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Salí corriendo por el pasillo entre los estudiantes, algunos los esquivaba y otros no tenían esa suerte. Y, me daba igual. No sentía nada. No era capaz. Sólo podía pensar en lo gilipollas que era y que había sido. Y en que nunca cambiaba. Y, eso, antes o después , me daría un palo que te cagas. Seguro.
Y tan mal encaminada no iba... Y tanto que no...

Las lágrimas caían por mis mejillas y escuchaba de fondo a Zev y André gritar mi nombre a lo lejos, pero en estos momentos me daba igual. Es la primera vez que lloraba en público. No lo podía creer. Estaba llorando. Yo. Con todo el instituto delante. Viéndome. Llorando. Por un idiota. Ay. Dios. Mío. Ni en el funeral de mi padre lloré. Ni cuando me enteré de su muerte. Esperé a llegar a casa para poder desahogarme.
Nunca me había gustado eso que hace la gente de expresar sus sentimientos en todo su esplendor. Siempre lo he visto como algo que la gente usa y muestra a su antojo y que otros pueden usar contra ti en un momento dado. Porque sí, así de tirano puede llegar a ser el ser humano. Y eso no es nada. No es más que la punta del iceberg.

Estaba tan sumida en mis penas que ni me di cuenta cuando de repnete, choqué con un gran bulto y eso fue lo que me hizo salir de mis pensamientos y regresar al mundo real. Corrijo. Al *asqueroso* mundo real.
Eso está mejor, muy bien Mía.
¡Guau!
Tampoco te flipes...

Dirigí la mirada rápidamente hacia arriba y me crucé con una azul eléctrico, esos ojos tan perfectos, con esas pupilas algo dilatadas y sus largas pestañas. Una sonrisa diminuta se formó en el rostro de él, una que se  me contagió. Pero bueno... ¿¡Alguien me explica qué cojones me pasa hoy!?

- P-perdon -dije, con mucha vergüenza.¿Por qué? No lo sabía. Quizás era por lo rara que estaba hoy. O porque ni yo me entendía. O por los quinientos mil problemas existenciales que tenía. O por la amargura que llevaba encima. O por lo desganada que estaba. O porque cuando saliera del instituto, debía hacer no sé cuántas cosas, yo sola, sin ayuda de mi madre, por supuesto. Eso siempre era así. Ella mucho mandar y poco hacer. Aunque, en parte, lo entendía.

- Mira por donde vas, Lason -dijo él, acariciando mi cabello, sin despeinarlo, al revés, aplacándolo suavemente. Ni muy fuerte. Ni muy suave. En el punto perfecto. Como a mi me gustaba. En pasado. Porque aquel simple gesto, me traía recuerdos que nuca quería recordar pero muchísimo menos en ese momento. Recuerdos relativos a mi padre. Pero, extrañamente , con Iván no me pasó eso, a ver , sí, me recordó a papá, a casa, pero no de una forma trágica, si no , de una nostálgica y positiva, como diciéndome: sé por lo que has pasado y estoy aquí para ayudarte a superarlo y a seguir y generalmente en todo lo que te haga falta por el resto de mis días.

Amén.

La mayoría de la gente, me solía despeinar cuando me tocaban el pelo. O lo hacían con una increíble brusquedad. Por ello, opté por no dejarle a nadie que lo hiciera. Muerto el perro se acababa la rabia, ¿no?

- L-lo m-mismo d-digo I-Ivan -dije, balbuceando y sintiendo como mis mejillas ardían. Y ésta fue la primera vez que un chico, conseguía que me sonrojara.
Desde que tengo consciencia, han habido muchos chicos interesados en mí, puede que por mi cuerpo, puede que por mi forma de ser ( aunque entonces son más gilipollas de lo que pensaba), puede que por lo que ellos llaman ser "misteriosa", pero nunca me habían importado ninguno. Nunca había querido estar cerca de ninguno. Con Iván... ese sentimiento de rechazo... simplemente desaparecía.
O eso creía.

Zev llegó por detrás de mi y puso sus manos al rededor de mi cintura atrayéndome a él. 
Y las ganas de golpearlo volvieron a mí, pero no quería seguir montando espectáculos. No por nada, si no porque al final, acabaría saliendo algún profesor, o peor, la directora. Y juro por Dios que eso es lo que menos falta me hace ahora mismo.

-Aléjate de mi novia, Cassen -dijo él, con una sonrisa falsa, la misma que le ponía a su supuesta "competencia", como él decía cuando estaba con una chica y varios tíos intentaban llegar a ella. O la misma que usaba en los partidos, cuando cometía una falta, pero el árbitro, su padre, no hacía nada en su contra.
Y esas son las ventajas de Zev:
-Ser popular.
-Un padre que le podía salvar prácticamente de todo.
-Una familia con dinero.
-Unos padres que le querían.
-Una auténtica novia, que daba la vida misma por él.
-Medio instituto detrás de él ( aunque eso a él le solía agobiar, o eso decía)
-Sus padres eran muy amigos de la directora, por lo cual, era imposible que le expulsaran, que suspendiera o que repitiera.
En resumen, la vida perfecta, pues esa era la de Zev. Si es que hasta el lo admitía, venga ya chaval. Más ego y no nace.
No lo entiendo.
O no quiero entenderlo.
Él, realmente, no se merece esa vida. No se merece tantos lujos ni tantos privilegios.
Hay gente que sí.
Y no tienen ni la mitad que él.
¿Por qué la vida era así de injusta?
A veces, cuando me pongo en plan filosófica, pienso que la vida fue creada por ladrones, que nos quitan lo bueno cuando ellos quieren y nos dejan más que con lo malo.
Tiene sentido ¿No?
Jeje.

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora