11. Llamada

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Llegar a casa del trabajo jamás se había sentido tan horrible.

Lo supo cuando cerró la puerta y no escuchó ruido, o risas, o el simple ronroneo molesto del secador de pelo.

Jennie se había ido realmente.

Dejó sus cosas y los papeles que había decidido coger de la Comisaría para llevarse a casa. Debía continuar archivando casos cerrados y revisando algunas cuestiones, pero después de la entrevista (relativamente corta) no había tenido ganas de lidiar con nadie más. Tampoco quería que JiMin le hiciera las obligadas preguntas y no soportaría que el Comisario Kim se pasase para comprobar su progreso. Estaba agotado y el dolor de cuello no mejoraba. Sin embargo y contrario a lo que debería haber hecho, dejó sus cosas, revisó que Jennie se hubiese llevado todas sus pertenencias y se cambió de ropa a una más deportiva y cómoda. Cogió su mochila de deporte, rellenó su botella de litro y medio de agua y salió de su casa con un portazo seco.

Bajó las escaleras corriendo hasta que llegó al portal, salió y se acercó al gimnasio común que tenían dentro de la urbanización. En parte odiaba a las personas que vivían a su alrededor pero, por otra parte, tenía un gimnasio abierto veinticuatro horas. Esa pequeña cosa hacía valer la pena el tener que aguantar las quejas de sus vecinos.

Dejó sus cosas a su lado y se dispuso a colocarse las vendas en las manos. Estaba cansado y agotado del día, pero sabía que su mente seguiría activa una vez se acostase. Colocó los guantes y se levantó de la banca. Encaró uno de los sacos más gruesos y duros que tenían y se colocó en posición para atacarlo, como le habían enseñado de pequeño. Pies de puntillas para garantizar un movimiento rápido, piernas ligeramente flexionadas y la cabeza agachada entre sus puños. Lo suficiente para frenar un golpe en la nariz y lo necesario para poder ver al contrario. Tenía que recordarse siempre no levantar demasiado los brazos, eso dejaría expuesto su estómago.

Con una respiración profunda que llenó sus pulmones dejó escapar todo el estrés de aquél día y empezó a vapulear al saco.

Mientras sentía el sudor caer por su frente y sus brazos empezó a notar cómo todas sus preocupaciones se disipaban y dejaban sólo la sensación de concentración y extraña felicidad del ejercicio físico. ¿No se suponía que el ejercicio daba felicidad porque hacía no sé qué reacción en el cerebro? No tenía ni una maldita idea de química pero al menos el ejercicio le ayudaba a calmar su mente. Por eso entendía que hubiese idiotas obsesionados al sexo, era casi como un deporte.

Antes de que sus pensamientos fuesen silenciados por el siseo del saco, una persona se le acercó. Ése día, por ser tan tarde y tener un dolor de cabeza interesante, había bajado sin cascos a hacer ejercicio. Normalmente se ponía unos enormes cascos inalámbricos que dejaban claro a los demás vecinos que no quería hablar con ellos. Esa noche, a pesar de que no se había encontrado a nadie en el camino de ida, una persona se le acercó. Con un pequeño carraspeo le hizo frenar su sesión y centrar su visión en el mundo real. Tuvo que parpadear varias veces para enfocar a la chica que se erguía en sus mallas nuevas. Llevaba un top deportivo y unas zapatillas a juego. JungKook entornó los ojos, sabiendo que eran recién comprados. La chica, sin embargo, pareció complacida por su escrutinio. Una sonrisa triunfante se mostró en sus labios.

Aquello era otra cosa que JungKook había aprendido a odiar: que un hombre mirase a una mujer no siempre significaba que la desease, que quisiese algo con ella o que buscase acosarla. Simplemente estaba..., mirando.

-Hola. -le saludó. JungKook levantó la cabeza a modo de respuesta. Se quitó el sudor con el antebrazo cubierto por su sudadera y se sentó en la banca. Sacó uno de sus guantes y cogió de su mochila la botella de agua fresca. Mientras la chica le observaba, él se encargó de tragar de manera ruidosa. -He visto salir a Jennie esta mañana con maletas. -dijo con un tono un poco tímido. Aquello hizo que JungKook casi se atragantase. Ya sabía que le sonaba de algo. Esta chica había hablado con Jennie en alguna ocasión, debían de ser amigas o algo. Su pelo teñido de platino le hizo darse cuenta que debía ser una niña rica. Podía apostar que incluso más que la propia familia de su novia. Joder, ex novia. Bueno, aunque técnicamente no habían cortado, ¿No? Ella había decidido que necesitaban un ratito de descanso. Como si su jodida relación fuese un partido de fútbol.

Dejó la botella a un lado y asintió. Hizo sus propias conclusiones sobre la chica. O bien era cercana a Jennie y venía a hacerle recapacitar y contarle el sermón de su vida o, quería algo con él, y por algo suponía ejercicio que te hace malditamente feliz.

Mientras ella pensaba en alguna manera de continuar con su charla nocturna, JungKook revisó su teléfono, viendo que eran las dos de la mañana y en unas horas tenía curro. Con un suspiro se levantó y decidió cuál sería su próximo movimiento. Sólo tenía que hacer una cosa y la chica le daría la respuesta al momento.

-Ha decidido que nos demos un tiempo. -le explicó mirándola mientras quitaba con parsimonia el otro guante y lo colocaba en la banca junto al primero. La chica observó todos sus movimientos.

-"¿Ha?" -JungKook la miró entre su flequillo despeinado. -Creía que los dos estabais de acuerdo. -el oficial soltó una risa ahogada y suspiró.

-Ojalá-respondió-. Me habría gustado que lo hubiese hablado conmigo, pero es su decisión y debo respetarla. -aquello hizo que una pequeña sonrisa asomase por los labios brillantes de la chica. -Supongo que eres alguna de sus amigas.

-Sí, Rosé. -JungKook asintió. Un nombre muy pijo, a su parecer. Aunque habría sido peor si fuese Stella.

Con una mirada rápida supo que la chica no debía de ser coreana de nacimiento. No era muy habitual llamar a sus hijos por un nombre tan...¿Occidental?

-Claro. -se hizo el olvidadizo. -Perdona, es tarde y estoy algo cansado. Se me habrá pasado...

-No pasa nada. -le disculpó con un movimiento de manos delicado. JungKook no dejó pasar ese gesto tan sumamente tranquilo. -Y...¿Tú cómo estás? Después de tres años, tiene que estar siendo duro. -JungKook entornó sus ojos. Por eso estaba allí y por eso suponía que ella estaba ahí también.

-Lo es. Ha sido además un día duro en el curro...-dejó esa frase en el aire para hacerse el interesante.

-Trabajas en la policía, ¿verdad?-él asintió y se quitó la sudadera con el ceño fruncido. La chica se lo comió con los ojos y aquello hizo que JungKook se riera.

Cómo conocía esa mirada hambrienta femenina.

Le encantaba.

-Sí. Estaba descargándome un poco con el saco...-ella asintió dirigiendo una mirada más a su cuerpo tonificado y escondido por una camiseta fina blanca.

-Entonces, si ya has terminado de reventar el saco, -aquello hizo que una risa ronca saliese de la garganta de JungKook. Ni siquiera era realmente divertido, un comentario simplón y poco llamativo-¿Te apetece que te acompañe un ratito? Tampoco ha sido un día bueno para mí. -oh, y él pensaba arreglárselo.

-Pues la verdad es que me encantaría algo de compañía. -dudó unos segundos pero, joder, Jennie podía estar con otro tío, o tía. Todavía dudaba de que la nueva bailarina de su clase no fuese competencia directa para él. Además, ¿No había dicho espacio? Pues si ella hacía espacio entre ellos, él se iba a encargar de llenarlo con alguien más. Rosé le siguió a paso lento hasta el ascensor y su piso. Nada más pisar el lugar y cerrar la puerta, la chica se le quedó mirando con ojos gatunos. No tardó ni medio segundo en lazarse sobre ella.

El resto fue historia.

Una risa por allá, una prenda menos por acá, acabaron en su cama revuelta y sin hacer. La chica pareció tenerle muchas ganas porque gritó como nunca y JungKook desató su estrés con sus movimientos.

Tal vez tirarse a una de las amigas de su ex novia no era la mejor manera de que regresara, pero qué le iba a hacer. Ella quería y él también, qué más daba.

Terminaron y se taparon con las sábanas gordas de invierno. JungKook se sentía muerto tanto física como mentalmente. Esa pequeña aventura le hizo recordar sus años de adolescente, cuando saltaba de chica en chica, y alguna vez algún chico. Pero, cuando estaba a punto de cerrar los ojos y dormir por fin, su teléfono empezó a sonar. Rosé se quejó y JungKook pasó de levantarse. Sin embargo no pudo seguir durmiendo ya que volvió a sonar, otra y otra, y otra vez. Con un gruñido se levantó desnudo a por su móvil, que estaba bien guardado en su mochila de deporte. Nada más cogerlo y al ver el número desconocido contestó con ganas de matar a alguien.

-¿Quién es? -preguntó a la defensiva.

-Eh, ehm...-una voz grave y al parecer nerviosa le recibió. -¿Jeon JungKook? -preguntó. El otro se llevó una mano a la frente y suspiró. «Lo que me faltaba...».

-Sí. -afirmó, ya que su compañero no podía verle.

-Tengo un asunto sobre el caso muy importante. Necesito que vengas. Ahora.

Inspector KimDonde viven las historias. Descúbrelo ahora