Capítulo 22

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Promesas.

Dakota.

Brasil, Río de Janeiro
25 de junio del año 2017

Después de la declaración que hice a Evan sobre la situación de Alejandra, se alejó de mí.

No me dirigía la mirada, me evitaba en clase cuando intentaba ayudarlo con algún proyecto o tarea. Se alejaba de mí en los recesos. Me evitaba a toda costa y ni siquiera sé el porqué.

Alejandra no ha regresado a clases, he ido a buscarla a su casa, pero no habré la puerta y su madre dijo que no quiere hablar con nadie, mucho menos con ella.

¿Cómo lo haría? Su madre es una alcohólica que se la pasa de bar en bar empinándose cada botella de cerveza y Alejandra, no sé lo que se siente, pero me he imaginar que horrible, ¿cómo no estarlo? La... joder, la violaron.

Lo peor de todo es que nadie podía detener lo que estaba sucediendo en ese momento, lo intenté, pero no me lo permitieron, aunque no sufrí lo mismo, si sufrí manoseadas de parte del otro hombre.

Por lo que veo Alejandra no sé lo ha dicho a nadie, ni a su propia madre. He considerado ir a denunciarlo, pero dudo que Alejandra declaré, después de todo no es la primera violación que pasa en esta ciudad y no hacen nada para bajar la tasa de abusos y violaciones contra la mujer en los últimos años.

Parece que no les importará y lo tratan como si no fuera su puto problema. Detesto esas acciones y por lo que veo Alejandra siente que declarar solo lo hará caso perdido.

Quiere evitarse cuestionarios y mucha más mierda, como si no conociera a mi mejor amiga. Por más que ella lo quiera evitar, necesita ayuda psicológica, esto no es un pequeño problema mental.

Es uno grande...

Esto es algo que le quedará clavado para el resto de su vida y al menos necesita ayuda psicológica. El pecho se me hunde en odio, en ese sentimiento que creció dentro de mí por ese hombre que se atrevió a tocar a mi mejor amiga delante de mis ojos, y parte del odio es hacia mí por no haber podido hacer nada para ayudarla en ese momento.

Yo corrí con la suerte que no me hicieran nada, pero no quita el hecho que fui manoseada por el compañero del hombre quien violentaba a mi mejor amiga. Me golpeó la cabeza automáticamente de solo recordar como sus manos recorrían mi cuerpo, siento el asco en mi cuerpo. Llegan las náuseas a mi garganta.

Detengo mi caminar, me sostengo por una valla de las casas. Mis pensamientos se inundan de ese momento que tanto como a mi mejor amiga y a mí, nos dejó una marca de por vida.

Camino de nuevo, como todos los días a su casa. En espera que está vez si me habrá la puerta, necesito volver a verla. Necesito que salga y me deje abrazarla, decirle que todo estará bien por una vez en nuestras jodidas vidas. No dejarla sola en el proceso que necesita, ayudarla y cuidarla porque es lo más valioso que tengo desde que era una niña.

Ella no me ha dejado sola, en ningún momento, yo no puedo hacerlo ahora.

Tocó el timbre, nada.

Tocó la puerta, nada.

Me siento en la acera esperando a que alguien me habrá, pero sabía, muy dentro de mi sabía que no lo haría.

Mis ojos comienzan a cristalizarse con solo recordar ese día, no me lo he sacado de la cabeza, los gritos de ayuda de mi mejor amiga eran tan claros para mí, pero tan bajos para las personas, la lluvia no era de ayuda ese día. No debí incitarla a salir de su casa...es mi culpa.

Ojos de Miel © [Completo ✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora