capítulo 37

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Ese domingo por la mañana, Román y su pandilla, estaba como siempre, dejados caer en cualquier esquina del barrio, fumando cigarrillos, bebiendo cerveza y viendo a quién podían molestar. Entre ellos se encontaba de nuevo, aquél golfo que les ganó la apuesta por acostarse con la "fea del barrio".

Hacía unos meses que había regresado a Bogotá y andaba de empleo eventual, en empleo eventual, ganándose unos pocos pesos para malvivir. Su aspecto se había deteriorado mucho, estaba increíblemente delgado y tomaba medicamentos con cierta regularidad, avisado por la estridente alarma del
reloj barato, que lucía en la muñeca.

Explicó a los muchachos, que estuvo trabajando con una empresa de construcción, en el interior, que ganaba buena plata, pero que los continuos ataques de las FARC y de los paramilitares le habían hecho renunciar, aquello era un verdadero campo de batalla. Justificaba su medicación, a un virus tropical que según decía debió pillar en aquellas tierras, y que lo tuvo unas semanas hospitalizado, dejándolo muy débil y con necesidad de tratamiento por un tiempo.

Una de las muchachas rescató de la papelera, un diario del día, que acababa de tirar un vecino. Cuando lo ojeaba, se encontró con algo que le hizo gritar :

Muchacha.- Mire Miguel, una foto de su ex - novia, con el marido y la hija. Ha tenido mucha suerte, esa Betty, se cazó a un millonario que se debe haber gastado la mitad de su plata, en cirujanos plásticos que le enmedaran la cara a la fea.

Miguel.- ¿Qué Betty se casó?, traiga que yo lo vea... ¡¡No lo puedo creer!!...
¿Esta es ella?... Me están engañando, es imposible, no olviden que yo la conocí bien, muy bien... brrrr .... aún tengo pesadillas... ja, ja, ja...

Román.- No hermano, si lo puede comprobar, Vd mismo. Ella viene todos los domingos al barrio, con la familia. Van a escuchar "la santa
misa"...¡¡Dominus vobiscum!!... ja, ja, ja... si corre, aún alcanza a verla salir
de la iglesia... la conocerá por el papá, ese viejo carcamal no ha cambiado nada. Pero ándese con cuidado, que como le conozca es capaz de liarse a golpes con Vd.

Miguel.- Ni más faltaba que me fuera a pegar a mi el viejo....

Román.- El viejo a lo mejor no. Pero el marido, si que pega bien fuerte, y la cuida como a una reina, no nos podemos acercar ni a diez metros de ella, porque el tipo se pone como los locos... se lo digo por experiencia....

Miguel.- A mi no me conoce, y voy a ver que de verdad hay en eso de que está bonita y tiene plata.... porque si ha mejorado tanto va a tener que acordarse de su primer hombre, sí señor...

Miguel corre con alguno de los muchachos camino de la parroquia. Ya la gente está saliendo de misa. Entre ellos ve claramente a don Hermes, a doña Julia y detrás una elegante pareja con una niña pequeña. Al hombre se le ve bien alto y fuerte, lo menos mide un metro ochenta, aquél tipo. Lleva la nena en brazos, con un vestidito de cuadros escoceses, chaquetita, calcetines y gran lazada en la cabecita, todo en color rojo. El tipo se anda poniendo unos lentes de sol, y viste pantalón de color beige, camisa a cuadritos blanca y beige y chamarra de ante marrón. Por la ropa se le ve que tiene buena plata, y si no solo hay que mirar el reloj de oro que lleva en la muñeca y que reluce, con los rayos del sol.

La mujer va agarrada de su brazo, es menuda, delgada y de larga melena lisa de color negro. Lleva un vestido azul marino muy entallado, que revela una hermosa figura y chaqueta tipo torera, de corte muy original, de color crudo
con adornos en azul, cartera y zapatos de tacón a juego. Se la ve feliz, habla con su marido, saluda a los vecinos y muestra una perfecta y blanca sonrisa.

Miguel piensa que no puede ser Betty, es imposible. Pero sin embargo no los deja de seguir con la mirada, porque los muchachos le insiten en que si es. De pronto escucha a don Hermes desde la puerta del carro gritarles :

Doctor mendoza yo no soy  asíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora