El lunes, Emilia entró al salón, sonriente, cargando un tupper rosa con ambas manos como si sostuviera una caja de joyas. Se acercó a los tres chicos de siempre que, como era costumbre, estaban sentados en el mismo lugar hablando entre ellos.
—¡Buenos días, infelices! Especialmente para ti, Cayerabo, porque hoy te traje una sorpresa —presumió, extendiendo sus brazos para que el chico tomará el refractario.
El gesto le sacó un carraspeó a Gracia por la incredulidad. Dudando y nervioso aceptó el regalo sin poder despegar la vista de Emilia.
—Esto es, woow, o sea, no me lo esperaba, ¿a qué viene? ¿Qué hay aquí? ¿Por qué me lo das a mí?—farfulló, levantando el tupper y revisándolo por abajo para tratar de ver que contenía.
—Ah, lo sé, soy un estuche de monerías —presumió lozada, viendo al cielo y poniendo el dorso de su mano bajo su barbilla—. Ay, ya ábrelo, es un trozo de Carlota de limón.
—¿En serio? Que rico, ¿cómo supiste que me gustaba? —Gracia no dudo más, quitó la tapa y el solo olor lo hizo saborearse.
—Mmm, para que veas que me intereso por ti. Pruébala, estoy segura que te gustará, le puse un ingrediente secreto.
—¡Oye, yo quiero! ¿Por qué nomás a él? —intervino Cristina, llevándose las manos a la cintura, Mateo en su lugar asintió rápido.
—Ah, claro que pueden comer, pero primero Tano porque la hice pensando en él —afirmó, juntando sus manos y llevándolas a su rostro como si fuese una chica tierna, actuación que hizo desconfiar a sus amigos.
Cayetano volvió al pastel, al lado de la rebanada estaba un tenedor con estampado de Hello Kitty, lo tomó extrañado y luego miró a sus amigos buscando aprobación. Emilia siempre era extraña para él, pero esa mañana parecía estar tramando algo grande.
—¿Qué me pedirás a cambio? —cuestionó antes de tomar el primer trozo.
—Ay, nada, pinche mamón. Solo estoy aprendiendo cocina así que tragas o te lo meto por el...
—Está bien, está bien. —Suspiró y sin pensarlo más devoró un trozo. El toque amargo del limón resaltando sobre la cremosa capa de galletas siempre le provocaba una felicidad casi instantánea.
—¿Rico? —preguntó Cristina, extendiendo la mano para quitarle el tenedor.
—Espera, otro pedazo más y ya, está muy rico. De verdad que sí, Emilia, ¿te pasó la receta Mateo? Está buenísimo —habló sin verla, intentando ser claro para seguir comiendo.
—No, la saqué de Internet. El sabor se debe a mi ingrediente secreto.
—¿Cuál es? —cuestionó el chico, arrancando un tercer trozo, Maty solo rogaba internamente alcanzar a probarlo.
—Es una historia graciosa, ¿recuerdas la vez que me dijiste que era una idiota y que mi única aspiración en la vida era ser una mantenida rogando que no se cansaran de mí? —inquirió con una sonrisa sarcástica.
Gracia de inmediato cerró los ojos y bajó los hombros.
—Emilia, en verdad lamento eso, yo...
—Sh, sh, sh, espera. Eso me sirvió para crear esta receta que se llama: trágate tus palabras... y algo más. —Encorvó un poco el cuerpo para que Cayetano la viera a los ojos, haciendo que la tensión se volviera densa y emocionante para Cristina y Mateo.
—¿Qué le pusiste? —cuestionó Cayetano apretando los párpados, aún con la comida en la boca.
—A ver, limón, leche condensada, galletas, leche evaporada y... una dosis considerable de mi saliva. Sí, le escupí. Sí, te lo acabas de comer.
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No te pago para que me insultes
Teen FictionLa popular tiene un crush con el nerd de su salón. Ella quiere su total atención y él... ¡Que lo deje en paz porque la odia! *** Cayetano no ha tenido una vida sencilla, es desconfiado y muy hermético, la única compañía que disfruta es la de sus dos...