51) Dance Monkey

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Tras despertar con una llamada de su hermana, avisándole que no fuera a trabajar porque le había mandado un regalo atrasado por su cumpleaños, y estaba por llegar ese día, Cayetano, con aprobación de Beba, planeó "su día libre"

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Tras despertar con una llamada de su hermana, avisándole que no fuera a trabajar porque le había mandado un regalo atrasado por su cumpleaños, y estaba por llegar ese día, Cayetano, con aprobación de Beba, planeó "su día libre".

Le ponía de buenas saber que Camila había ahorrado para sorprenderlo y por más que intentó, no logró sacarle ni una pista de lo había mandado. Se pasó la mañana haciendo limpieza, lavando ropa y preparando comida. Tenía planeada una tarde de videollamadas y películas con sus amigos. Sus pendientes lo mantenían vigilando el teléfono, cosa que no le agradaba porque Emilia subía estados sobre una salida al cine con amigos y de imaginarla con Gael se le quitaba el ánimo.

«Es absurdo, ni siquiera tendría porque revisar sus estados primeramente. Pero aquí estoy de imbécil, viéndola tomar un frappé con este idiota que parece sacado de una película adolescente. Ojalá le dé una gripe por comer hielo y tenga que estar lejos de Emilia» pensaba con un gesto de asco.

Sobre las cuatro de la tarde, poco antes de conectarse al chat de sus amigos, el paquete misterioso llegó a su casa.

«Por cosas como está me gusta ser mayor de edad» se dijo a sí mismo, mientras sonriente firmaba la entrega. Se despidió del repartidor como si lo conociera y  corrió a la mesa para destapar la caja. Una sacudida empezó desde la punta de sus dedos, recorriéndole el cuerpo hasta causarle cosquillas en los pies.

—¡No puede ser, no puede ser, Camila te amo! —No le importaba hablar solo, ni siquiera se dio cuenta por estar emocionado sacando la cajita de madera con flores talladas en la parte superior.

Recuerdos.

Aquella caja contenía recuerdos en forma de fotografías. Podía volver a ver el rostro de su madre desde diferentes ángulos, permitiéndole no olvidarla. Recuerdos que atesoró en su habitación, hasta que tuvo que mudarse a la fuerza y pensó que jamás podría volver a verlos. Quería llorar de la emoción. Le mandó mensaje a su hermana con las manos engarrotadas, necesitaba agradecerle por hacerlo tan feliz.

Tomó el puñado de fotografías revueltas y las apiló para embelesarse con los colores, volviendo a vivir aquellos momentos, donde si bien no era el niño más feliz, le sacaban una sonrisa. Cumpleaños, fiestas, albercas, salidas, todo parecía alegre, todo lo hacía sentir calidez. Hasta que su burbuja de buenos recuerdos se opacó al encontrarse con su mayor miedo plasmado en una polaroid.

La comida se le regresó de golpe, le quemó la garganta y le provocó correr al baño entre arcadas. No tenía tiempo de pensar. Ni siquiera podía asimilar aún lo que le causaba. Recuerdos malos, sobre cicatrices que solo él conocía. Había enterrado aquella foto en su memoria, pero tomar la imagen entre sus dedos era como volver a vivir el miedo, la angustia, el asco y poco a poco se llenaba de resentimiento.

«Solo era una puta foto, Cayetano, no seas tan ridículo» se regañaba en la mente, mientras volcaba el estómago. Eso le pasaba cada vez que revivía su infancia.

No te pago para que me insultesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora