decisión en cuanto llegara a casa, un poco de ayuda no le iría mal-. Los días son todos iguales a como lo viviste hoy, nunca pasa nada emocionante. -Suspiré, acercándome un poco más a él-. Por eso deberíamos aprovechar esta oportunidad.

Coloqué mi mano en el bolsillo izquierdo del jean donde siempre llevaba escondidas las pequeñísimas barras de metal y las acaricié con mis dedos hasta lograr posicionar una de ellas entre el mayor y el anular mientras me acercaba a besarlo. El plan era clavárselo en la nuca cuando quisiera empujar su cabeza hacia mí para poder profundizar la acción, pero no contaba con que él preferiría que me sentara sobre su regazo antes de eso. Si cuando lo conocí tenía la idea de que no estaba acostumbrado a estar con otros hombres, sus movimientos me confirmaron que esta era su primera vez. No dejaba de intentar meter las manos debajo de mi camiseta como suele hacerse para desabrochar el corpiño de una muchacha, causando que yo tuviera que volver a posicionar las mías constantemente sin poder apoyarlas del todo en su piel. Se notaba que era de los que necesitaban tomar el control, y yo también.

Anticupido [ANTI 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora