capítulo 35

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El teléfono de la oficina suena mientras Armando y Calderón están hablando de unos contratos.

Armando.- ¿Alló?... ¡Hola mi amor!, ¿cómo están mis princesas?... ¡Ah, comiendo!, me encantaría estar con vosotras, os extraño muchísimo.

Betty.- Mi vida, te llamo para decirte que voy a salir, pero me llevo el celular....No, no voy sola, viene Mario a recogerme y claro nos llevamos a Marina.... Pues no sé, quiere que le acompañe a ver algo, la verdad es que no me explicó, la niña me reclamaba para comer. Bueno, luego te cuento y si terminamos pronto, le digo a Mario que me lleve a Ecomoda y podemos almorzar juntos, ¿te parece?...OK...Te amo. Un beso. Ciao

Calderón.- Su señora esposa controlándolo... ¿No era que iba a almorzar conmigo hoy?

Armando.- No Calderón, Betty no me controla, nunca me reclama y no me vigila. Ella confía en mí. Es más, soy yo quién la llama siempre. Me gusta saber que hace a cada momento y con quién está.

Calderón.- No lo conozco tigre, cayó Vd en los mismo usos que su ex - novia
Marcela Valencia.

Armando.- No diga más tonterías hombre. Tenemos un bebé, y uno siempre anda asustado de que a la nena le pueda pasar algo. Además yo confío plenamente en mi esposa. Me llamaba para decirme que iba a salir con Mario, quiere llevarla a ver no se que cosa, y que no me preocupase. Y si le da
tiempo de llegar, pues lo siento hermano, pero me voy a almorzar con ella, prefiero su compañía a la de Vd.

Calderón.- Hombre, me voy a poner celoso. Desde que se casó, ya nunca tiene tiempo para los amigos.

Armando.- Pues póngase todo lo celoso que quiera, es su trabajo y su problema. A ver sigamos con esos contratos, venga ....

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Mario la lleva con su carro hacia el centro de la ciudad, están en una zona residencial del casco antiguo, en el barrio de la Candelaria . En un tiempo pasado, allí vivían las familias más influyentes de la alta sociedad santafereña, actualmente muchos de los edificios, están vacíos o son sede de organismos oficiales o de instituciones particulares. En los últimos años, algunas de aquellas casas señoriales, habían sido restauradas y se habían vendido por
apartamentos, en un intento de recuperar la vida en aquella hermosa zona de la ciudad.

Mario aparca el coche en una amplia calle flanqueada de arbolitos, y ayuda a Betty a bajar con la niña. Justo en la acera de enfrente, haciendo esquina a una plazoleta, dónde juegan unos niños, hay una casa de dos plantas, con tejado de tejas de barro cocido y una gran puerta presidida por un escudo señorial esculpido en mármol. La fachada de la casa tiene muchas ventanas en la
planta baja, y en la primera balcones cerrados en madera. Destaca una vistosa balconada que hace esquina, también cerrada y rematando este cierre, un
tejadillo.

Betty.- ¡Ay Mario!... Es la casa ¿verdad?... lo que me vienes a enseñar es la casa.

Mario.- Pues claro niña... Ya sabes que yo vivo a un par de cuadras de aquí, y paseo mucho por esta zona. Ayer por casualidad, me estaba tomando un tinto en ese bar de ahí enfrente y como que se me vino a la vista. Anduve preguntando y parece que es posible comprarla. Lleva muchos años vacía, me dijeron que unos quince, que se murió la última inquilina, una señora anciana que la dejó a un sobrino, que vive en EEUU. Al principio el tipo venía por
acá, pero dejó de hacerlo y hace tiempo que desea venderla, pero ya sabes que hoy la gente se quiere ir a los apartamentos modernos del norte... ¡un horror!

Betty.- ¿Y podríamos verla por dentro?. Si podemos llamo a Armando para que se venga volando para acá, por fuera es divina y allá atrás... ¿parece que hubiese árboles?...

Doctor mendoza yo no soy  asíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora