24) Tomboy

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Emilia tragó saliva, todo el salón estaba lleno de notitas de colores; desde las paredes hasta el pizarrón, donde en una cartulina se podía leer "500 motivos por los cuales me gustas"

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Emilia tragó saliva, todo el salón estaba lleno de notitas de colores; desde las paredes hasta el pizarrón, donde en una cartulina se podía leer "500 motivos por los cuales me gustas". Las piernas le temblaron y no por emoción, sino todo lo contrario

Tuvo que dar un par de pasos adelante para cerciorarse de que aquello era real y no una vergonzosa pesadilla. Entre aullidos por parte de sus compañeros, las miradas de borregos y algunas cámaras, giró para ver a Orlando que estaba justo tras de ella. Con eso le dijo todo y el bullicio se convirtió en cuchicheo.

Emilia tomó la cartulina con las manos temblorosas, levantó la cara y en voz baja se dirigió al creador de aquel detalle "romántico". Orlando estaba asustado, pero se mantuvo expectante hasta que la rubia estuvo lo suficiente cerca de él y le dijo:

—Ya habíamos hablado de esto. —Le pasó la cartulina con una expresión de desaprobación. El chico malo se quedó estático, sin poder tomarla.

—Pero, Emi...

—No —interrumpió, alzando la voz y negando con la cabeza para ser lo más clara posible—. ¿No te bastó con que te rechazara en privado? ¿Tenías que intentar doblegarme frente a todos? Suerte juntando el cochinero y encontrando tu dignidad.

Los compañeros empezaron a abuchear a la chica, a juzgar su comportamiento y eso no le cayó nada bien. De inmediato se llenó de recuerdos poco gratos. Soltó un bufido y buscó escapar de ahí a toda prisa, por fortuna tenía su celular con ella, así que mientras huía llamó a su papá.

—¿Qué pasó, hija? Voy manejand...

—Ven por mí —ordenó dando zancadas a la salida.

—¿Qué pasó, Emilia? Voy tarde al trabajo.

—Los chicos son idiotas, las chicas unas víboras y yo una maldita —refunfuñó a punto de llorar por la ira. Detrás de la línea solo hubo silencio, pero luego de un suspiro, Joel respondió.

—Espérame afuera, voy a retornar y pedirle permiso a tu prefecto para sacarte de la escuela.

La partida de Emilia había dejado al salón entre murmullos, caras de sorpresa y un Orlando intentando mantener la calma mientras despegaba, con ayuda de sus compañeros, los papelitos de las paredes

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La partida de Emilia había dejado al salón entre murmullos, caras de sorpresa y un Orlando intentando mantener la calma mientras despegaba, con ayuda de sus compañeros, los papelitos de las paredes.

No te pago para que me insultesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora