Capítulo 35.

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Our Secret.

Capítulo 35.

Mike.

 

 Tara estaba sentada en el sofá enfrente de mí, sonriéndome.

 Después de la muerte de Dorotti, mi papá no volvió a hablarme, nunca me volvió a dirigir una palabra y cuando regresé a casa, él se había ido a Guadalajara con el hijo de Dorotti a “formar una nueva vida”, me preguntaba todas las noches porque no lo había hecho cuando nuestra mamá, ¿por qué no había abandonado a Dorotti y nos habíamos ido así como me abandonó a mí?

 De todos modos no lo necesitaba, ahora la casa era mía, podía hacer lo que yo quisiera, al final él nunca fue parte de mi vida, nunca fue parte de mi felicidad, y me sentía satisfecho, realmente satisfecho.

   —¿Quién era? —sonrió Tara.

   —Chaz —asentí—. Tara, necesitamos hablar —me senté a su lado y tomé sus manos—. No sé cómo explicarte esto cariño, pero…lo que pasa es que la UCI del Hospital donde estaba Codd… —tomé una bocanada de aire—. Explotó.

   —¿Qué? —frunció el ceño—. ¿Explotó?

 Asentí fríamente. Sus manos comenzaron a temblar y su respiración comenzó a desesperarse. Reventó en un llanto silencioso pero frío. Su rostro estaba contraído por el dolor y yo no pude evitar soltar algunas lágrimas también. No por la muerte de Codd, ¿quién siquiera, además de su familia, podía sentirse mal por eso? Si no por el dolor que aquello le causaba a Tara, a mi pequeña Tara.

 La abracé fuertemente y ella comenzó a llorar desesperada contra mi pecho, soltaba exclamaciones doloras como ‘¿Por qué, Señor?’ mientras golpeaba con fuerza mi espalda. Me mantuve rígido, serio, aunque las lágrimas corrían sin freno por mis mejillas. Besé su cabello y ella continuó llorando, era lo que necesitaba.

 Llorar.

***

 Caminé hacia donde estaba sentada Tara y coloqué mis brazos alrededor de su cuello, besé lentamente su mejilla, mientras ella observaba fríamente el espejo, sus labios estaban resecos, sus ojos rojos e hinchados y la punta de su nariz estaba roja. Me observó a los ojos unos instantes y suspiró, aquello solo hizo que sus ojos se remojaran y comenzó a llorar nuevamente.

   —¿Codd merecía morir de esa forma? Dime que no —tomó una ola de aire—. Es…insólito.

   —Tara, vamos muñeca, cálmate. Ya has llorado bastante, ya has sufrido demasiado, necesito que estés tranquila muñeca, yo estoy contigo y lo estaré por siempre —sostuve sus manos y me incliné a un lado observándola—. Ésta vez es cierto, nena.

 Tara no pudo responderme, su mamá había entrado a la habitación, totalmente vestida de negro y con los ojos igualmente hinchados como Tara. Me puse de pie junto a mi novia y la tomé de la mano. Asistiríamos al velorio y entierro de Codd, no podía contra aquello, no podía siquiera imaginármelo, solo no podía.

 En el transcurso, Tara solo observaba por la ventana perdidamente, queriendo traer algún recuerdo vívido, o siquiera poder traerlo a él. Pensar tanto en Tara no me permitía siquiera pensar en mí, quería que ella estuviese bien, yo no importaba en ese momento.

 Llegamos al cementerio, en donde se realizaría la ceremonia y el entierro por igual. Donde se encontraba la urna de Codd, estaba adornado con muchas flores, había varias sillas alrededor de la urna llena de gente que no conocía pero la mamá de Tara los saludaba cordialmente y se daban el pésame.

 A lo lejos pude ver a Dakota y Harry, ambos vestidos de negro, a Jules, Chaz, Vanessa y Grace también vestidos de negro, pero, la única que se veía realmente triste era Dakota, tenía los ojos más hinchados que Tara y aún seguía llorando mientras los demás observaban vagamente la urna de Codd.

 Allison y Jenna nos saludaron, también le dieron el pésame a Tara. Luego se acercó Matt, y también le dio el pésame y este último fue seguido por Nicolas.

   —Vaya Tara, que mal que después de la ruptura nos encontremos en esta situación —agregó Nicolas, Tara apretó mi mano.

   —No es un momento muy bueno para hablar de una ruptura, Nicolas —aclaré.

   —Lo sé. Solo vine a darte el pésame, Tara. Lo siento mucho, me duele bastante también —asintió y se fue.

   —El velorio comenzará —dijo Tara y bajó la cabeza.

 Y sí, el velorio comenzó. Comenzamos a rezar, a pedir por nuestros familiares, pedimos por la familia Bing, por los muertos y heridos en el accidente tanto el que hubo en la vía como el de la UCI, pedimos por la familia de los heridos y los muertos pero principalmente, pedimos por el alma de Codd aunque yo estaba consciente que aunque rezáramos mil veces él no tenía el perdón de nadie.

 Los discursos comenzaron, el papá no dijo gran cosa y la mamá solo dijo que era su madre, que lo quería mucho y reventó en un desesperado llanto tan distorsionado que una de sus hermanas se la llevó a dar vueltas por el cementerio para que se calmara. Yo no creía que estar rodeado de muertos podría calmar a alguien.

 Llegó el turno de Tara, ella me observó y se paró en el centro de todos los que estábamos reunidos.

   —Como todos saben, soy la hermana de Codd Bing. Me llamo Tara, solo tengo dieciocho años. Tengo que decir cosas buenas y memorables acerca de Codd, ¿no? Si a cualquiera de ustedes le tocara eso, no diría nada. Todos saben que Codd no fue una buena persona —se mantuvo en silencio—. Pero si lo fue, les informo. Codd, aunque a ninguno de ustedes les guste aceptarlo, era una gran persona, él le enseñó a todos los que estaban a su alrededor ser fuerte, él nos enseñó que la vulnerabilidad es lo peor que hay, que nada conseguimos diciéndole a todos como nos sentimos porque a nadie nunca le interesa, él nos enseñó a que a nosotros tampoco nos tiene que interesar como nos sintamos, porque somos marionetas del mundo, somos totalmente susceptible y si dedicamos nuestros días a sentirnos bien, solo conseguiremos sentirnos tristes —sus ojos se llenaron de lágrimas—. Él pintaba, ¿saben? Pintaba y lo hacía muy bonito, pintaba todo lo que le resultaba precioso, tenía millones de cuadros en su habitación. Le gustaba bastante la naturaleza y los animales, los amaba, en realidad —bajó la cabeza y comenzó a llorar—. Codd fue un gran hermano hasta sus últimos días. Despiadado, intolerable, insentimental y vacío. Pero fue una gran persona y creía en el amor —asentí—. Ustedes nunca conocerán esta parte de Codd…yo tampoco, porque siempre nos cegamos, siempre pensamos que las personas que son frías a la primera lo serán siempre, pero no, créanme que no…

Our Secret. [Secrets #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora