XXVII

321 67 52
                                    

Jueves

—Vamos una vez más. —Ordenó con frustración. El equipo hizo caso y Mónica comenzó a golpear las baquetas con los tambores y platillos de la batería.

Todos estaban cansados, les dolían las manos, y querían solo tomar algo de agua y recostarse. Llevaban practicando la canción por horas y estaba perfecta, pero Reborn quería que todo estuviera más que perfecto. Habían estado empezando a practicar desde el martes en la tarde cuando le confirmaron al skater que la bajista, Dulce, había accedido. Un gran respiro y una sonrisa salieron de él en ese momento en que la castaña se lo dijo en esa clase del lunes, y entonces solo le faltaba alquilar una batería y tener un lugar donde ensayar con su ¿Banda? O algo así.

Dulce Garcés era la alegre y extrovertida Mexicana que también había llegado el año pasado junto con Lana y Akira, pero no por el programa de intercambios. La castaña contó que sus padres querían alejarla de su entorno natural, de la rutina y darle una buena educación a su rebelde hija. Dulce también dijo que si no hubiera ido al pueblo, estaría en un reformatorio. De verdad era rebelde, pero ahora era muy amable, carismática, y algo malhablada.

Eran aproximadamente las ocho de la noche y estaban en ensayo general. El gran día era mañana y no se perdonarían una falla o error en notas.

Según Lana, que había insistido en encargarse del vestuario, solo faltaban algunas cosas pequeñas para que todo estuviera completamente listo. Todos se estaban esforzando mucho para esto, como si fuera un concierto real cuando solo era un show de mierda en el colegio. Hazlo en grande o no hagas nada, como diría el buen Alex. De verdad que las personas que había conseguido allí, la ayuda que obtuvo, y la solidaridad de la gente de el pueblo era sorprendente. No se lo creía aún.

—Ese fue un gran ensayo, equipo. —Comentó la madre de Reborn entrando al garaje, la canción ya había terminado así que todos la oyeron—Ya es algo tarde, niños. Será mejor que vayan a sus casas y descansen. Mañana es el día.

—Ah, ¡Gracias! —Agradeció la castaña uniendo ambas manos por un momento—Creí que ahuevo teníamos que estar aquí hasta las doce o una de la mañana.

—Dulce, solo estuvimos aquí tres horas.—Rió la pelinegra para después tomar algo de agua.

—No, wey cállate el hocico. Me duelen las manos y no es broma.—Protestó riendo y tocándose la mano derecha.

—Chicas, quiero decir gracias antes de todo. Gracias por ayudarme y hacer de esta experiencia una puta locura, de verdad nunca pensé que encontraría personas que quisieran ayudarme tanto con algo como esto. —Soltó una vez su madre se había ido nuevamente.

—Es un placer ayudar, y de algún modo te lo debo. —Se encogió de hombros Mónica con una sonrisa ladina adornando su rostro y un ceja alzada.

—A mí me gustó la idea de una banda de un solo éxito. Además, Lana me pidió el favor, no pude negarme. —Rió por lo bajo—Antes no los conocía, pero me caen bien ustedes dos. Tienen energía similar. —Ambos rieron a eso. Tal vez un poco, pensaron. Un claxon sonó fuera de la casa—Oh, es papá. Descansen, mañana es el gran día. Adiós.

Dulce se despidió de todos y finalmente se fue, y una vez se fue Mónica también tuvo que irse. No fue muy lejos, se iba a quedar con Lana y Nieves para no tener que ir a su casa a esas horas, porque aunque el pueblo era tranquilo no quitaba que pudiera ser peligroso.

Había quedado solo en el garaje, con cansancio recorriendo su cuerpo y con adrenalina en sus venas. Todos estos días había estado más nervioso de lo normal, pensar en lo que haría mañana hacía que sus latidos incrementaran de sobremanera. Solo pensar en eso lo ponía de los nervios, y le hacía gracia que iba a cantar en frente de toda la escuela pero le daba miedo confesarse directamente. El ser humano es un enigma.

El Chico Del Skate [Luzuborn] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora