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Nunca fui considerado un buen perdedor, por eso durante mis visitas al Olimpo solía costarme trabajo encontrar a alguien que quisiera jugar conmigo. Al igual que en la Tierra terminaba atado a Eros de alguna forma, porque era el único que jamás rechazaba uno de mis desafíos. Aunque de vez en cuando sí conseguía que otros dioses se presentaran, él era mi adversario más digno, ambos habíamos aceptado hace tiempo que nuestra vida no era más que una competencia eterna.

Pero los humanos eran seres inferiores a nosotros, que uno de ellos fuera capaz de vencerme era extremadamente humillante y me llenaba con un tipo especial de rabia. Por lo que no es de extrañar que Parker tuviera que intervenir al final del partido cuando los muchachos de Rothsfield fueron declarados ganadores del torneo intercolegial a pesar de haber cometido incontables faltas, y yo me acerqué a la red a gritarles un par de verdades tras escuchar a uno de ellos hacer un comentario sobre mi forma de sostener la raqueta. Ambos sabíamos que mi récord estudiantil no podría recuperarse de que le partiera la nariz a alguien durante lo que aún era considerado “horario escolar”, pero a mí no podía importarme menos. Veía rojo.

—Mírame, Nix. —Había conseguido interponerse entre el pedazo de tela y yo, tenía las manos extendidas sobre mi pecho ejerciendo una presión que me obligaba a caminar hacia atrás, una mata de cabellos castaños caía sobre sus ojos pegándose a su frente a causa del sudor. —Ya déjalo, es pura lengua.

—Y pienso hacer que se la trague. —Lo empujé a un lado como si no pesara nada y volví a caminar hacia nuestros contrincantes que ya estaban guardando sus cosas, aunque no dejaban de mirarnos. Parecía como si quisieran desafiarme y ver hasta dónde era capaz de llegar.

Le había pateado el culo a más de un dios por pasarse de listo conmigo, estos malditos mortales caerían como escarbadientes, incluso si mi amigo no pensaba ayudarme. 

—Si te expulsan por esto, no solo van a haber ganado el partido, sino que esos tarados hijos de papi y mami tendrán un título de la secundaria mientras tú lavarás sus platos sucios en Take the Cake, ¿es eso lo que quieres? —murmuró en mi oído sujetándome por la parte trasera de la camiseta.

Exhalé con furia, deteniéndome en seco. Tenía razón. No podía permitir que una tonta pelea de adolescentes me dificultara cumplir la misión que me había encargado el Olimpo, no otra vez.

—Tengo hambre, vamos a comer —gruñí yendo en busca de mi raqueta que había quedado en la mitad de la cancha—. Quizás eso me quite el mal sabor de boca.

En el auto mis pensamientos, por alguna razón, se trasladaron al sueño que había tenido aquella mañana. A los labios carnosos de Parker y la fuerza con la que me atraía hacia él, como si besarme fuera algo que anhelara hacía demasiado tiempo. Era todo una ilusión, lo sabía, él era más heterosexual que la combinación de vainilla con chocolate, pero aún me daba miedo que pudiera desarrollar sentimientos por mí. Tenía que andar con cuidado y asegurarme de que se mantuviera lejos de Eros.

La magia es una cosa curiosa, mezclarla en cantidades iguales en un corto periodo de tiempo era capaz de causar problemas, pero existían dos formas en las que podíamos intervenir con los proyectos del otro. Una de ellas consistía en extraer los alfileres del cuerpo antes de que fueran absorbidos por la piel y comenzaran a trabajar en la sangre, la otra era esperar a que el humano en cuestión pasara el tiempo suficiente sin recibir una nueva dosis como para que la influencia fuera demasiado débil. Y yo llevaba casi un año sin necesidad de pinchar a Parker. 

Lo observé por el rabillo del ojo, estaba distraído con su celular, seguramente mirando videos de chicas en bikini o adentrándose en los resultados de un partido de un deporte cualquiera que se hubiera jugado al otro lado del mundo aquella mañana. Tenía las piernas abiertas, ocupando más espacio que el que era estrictamente necesario, sus shorts deportivos le quedaban algo amplios, la camiseta también, se la notaba arrugada a la altura del estómago. Parecía un niño que había tomado muchos licuados proteicos con su expresión que resaltaba lo grande y rojos que eran sus cachetes.

Anticupido [ANTI 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora