5. Pintura

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TaeHyung subió las escaleras con el humor revitalizado. Ver a YoonGi siempre era de su agrado y le encantaba charlar con él siempre que ambos podían. Sus trabajos normalmente les dejaban algunos minutos los fines de semana para ponerse al día y aunque a TaeHyung se le hacía mas bien corto era mejor que nada.

Abrió la puerta vieja y oxidada de color marrón y el cielo de Busan se mostró ante él. Un precioso atardecer que acariciaba el mar le saludaba desde aquella altura. Era un edificio de dos pisos, así que realmente no había muchas vistas pues otros edificios más altos lo eclipsaban, pero lo poco que se veía a TaeHyung le parecía precioso. Unos metros más allá se encontró con Yoongi haciendo una pintada y con una mascarilla puesta. Su capucha estaba sobre su cabeza y su pelo recién teñido de azul turquesa despeinado sobre su frente. TaeHyung no había opinado en voz alta sobre ese pelo todavía, pero le quedaba bien.

Se mantuvo callado y en silencio mientras su amigo trabajaba en su pieza. TaeHyung adoraba verle usar sus manos para crear aquello que más amaba. Cuando terminó se apartó para verlo desde lejos y se quitó la mascarilla. YoonGi ya sabía que se encontraba ahí ya que había oído la puerta ser abierta y cerrada. Se dió la vuelta y le abrazó con cuidado de no mancharle la ropa con sus manos. Sus latas de pintura en spray estaban tiradas por todos lados, haciendo que el propio suelo fuese también una obra de arte descuidada. TaeHyung siempre se asombraba con los colores que usaba YoonGi para expresar emociones. Normalmente le gustaba ser contradictorio y luchar contra lo que estaba establecido. Muchas de sus mejores obras, localizadas en el centro de Busan y en lugares muy transitados, estaban dedicadas al gobierno, al mundo y a sus injusticias en general. Manchaba la imagen exterior de una ciudad normal con los problemas internos que tenía. Por eso en más de una ocasión su amigo se había visto en problemas con las fuerzas de seguridad. Pero para eso estaba él, ¿No? YoonGi no le querría a su lado si no le fuese útil para algún tipo de emergencia.

-¿Qué tal hoy, Tae? -le dijo animado en mitad del abrazo. TaeHyung se resguardó a sí mismo con sus brazos y los colocó contra su propio pecho, siendo incapaz de devolverle el abrazo a su amigo. Sin embargo, descansó su cabeza en su cuello, relajándose al momento. -¿Mucho curro?

-El caso de Choi. -respondió una vez se separaron. YoonGi le sonrió contento y le indicó que se sentase en una de las sillas de playa viejas que tenía ahí. Él lo hizo y se quejó un poco cuando el chico empezó a subirle el pantalón. -Ya te he dicho que no quiero que sigas con eso. -YoonGi le miró con el ceño fruncido y continuó con lo que estaba haciendo.

-Súbete el pantalón mientras yo me limpio las manos. -TaeHyung hizo un mohín con sus labios, dispuesto a no hacerle caso. -Tae...-le amenazó con su voz grave. Ante esto el mencionado no tuvo opción. Se subió el pantalón hasta dejar a la vista su rodilla izquierda. Ésta tenía una enorme cicatriz blanca que la recorría al completo hasta llegar ligeramente a su muslo. TaeHyung se la quedó mirando unos segundos, recordando todo lo que había provocado aquella cicatriz tan horripilante. Cuando YoonGi se acercó apartó la mirada, evitando así que le pillase pensando en el pasado. Su amigo se había limpiado las manos con diligencia y ahora estaba sentado delante de él con una crema hidratante en sus manos. TaeHyung cerró los ojos por unos segundos odiando aquello con toda su alma.

-Bueno, -dijo mientras comenzaba a masajearle la pierna. -¿Nada más que contar? Debes estar emocionado porque por fin te hayan asignado el caso de manera oficial. -TaeHyung hizo un pequeño ruidito cuando YoonGi le apretó detrás de su rodilla. El chico le miró expectante y después continuó con menos fuerza.

-Sí. Creía que solo querían que fuese a trabajar a la Comisaría central, pero no fue así. -YoonGi asintió dándole pie a que continuara. -Me han asignado un subordinado.

-¡Eso es genial Tae! -le felicitó con alegría en sus ojos. -Si tienes subordinados a tu cargo es que algo estás haciendo bien, ¿No? -Taehyung se encogió de hombros y no supo cómo responder ante aquello. Tal vez no estaba haciendo bien las cosas y por eso necesitaba a alguien que le ayudase, ¿Quién sabía? La cuestión no era esa.

-Hoy mismo ha abandonado el caso. -YoonGi acabó perdiendo su sonrisa y se formó una mueca molesta que puso nervioso a TaeHyung. -¿He dicho algo malo? Yo...

-No, Tae. No has dicho nada malo.- suspiró con el ceño fruncido, como si se estuviera imaginando la cara de JungKook y las maneras de partirsela- Lo que no entiendo es a tus compañeros tan increíbles y de élite. -dijo con ironía, apretando de más su rodilla. TaeHyung se quejó, sintiendo demasiadas punzadas en su rodilla recuperada. -No entiendo por qué si son personas que están destinadas a ayudar a otros son tan imbéciles. Deberían entender...

-YoonGi. -le llamó.

-...que no todos somos iguales. Seguro que no saben nada de ti y ya te están abandonando para que hagas todo el maldito trabajo...

-Yoonnie...-volvió a llamar mientras apretaba los dientes del dolor.

-...y no es justo. Todos los que están ahí son igual de listos que tú, de perseverantes. ¿Por qué no dejan de lado sus mierdas y se centran...?

-¡YoonGi! -apartó sus manos de un empujón y se alejó de él, aún estando sentado. El mencionado frenó su parloteo y le observó con los ojos abiertos y sorprendidos. TaeHyung le miró asustado y se rozó la rodilla, notando lo sensible que estaba después de un masaje para nada delicado. Respiró hondo e intentó relajarla como había aprendido tantos años atrás. YoonGi levantó una mano para frenarle cuando quiso irse de allí pero no dijo nada.

La puerta oxidada chirrió ante la salida de su amigo, dejando en claro que se había pasado.

Sabía lo mucho que odiaba TaeHyung hablar de lo que había pasado hacía ya cinco años. Odiaba recordarlo y subirse a edificios altos. Lo sabía, pero creía que juntos lo estaban superando. Sin embargo, si se pasaba la mitad del tiempo quejándose sobre lo horribles que eran las personas de su trabajo y además le hacía daño en una de sus heridas más graves estaba claro que el chico iba a acabar huyendo despavorido. Nada nuevo realmente, aunque sí la misma historia que debería de resolver en algún momento. Respiró hondo y se levantó de su asiento de playa barato. Con suerte le encontraría en el metro y le podría convencer para llevarle a casa en su coche.

Esperaba no haberla cagado del todo.

Inspector KimDonde viven las historias. Descúbrelo ahora