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Mis poderes siempre fueron más erráticos que los de mi hermano, irónicamente era yo quién seguía corazonadas y él quién buscaba la lógica, aunque se la pasara por el culo la mayoría de las veces. Mis visiones estaban abiertas a la libre interpretación, mientras que dos colores de aura similares tendían a atraerse entre sí, o eso me había dicho una vez. Incluso así muchas de sus parejas fallaban o caían en un sinsentido que resultaba dañino para los involucrados.

“Las relaciones son un campo de enseñanza, hay lecciones que se aprenden rápido y otras que llevan más tiempo.” Escuché que le explicaba a Dionisio una vez en el Olimpo. “Nuestro tiempo es ilimitado, pero el de ellos no, es por eso que sienten tan fuerte.”

Puras excusas para no admitir que fallaba mucho más de lo que acertaba con sus alfileres. Podía desligarse así de sus errores porque no debía acompañarlos, solo lo hacía cuando elegía hacerlo. Otra libertad que no me había sido concedida.

Muchas veces, luego de pincharlos, tenía que confiar en que los humanos siguieran el camino correcto por su cuenta, no podía encargarme de todos. Por eso adoraba ver resultados inmediatos. 

Luego de esperar un buen rato sentado en las gradas a que Parker llegara para nuestro entrenamiento, y de ver que se nos agotaba el tiempo permitido para usar el espacio sin que él hubiera puesto un pie en los vestidores, decidí llamarlo para descubrir qué era lo que lo tenía tan entretenido. Esta era la única razón real por la que había ido a la escuela ese día, así que más le valía ponerse en marcha. Fui directamente al contestador, algo extraño porque él no solía apagar el celular en todo el día, mucho menos a la hora del almuerzo en la que se la pasaba mirando memes estúpidos con los chicos del equipo de fútbol. Probé dos veces más y sucedió lo mismo.

Todo yo, siempre, todo yo. 

Resoplé levantándome con cuidado, aún sentía una puntada en la cabeza.

Está tan desconcentrado que…

Me coloqué la mochila sobre el hombro.

Sabe muy bien que necesitamos ser los primeros en el torneo de primavera con lo mal que salimos en el de invierno y…

Abrí las puertas de una patada.

Una sola cosa le pido, que llegue a horario, una sola y no la cumple.

La cafetería quedaba justo al lado del gimnasio, no era un gran lugar como las de las series de televisión y no estaba especialmente limpia. En ella solo cabían alrededor de veinte mesas pequeñas de esas que suelen tener los restaurantes en el exterior, un microondas y un par de refrigeradores transparentes que hacían las veces de mostrador y por lo general estaban más vacíos que llenos, no porque alguien hubiera comprado la comida faltante, eso era seguro. El olor a recalentado casi hace que vomite mientras escaneaba el lugar en busca de mi amigo.

Los babuinos del equipo de fútbol ocupaban un gran espacio junto a una de las paredes más cercanas a la entrada, habían amontonado tres de las mesas y desparramado sus cosas por el suelo a su alrededor. Todos estaban comiendo grasosas hamburguesas que chorreaban aderezo por los costados y hablando unos muy cerca de otros con las bocas llenas, parecían estarla pasando muy bien. Sin embargo podía contar únicamente diez cabezas repletas de aire. 

—¡Eh, Forelsket! ¡Ven acá! —ladró uno de ellos haciéndome señas con las manos. Me había quedado mirándolos por demasiado tiempo.

Yo no quiero socializar más hoy. Me quejé internamente al tiempo que caminaba con el ceño fruncido hasta la mesa de muchachos que parecían estar diez veces más emparentados que sí que yo con cualquiera de mis hermanos.

Anticupido [ANTI 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora