47. Sangre

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JungKook buscó desesperadamente la mano de TaeHyung. El inspector rodeó toda su mano con sus otras dos esposadas, cubriéndola y protegiéndola de todo y todos.

Los lloriqueos de YeonJun se mantuvieron constantes en la habitación. En todo el piso no se podía escuchar otra cosa que no fuesen los gritos agonizantes del chico.

—Eras el único que me quería por cómo era...—susurró con mocos y lágrimas en la cara. Sus manos estaban cubiertas de la sangre de su amado y su cara se había manchado un poco también.

Todo era un desastre. El cuerpo de SooBin estaba en el suelo pintando todo de un color carmín profundo. El olor mandó náuseas a ambos agentes y Yeonjun se mantuvo pegado al cadáver como si pudiese devolverle a la vida. TaeHyung se sentía horrible porque, si bien no conocía a ese chico de nada, algo le decía que no se merecía aquello que acababa de pasar. No se merecía una muerte como aquella. Y mucho menos intentando protegerles a ellos.

—Eras el único al que no le importaba mi dinero, que no le importaba mi posición...—continuó YeonJun —Eras el único que me quiso por lo que era...—JungKook sintió cómo una pequeña lágrima caía por su mejilla al ver los ojos apagados de SooBin mirar el techo. El niño tendría la edad de YeonJun, tal vez menos. Con apenas dieciocho años todavía le quedaban tantas cosas por vivir, tantas cosas por sentir. Y una muerte dolorosa no era una de ellas.

—¡Le habéis matado vosotros! —gritó iracundo YeonJun mirándoles con ojos rojos de su lloro. JungKook no perdió el tiempo y cubrió con sus brazos a TaeHyung quién comenzó a salir por la puerta. Algunas balas rozaron algunas hebras del pelo castaño del inspector, pero no le traspasaron la piel.

Sin mirar atrás, salió de la habitación perdido. No conocía la casa ni sabía dónde sería la salida.

—¡TaeHyung! —murmuró JungKook para llamar su atención —¡Tenemos que escondernos! Si no, nos va a convertir en esponjas. —TaeHyung supuso que se refería a los agujeros de las esponjas, y haciéndole caso, se escondió a su lado detrás de un sillón enorme.

—¡Ni se os ocurra escoderos! —gritó YeonJun. Al parecer se encontraban en una especie de desván en donde el chico dejaba todos aquellos muebles que no le interesaban o que habían pasado de moda. Por lo tanto, había una enorme cantidad de objetos variopintos que no cuadraban con los demás. —¡Habéis matado al amor de mi vida! —continuó el chico de pelo azul —¡Si te hubiese matado, becario asqueroso, nada de esto habría pasado! ¡Desde el principio tú has sido el clavo suelto de todo mi plan! —TaeHyung gruñó un poco sabiendo que volvería a soltar su perorata narcisista. El inspector no tenía tiempo para aquello.

Mientras YeonJun se ocupaba de recordarle a JungKook lo mucho que le odiaba, aprovechó para observar el lugar, encontrar alguna salida o incluso conseguir algún arma con el cuál defenderse. Las cosas estaban así: JungKook y él estaban muy jodidos.

—TaeHyung...—llamó su atención cuando creyó que YeonJun se había ido—Tenemos que salir de aquí cuanto antes. Ya no me importa si atrapamos a YeonJun o no. Necesito que estés bien. —y con eso dicho, agarró una de sus manos esposadas y entrelazó sus dedos. TaeHyung sintió un calor tremendo en sus mejillas y en prácticamente todo su cuerpo. JungKook era..., indescriptible.

—No podemos irnos ahora. Con los contactos que tiene, escapará. Llevamos trabajando mucho en esto. —objetó.

—Pero estás esposado y no tenemos armas. —intentó razonar. Aquello iba a ser un suicidio. —Debemos huir, ya encontraremos alguna forma de dar con él...—TaeHyung apartó la mirada y buscó a YeonJun. Necesitaba llevárselo de allí, meterle en la cárcel o en el infierno. No se había olvidado que casi había matado a JungKook. E iba a tardar en olvidarse de algo así.

Inspector KimDonde viven las historias. Descúbrelo ahora