41) Banana Brain

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Pasaban de las seis treinta, Cayetano estaba solo con Cristina, acomodando la mesa en el patio y dejando botanas, refrescos y algunas decoraciones

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Pasaban de las seis treinta, Cayetano estaba solo con Cristina, acomodando la mesa en el patio y dejando botanas, refrescos y algunas decoraciones. Él quería lucir centrado, tranquilo, pero la realidad era que había un hueco en su estómago y un enjambre en su cabeza.

Emilia no asistió ese día a la escuela. Aunque por mensajes habían acordado que todo estaría bien entre ellos, ella dejó de responder y por la mañana se dedicó a subir estados paseando por el centro comercial junto a su hermana y otro chico de cabello esponjoso al que etiquetó como Mauricio.

No quiso preguntarle si se pasaría por su casa porque ella le había dicho que sí desde el lunes, pero la duda le trepaba como arañas conforme los minutos pasaban.

«Tal vez llegue junto con Mateo y Iarely» pensó con la vista fija en algún punto de la mesa.

—¿Quieres agarrar refresco o por qué lo miras así? —cuestionó Cristina, haciendo que Tano volviera a la tierra.

—Ah, no, no, solo estaba... ya sabes... un poco ido.

—Has estado serio todo el día, ¿te sientes bien? ¿Es por tu hermana o tu papá? Sé que te duele que Camila esté lejos y la situación con tu padre, pero las cosas pasan por algo y no seré tu familia, pero sabes que puedes apoyarte en mí. Ya eres un hermano más —explicó con un abrazo que reconfortó a Tano, llenándolo de esa bonita sensación de cariño correspondido.

—Gracias, Cristina, por estar aquí. Por seguir aquí. —La chica se separó para que pudiera verla sonreír y de igual forma verlo a él.

—Qué agradeces, tonto, es un día especial para festejar a una persona especial.

—Ay, tú eres más especial... En fin, ¿te subirás al brincolín? —cuestionó, señalando al otro lado del patio.

—Sí quiero, pero me da un poco de pena. Ya veremos más tarde si alguien se une, igual aún está el sol... A todo esto, ¿tú pediste el brincolín? —preguntó Cristina, mientras vaciaba bolsas de papas en un tazón grande.

—No, fue Beba, algo así de que no quiere que crezca y no sé qué. ¿Tocaron la puerta?

—Yo no escuché, pero vamos a ver —propuso Cristina, ambos caminaron de nuevo por la casa, Cayetano se apretaba los dedos con la mano contraria.

La reja volvió a sonar, alguien estaba llamando. Intentó disimular la sonrisa, algo dentro de él le decía que era Emilia. Respiró profundo, pero al abrir la puerta ella no estaba ahí, eran Mateo y Iara.

—Ey, gracias por venir —articuló en cuanto se dio cuenta de que su decepción lo hizo quedarse pasmado en el umbral—. Pasen, está abierto.

—Feliz cumpleaños, Cayetano —deseó Iarely sin mucho ánimo, a la par le extendió una bolsa de regalo color rosa palo—. Si quieres me voy, eh, tampoco vengo a aguantar caras.

No te pago para que me insultesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora