La popular tiene un crush con el nerd de su salón. Ella quiere su total atención y él...
¡Que lo deje en paz porque la odia!
***
Cayetano no ha tenido una vida sencilla, es desconfiado y muy hermético, la única compañía que disfruta es la de sus dos...
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El espejo con plumas rosas pegadas en las orillas se había vuelto el centro de atención de la habitación de Cristina. Emilia se sacaba fotos y modelaba con los collares de cuencas coloridas que su amiga le había prestado.
Ya pasaban las cuatro de la tarde, después de la despedida con los chicos decidieron darse un tiempo para que Cristina pudiera platicar, recibir consejos, desahogarse sobre la situación del día, así que optaron por finalizar con una "tarde de belleza".
—Amo como se ve esta esquina con tu espejo, la luz y todo, pero atrás sale ese poster de... sabe qué personaje con su espada y una máscara horrible arruinando el ambiente.
—Si quieres lo quito —habló Cristi, enajenada con sus uñas, sin darse cuenta que Emilia se había dado la vuelta y la miraba fijamente.
—¿Por qué lo quitarías? Es tuyo —preguntó tragando saliva, quería verse normal, pero su voz salió más baja y estaba segura que su cara tampoco le ayudaba.
—Ah, seguramente me harás quitarlo de todas formas para sacarnos fotos —habló la otra chica, viendo el resultado del pintauñas azul—. Uy, me encantó este color, mira esos brillos.
—Cristina, debo preguntar algo y necesito que me digas la verdad —advirtió Emili dando unos pasos hacia el escritorio donde su amiga se encontraba. La chica de inmediato asintió, poniendo atención a la cuestión—: ¿Crees que obligo a la gente a actuar como no es?
—¿Por qué me preguntas eso? —La respuesta solo la hizo confirmar sus sospechas, pero el gesto preocupado y la forma en que Cristi apretaba el pintauñas sin importar si arruinaba su labor, solo empeoró todo.
—Cayetano me dijo que siempre busco que todos actúen como yo. Fue un balde de agua fría, no sé qué creer porque bueno... sé que en ocasiones puedo ser cansona, pero ¿de verdad a ese punto?
Cristina tensó el rostro, quiso sonreír, pero terminó con una mueca de miedo.
—Bueno, la verdad es que sí puedes llegar a ser... ¿presionadora? Pero está bien, o sea, es tu forma de ser y creo que lo haces por el bien de los demás, no solo el tuyo —defendió sentada, no podía ocultar lo difícil que le estaba pareciendo aquello.
—¿Por qué no me dicen que pare? —cuestionó la chica levantando la ceja, el tema le estaba causando repelús.
—Es que sí te lo pedimos, pero no escuchas —murmuró Cristina, imitando la acción de esconderse entre sus hombros. Emili se cubrió la cara con las manos y soltó el aire con fuerza.
—Es que no me daba cuenta, carajo. Dime una ocasión donde te haya obligado a hacer algo que no te hacía sentir cómoda o te haya presionado para que hicieras lo que yo quiero —exigió levantando el índice, Cristina tragó saliva.
—Cuando me comentaste que mi bolsa de gato parecía de niña de primaria. Me gustaba esa bolsa y después de eso se la regalé a mi sobrina porque empecé a sentir vergüenza. Cuando me hiciste saltarme una clase. Cuando me obligaste a hablarle Lior. Hoy que me pides que te confiese esto mientras veo que pones cara de quererme matar —balbuceó lo último, subiendo las piernas a la altura del pecho y escondiendo la cabeza entre sus rodillas.