-Albert, nos volvemos hoy a Chicago – anunció, Terry cuando vio a Albert luego de una noche bastante movidita. El rubio se encontraba con malestares luego de una gran fiesta con alcohol y cigarros que había tenido la noche anterior.
-¿Ya? ¿Tan rápido? Pero acabamos de llegar a New York – preguntó el rubio cuando vio que su amigo estaba hablando muy enserio – Si quieres regrésate solamente tú – sugirió antes de gritarle a la criada que le trajera unos analgésicos – Hoy tengo unas cuantas citas con unas señoritas. Es más ¿por qué no te quedas tú también y disfrutamos de la vida?
-Espero que no estés hablando enserio, Albert.
-Hay, hermano, hermano – Albert se paró y le puso una mano en el hombro a Terry – Tú sabes que cuando se trata del género femenino y sobre diversión siempre hablo enserio.
-Pues deberías cambiar – le contestó con una forma menos sutil y un poco agresiva – Te recuerdo que tienes una novia en Chicago que te está esperando y te es fiel.
-No me grites, Terry – se defendió el rubio – Y no te metas en mi vida y en mis intimidades.
-No es que me quiera meter en tu vida y mucho menos en tus intimidades, pero te recuerdo que juré ante el lecho de muerte del doctor Klaeis, que cuidaría de su sobrina, y es lo que pienso hacer – sentenció el castaño – Y si eso significa defenderla de ti, ten por seguro que lo hare.
-¿Desde cuándo eres un santo, Terry? Porque si mal no recuerdo, a ti siempre te ha valido la vida de Karen – arremetió – Ella estaba aquí en New York sola, mientras tú estabas en cualquier estado de América, sin importarte en los más mínimo. Por la vida amorosa de Karen.
-Siempre he estado al pendiente de ella. Aunque no lo creas – dijo el castaño bajando el enojo – Y nunca se me había hecho necesario meterme en su vida, ya que los novios que ha tenido jamás la habían engañado como tú lo haces.
-¡¿Qué?! ¿Qué dices?
-Ya lo sabes Albert. Siempre has sido un picaflor – lo acusó – Nunca te he reclamado nada, porque como bien dices es tu intimidad. Pero no voy a permitir que le hagas daño a Karen.
-Karen lo sabe y así me acepta – le gritó y los puños de Albert empezaron a amenazar con golpear a Terry.
-¡Karen está perdidamente enamorada de ti! – grito nuevamente – Mira, Albert. Karen podrá ser una berrinchuda, quisquillosa, orgullosa y puede tener mil defectos más, pero el peor de todos es que está hipnotizada por ti, la cautivaste no sé con qué, pero lo hiciste. Y no se da cuenta de todo lo que haces a sus espaldas, y por supuesto tú te aprovechas de su tontera.
-Eso no es verdad…
-La es. Es verdad – Albert estuvo a punto de darle un puñetazo a Terry, pero se contuvo al último momento – Y si no quieres tener problemas, termina con ella o compórtate como un caballero.
Terry se fue y dejo a su amigo en la sala. En el fondo estaba sufriendo por tratar a su amigo así, pero no le parecía justo que Albert engañará así a Karen. Es verdad que al principió solo la veía como una molestia, hace 4 años cuando murió su tío, pero poco a poco la castaña fue ganando lugar en su corazón. A parte de que él siempre vio con repulsión que un hombre engañará los sentimientos de la mujer. ¿Para qué? No entendía cómo es que los hombres podían traicionar a la mujer que les guardaba fidelidad y amor, por unos momentos de placer y lujuria a lado de otra. No juzgaba, pero tampoco apoyaba.
Al mediodía tomo sus maletas para salir rumbo a Chicago. Quería regresar lo más pronto posible para hablar seriamente y sinceramente con su pecosa. Para sorpresa fue que Albert estaba esperándolo. Ninguno de los dos hablaba más de lo necesario, el habiente entre ellos era un poco intenso y pesado. Hasta que el castaño decidió romper el hielo.
-¿La quieres? – preguntó mientras Albert miraba a la ventana y fumaba un cigarro.
-Me gusta – le respondió – Karen es una belleza de mujer. Pero – dudo por un segundo si decirle esto o no. Al fin y al cabo estaba frente al protector de la bella actriz de Broadway.
-¿Pero? – insistió el castaño para que le respondiera.
-Pero no puedo querer, esa es la verdad – contestó y volteó a ver a los ojos de su mejor amigo – Sabes por lo que he pasado, por el rechazo de mis padres, sabes que desde que era un adolescente hormonal he encontrado alivio en la compañía femenina, pero a ninguna le he entregado mi corazón. Simplemente eso no se me da a mí. No es mi estilo y Karen lo sabe.
-Karen esta ilusionada. Piensa que ella te hará cambiar – Confesó.
-¿Te lo ha dicho?
-Sí, como ya te he mencionado la has cautivado. Nunca la había visto así – a Terry se le formo una sonrisa al recordar como la castaña hablaba horas y horas de Albert, como tarareaba canciones o bailaba como loca por la habitación. Pero luego su sonrisa desapareció – Tienes que romper con ella antes de que pase alguna tragedia, es lo mejor para ambos.
-Lo haré, hermano – contestó triste – Lo haré, aunque le haga daño en el proceso.
Albert le prometió a Terry que dejaría en paz a Karen, pero no le dijo cuando.
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Analia [Fanfics Candy Candy]
FanfictionEl destino tan misterioso y sabio como cruel y despiadado. Decidió jugar y favorecer a las personas con perversidad. Decido separ a dos amigas por la ambición y el amor. Decidió separar a una hija de su madre para luego romper el corazón de ambas...