Capítulo 47

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—Mi hija está embarazada, nuestra Analia está embarazada — anunció a su familia con alegría Priscila — ¡Voy a ser abuela otra vez!

—¿Qué? ¡Eso es fantástico, un heredero es lo que necesitamos para afirmar las alianzas con los Granchester! — dijo con entusiasmo Elroy.

—Me alegró mucho por ella. Ya me imagino lo contenta que está  mi amiga — comentó Patty.

—En hora buena por mi prima. Lastima que no deja que estemos junto a ella — opinó Janice.

—Como siempre Terry queriendo llamar la atención — argumentó Albert — No solo se casa con mi hermana, si no que también la embaraza.

—Bueno eso es muy normal, dado que él se casó con Candy. Y no como tú, Albert. Que embarazaste a Karen, más nunca te casaste con ella — señaló Stear.

—Porque ella no quiso. Y también porque si no fuera por el idiota de tu primo Anthony, Karen y yo ya estaríamos casados.

—Un hijo — suspiró Archie con tristeza — Un hijo, Annie deseaba tener un hijo mío, pero yo nunca se lo concedí.

—No estés triste mi niño — dijo Priscila con dulzura — Vamos a hacer todo lo posible para que tu esposa regresé con nosotros. Te lo prometo.

—Gracias tía.

Y es que desde que Annie fue raptadas por su propio padre, para el pobre de Archie había sido muy difícil, sobre todo porque la familia estaba más conmocionada por la aparición de Analia que por el secuestro de Annie. Casi, casi hasta que se llegaron a olvidar de ella.

—¿Y tú no dices nada mi amor? — preguntó Priscila a su esposo quién estaba callado y un poco distante de la platica.

—¿Quieres saber qué es lo que pienso? ¡Pue bien, pienso que mi hija debería estar aquí con nosotros, que yo debí de haberla entregado en el altar, y darle la mejor de las fiestas de bodas, hacerla feliz y debería de compartir su alegría de su bebé conmigo! ¡Eso es lo que pienso Priscila!

Y sin decir más, se retiro de la mesa dejando a su familia boquiabierta con su confesión.

—¡William! — llamó Priscila al puerta del despacho de su marido — William tenemos que hablar.

—¡Déjame solo Priscila!

Sin hacer caso de las palabras de su esposo entró, para encontrarse la escena que creyó que sus ojos nunca verían. William Andly el frío,  distante y serio, uno de los hombres más poderosos de América estaba en el suelo y llorando.

—Estas llorando — afirmó Priscila sorprendida.

—¿Crees que no me duele el rechazó de mi hija? ¿Crees que cuando me contaste que Analia quería estar cerca de ti y de mí no, no me dolió? ¿Crees que no siento que cada vez que me cuentas sobre ella, sobre como te ha perdonado no es como un balazo recibido en el corazón?

A Priscila de verdad no había pensado mucho en su marido desde que su hija la perdonó, fue como si todos los demás hubieran desaparecido,  incluido su marido y no había pensado en que él también la estaba pasando muy mal.

—¿No lo entiendes? Ella es mi hija, mi pequeña, mi princesa. Ya perdí a una, pero no estoy dispuesto a perder a otra.

—William, querido — dijo Priscila con suavidad mietras le tendía la mano a su marido para que se levantará del suelo — Tienes que entender que para nosotros no ha sido fácil, ¿imagínate para ella? A mí me ha perdonado, sí. Pero también me ha costado.

—¿Y qué me sugieres que haga? Que me siente en está silla a recordar que la he tratado peor que una criminal. A maldecirme por casi enviar a la cárcel a nuestra hija. ¿Eso quieres que haga?

—Puedes empezar a ganar su confianza — sugirió Priscila — Has cosas que a ella le agraden y vas a ver como con el tiempo va a permitir que estés junto a ella. Mira yo sé que Candy me pidió que por el momento no quiere saber nada de ti — ese comentario que ya lo sabía, pero aún así siempre le dolía y cada vez más — Pero te ayudaré, te ayudaré a reconciliarte con nuestra hija.

—¿y cómo si se puede saber?

—Aun no lo sé, pero estoy segura de que de algún modo u otro lo lograré, lo lograremos y estaremos junto a nuestra hija y nuestro nieto.

—Creo que hice la mejor elección al elegirte como mi esposa — dijo William acercándose a su mujer y acariciándole la mejilla — Eres una gran mujer y aunque tú no me amaste desde el principio, yo a ti sí.

—¡Oh William!

Y los dos se demostraron su amor, ya que al fin y al cabo pocos eran los que tenía la fortuna de amar y ser amados. William seguiría el ejemplo de su esposa, la cual nunca se dio por vencida para obtener el perdón de su hija, por lo que él tampoco se daría por vencido.


Analia [Fanfics Candy Candy]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora