~7~

82 16 2
                                    

-Ehh...yo...mmm... -balbuceó, en un penoso intento de buscar una excusa lo suficientemente creíble. Pero me da que no.
-Estoy esperando una respuesta, no es por nada... -digo alzando una ceja. Realmente sentía curiosidad por averiguarlo. Generalmente todo en Iván inspiraba misterio y curiosidad. Era como si él se cerrase a sí mismo y te incitase a abrirle, a descubrirle, no sé si me explico bien, pero me da que no jeje. Bueno, total, a lo que íbamos...
-Compartimos una clase... -dijo, con voz temblorosa- además, ser novia de Zev sube mucho tu estatus, ¿sábes? -dijo, con un tono burlón, aunque un atisbo de tristeza se instaló en sus preciosos ojos azul eléctrico. No, por favor. No. No. No. Y no. Decidme por favor que no se había creído lo que había dicho Zev. Yo flipo. Puto Zev.
Sentí el ardor subir al instante por mis mejillas.
- ¡NO ES MI NOVIO! - digo, dándole un suave golpe en el brazo. Sabía que era de coña, pero dentro de poco sería algo que todos usarían en mi contra y para hacerme daño o reírse y burlarse de mí. Un escalofrío me recorrió toda la espina dorsal. Y yo que sólo quería pasar desapercibido... Entre la muerte de mi padre -por lo cual toda la atención del instituto se centró en mí y solo se hablaba única y exclusivamente de eso- y ahora todo este follón de mierda por culpa de Zev ... No conseguiría pasar desapercibido ni en mil años, vamos. Perfecto. Olé yo. Joder.
-¿Debería estar asustado? ¿Eso es lo mejor que sabes hacer? -dijo, con una mirada desafiante y a la vez burlona.
-Más quisieras, Cassen-digo, con un tono de superioridad, a punto de estallar en sonoras carcajadas.
-¿Y cómo sabes tú mi apellido, si se puede saber? - dijo, alzando una ceja.
-Pues no, que no se puede saber,no -digo,sacándo la lengua. Me agradaba estar así con alguien. Hacía mucho tiempo que no podía.
Él solo me guiñó un ojo y yo automáticamente los rodé.
-Ya, fuera bromas, ¿te duele? -dije, con la preocupación grabada en los ojos. Y es que de verdad estaba preocupada. Osea, acababan de liarse a guantazos, puñetazos y Dios sabe qué más, eh,¿Hola? ¡Es para estarlo joder ! Y verle a él tan tranquilo y más preocupado por mí que por sí mismo sólo aumentaba el coraje que se empezaba a instalar en mi pecho. ¿Cómo después de haberse peleado con el capitán de fútbol del instituto podía seguir tan preocupado por mí pero ni una milésima por sí mismo? Osea, las heridas estaban ahí , se veían, y los golpes también se habían visto. Habían sido reales. ¿Cómo tenía tanto control? Estaba fascinada. Una de dos, o tenía buen aguante al dolor, o simplemente, era tan testarudo que no se echaba cuentas a sí mismo y se preocupaba más por alguien a quien básicamente acababa de conocer.
Sí,creo que más bien la segunda.
Qué preguntas tienes, hija mía. A veces me da vergüenza ser tu consciencia.
¿Y tú desde cuando estás ahí?
¿Puede  que desde que pusiste un pie en este mundo? No sé, digo yo  , vamos.
A ver, se que estoy loca, pero no me esperaba que llegará a tanto.
Tranquila, es normal. Esto sólo pasa cuando te paras a razonar algo,  cosa que no estás acostumbrada a hacer por lo que veo.
Y, ¿Se puede saber cuándo coño lo haces tú? Menos veces que yo te lo aseguro.
Ay chiquita mía, ¿no te das cuenta que todo lo que tú "piensas" ya lo he pensado yo unas veinte veces antes ?
Paso. Si seguimos así no acabaremos nunca. Por esto es mejor ignorarla y no entrarle a juego.
Joooo yo que me quería divertir un ratito.
¿Qué pasa? ¿No tienes cosas de consciencia que hacer? ¡Pues vete y hazlas coño!
Hum... Parece que se ha callado...
-Un poco solo, pero hay cosas bastante más importantes que el dolor en este momento, Mía -dijo acariciando mi barbilla.
-Uh-uh- dije yo, mirando embobada sus ojos azul eléctrico. Por una vez , conseguía mirar fijamente algo y no sumergirme en un bucle de pensamientos. Por primera vez conseguía no pensar en mi padre. Olvidarlo todo. Seguir con mi vida normal. Como si nada hubiera pasado. Nunca. Con nadie. En ningún momento. Como si cuando saliera de aquí no tuviera que hacer quinientas mil cosas en casa y ver como mamá se droga y se mata a sí misma lenta y dolorosamente. Lo olvidé todo. Dejé la mente en blanco. O en azul, mejor dicho.
-Tierra llamando a Lason,¿me recibe? -dijo riendo bajo. El mejor sonido que mis pobres oídos habían oido jamás. Sin duda alguna. Ojalá fuese eterno.

Puede serlo si te lo propones, guapa.

-Ehh... sí, ¿qué decias? -dije sonrojandome, muerta de vergüenza.
-Nada importante -dijo rodando los ojos, cómo no.
Se inclinó un poco más, paso los brazos por mí cintura, me atrajo a él y enterró la nariz en el hueco que une a mi cuello con mi hombro. No tardé ni un segundo en rodearle el cuello con los brazos y enterrar la cara en su firme pecho.
Nos separamos a los pocos segundos, cuando sonó el timbre indicando el cambio de clase y nos sonreímos.
Después de eso, cada uno se fue por su lado, yo a clases de cálculo y él a historia. A mitad del pasillo escuché:
"¡¡Adiós Lason!! -gritó Iván, entre risas, cosa que no descifraba el por qué, hasta que ocurrió.
Adiós Cassen- dije contagiandome de su risa.
Hasta que choque por segunda vez en el día con un bulto. Sólo que, esta vez, ese bicho, no era quien quería que fuera. O para lo que quería que fuese. Esa vez, no vería esos imponentes ojos azules eléctricos que tanto me llamaban la curiosidad. Aquellos que emanaban misterio y una chispa de peligro. Tan tentadores. Tan irresistibles. Tan mágicos y tan únicos. Aquellos ojos tan  perfectos eran sus ojos.
Igual de perfectos que quien los poseía.
Y aquella sonrisa brillante  , que deslumbrado a cualquiera y alegraba el día hasta a la más amargada persona sobre la faz de la tierra.
Osea, hasta a tí.
Mira, te conozco desde  hace ni media hora y ya te odio así que tú verás.
Oiii gracias, ¡me alagas!
Uffff, estaba mejor cuando no te conocía...
Lo mismo digo, chica
¡Pues vete! en ningún momento te pedí que estuvieras ahí.
Ay... si fuera tan fácil...
Lo que tu digas...
El notable dolor de cabeza proporcionado por el golpe más fuerte de lo habitual, me sacó de aquel debate con mi supuesta "consciencia" de la que a los dieciséis era consciente.
Involuntariamente, llevé mi mano derecha hacia mi cabeza y suavemente, la masajeé, intentando aliviar el dolor.

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora