capítulo 22

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-¿Cómo te fue en tu junta de trabajo, mi amor? ¿La pasaste bien junto a Mirsa y Daphne? – preguntó la castaña cuando vio a su distinguido amor, a punto de entrar en su departamento.

-¡Por Dios, Karen! ¡Que susto! – exclamó el rubio cuando se dio la vuelta y la vio.

-¡Abre la puerta! – le ordenó luego de unos minutos, ya que Albert solo la miraba sin decir nada más.

El rubio abrió la puerta y ella entró sin esperar a que su novio le ofreciera pasar.

-¿Y bien? – fue lo que dijo cuando ambos estaban ya adentro.

-¿Y bien? ¿Es lo único qué dices? – le reclamó – Te largaste cinco días con tus amigas y solo me preguntas ¿y bien? ¡Eres un desgraciado!

-Cálmate, Karen – la frenó cuando la castaña estaba a punto de tirarse encima de él para golpearlo – Tú sabes como es mi naturaleza y aún así me has aceptado.

-Sí, claro. Tu naturaleza – respondió con sarcasmo – Pero no me has dicho cuál de las dos ¿tu naturaleza de ser un sátiro? ¿O qué eres un filofóbico? Con miedo de enamorarse o al compromiso.

-No tienes porque quejarte – la reto – Tú siempre has estado al tanto de como soy y aún así has aceptado a estar junto a mí.

-Como siempre la culpa las tenemos nosotras las mujeres. Ustedes los hombres son unos santos – dijo con furia – Sabes que esto se termino.

-¡No, espera! – exclamó el rubio cuando se dio cuenta que Karen estaba a punto de salir, pero este se interpuso entre ella y la puerta – Tenemos que hablar.

-Ahora si quieres hablar.

-No le veo porqué tendríamos que dejar de vernos – le dijo – Tú me quieres – le acarició la mejilla con su mano y tomo un rizo de su cabello – Y tú me encantas.

-Eso no es suficiente. Yo quiero un compañero de vida, no un…

Karen ya no pudo seguir hablando porque el rubio tomo sus labios entre los de él. Haciéndola callar. Su beso era necesitado, cómo el de alguien que había pasado por la abstinencia por mucho rato. Ella no se negó  y lo besó con la misma intensidad.
Luego de un rato de solo besarse, las manos de Albert empezaron a vagar por las piernas de la castaña, eran suaves y delicadas. Ambos sabían lo que sucedería dentro de unos minutos, y entre besos y caricias llegaron a la cama.

Se necesitaban físicamente, eso era más que evidente. La castaña era pura, y siempre le habían dicho que tendría que esperarse hasta después de casada para intimar con un hombre. Pero siempre le habían puesto poca atención a esas estúpidas normas sociales, y ahora más que nunca le importa muy poco el que dirán de los demás.

Entre los dos se fueron deshaciendo de sus prendas y poco a poco encendieron la pasión que ya estaba en ellos. Pronto se encontraban en la cama con las extremidades enredadas en las sabanas.

¿Si esto era correcto o no? Poco le importaba a Karen, y Albert se dio un festín al disfrutar de el cuerpo de la castaña y de su amor. Entre los sollozos lastimeros de Karen al arrebatarle su virginidad, y los gemidos placenteros, los dos amantes llegaron al orgasmo, y como seña de su unión la castaña sintió la semilla de Albert dentro de ella.

No sabía si esto tendría consecuencias en el futuro, muy probablemente sí, pero poco le importaba mientras su espalda estaba siendo acariciada por las manos de su amado. ¿De qué servía arrepentirse? De nada, de absolutamente nada.

-Fue maravilloso – dijo la castaña, cuando ella estaba completamente vestida, mientras que él solo iba vestido con sus pantalones de vestir – Mi primera vez ha sido maravillosa.

Analia [Fanfics Candy Candy]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora