-¿C-cómo m-me d-dijiste? -pregunté, abriendo los ojos como platos ante aquella pequeña y corta palabra tan inocente.
-Ángel, te dije Ángel, eres mi pequeño Ángel, Lason, siempre lo has sido y siempre lo serás. - dijo el con una pequeña sonrisa de lado, que desapareció al escuchar la puerta del despacho de la directora abrirse de par en par ante nuestras narices, dejando ver a los tres chicos, a mis mejores amigos, los cuales me miraban con diversión y una sonrisa pícara se apoderó rápidamente de sus rostros. Detrás de ellos, estaba la directora, quien de seguido, me pidió entrar nuevamente. Las caras de los chicos cambió rápida e inmediatamente a una de confusión, la mía, en cambio, mantenía una reacción neutra, sabía a la perfección lo que mi madrina iba a tratar de hablar conmigo, lo que ella no sabía o no se esperaba es que yo me negaría a ello y no cedería ni un pelo, o eso intentaría.
Ah, se me olvidaba mencionar que la directora actual de mi centro educativo, es mi madrina. Por ello, sabe de los abusos de mi madre hacia mi, por ello, me recomendó el psicólogo y habló con mamá para tratar de convencerla. ella me recomendó a una tal Liz Cassen, sí, la madre de Iván Cassen Smith, la misma. Por lo que se ve, ella era psicóloga y, además, de una gran calidad. Era muy amiga de la directora, por lo cual, le hizo el favor de tener algunas consultas conmigo. Éstas, empezaron siendo muy irregulares, ya que hubo un gran tiempo en el que la mujer estuvo demasiado ocupada, era mucho trabajo de una vez para una sola persona y entendía que se agobiara. Luego, pasaron a tener unas pautas fijas, una vez en semana. Al poco tiempo, la mujer me dijo que yo necesitaba más consultas con una mayor frecuencia, a lo que yo accedí fácilmente, me agradaba pasar tiempo con ella, aunque fueran por traumas o problemas de salud que acabarían por matarme antes o después. Más tarde, tras casi un mes, me pidió que fuera más frecuentemente, que ya tenía más tiempo y que podría atenderme mejor, sin tantas prisas. Las consultas se intensificaron, empezaron siendo dos veces por semana, pero acabaron siendo día tras día, lo que ya me aburría. Realmente, no me importaba lo más mínimo que mi salud estuviera en riesgo, que pudiera morir o que tuviera no se cuantos mil traumas, como dijo Liz. Realmente deseaba sobre todas las cosas acabar con mi vida. En las últimas semanas, aquel deseo se intensificó notatoriamente, por lo cual empece a drogarme más y más, cada vez más frecuentemente y con cosas mucho más fuertes a la anterior. A causa de ello, mis notas bajaron mucho, a lo que mi madre no reaccionó nada bien, obviamente, y comenzó a pegarme cada vez más fuerte.¿ Por qué no la denunciaba? Era mi madre, me gustara o no, en el fondo la quería y no podía hacerle eso, al menos no ahora. También yo sabía perfectamente que me lo mereci6a. Todo fue culpa mía, mía mía mía y solo mía. De nadie más. No podía culparla a ella de algo que realmente no tenía nada que ver. Mi madre no había tenido la culpa de que, después de la muerte de mi padre, no supiera sobrellevar yo sola el dolor y recurriera a las drogas y al alcohol. Al menos no tuvo la culpa totalmente.
Entré, bajo las miradas de todos, al despacho de mi madrina.
Cerré la puerta rápidamente tras de mi y me dispuse a sentarme en una única silla vacía, en frente de la de mi madrina. Y, sólo por la expresión que ella tenía, sabía que no me había equivocado antes al pensar en qué tema de conversación podría querer tratar. Y sí, era el mismo que no estaba dispuesta a tratar por nada del mundo y con nadie del mundo. Bastante era ya que lo tratase con Liz casi diariamente y, ¿Encima también con mi propia madrina que a penas sabía nada del tema, sólo por encima ? Perdona pero no . No cedería ni un poco. Por más que lo intentara. O eso quería hacerme creer . Y es que, al revivirlo todo en mi cabeza, un escalofrío de mayor intensidad me recorrió la columna vertebral de arriba a abajo. Es más, juraría que incluso temblaba de miedo. Y no era coña. Podía sentir mis pies repiquetear contra el suelo de hormigón bajo mis pies y no, precisamente, por voluntad propia. O mis dedos hacer lo mismo pero en mi regazo. Joder. Como siguiera así... Apañádos íbamos...

ESTÁS LEYENDO
Inefable
Mystery / ThrillerInefable: algo tan increíble que no puede ser expresado en palabras.