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Notita: en mi perfil ya está disponible mi nueva historia "Euforia" , os agradecería mucho que le echaseis un vistazo... ❤️
Era una aburrida mañana como otra cualquiera. Iba camino del instituto, pensando en lo que debía hacer ese día, en resumen, todo muy aburrido, muchas clases, muchas tareas, mucho esto, mucho lo otro ... Meto mi mano en el bolsillo del pantalón y saco una cajetilla de cigarros junto a mi mechero, me llevo uno a la boca y lo prendo. Di una fuerte calada cuando me encontré con André, mi mejor amigo. Rápidamente, tiré al suelo el cigarrillo y lo aplaste con el pie, ya que a él no le gusta que fume y mucho menos que me drogue y además, él no soporta el humo.

-Mía, ¿otra vez fumando? - dijo él soltando un enorme bufido

-Si, ¿algún problema ?- dije seca mirando fijamente a sus ojos

-Pues la verdad es que sí, vas a acabar con tu salud ... - comenzó, otra vez, con su estúpido sermón de siempre, el mismo que me soltaba todos los días desde lo ocurrido con mis padres. Me lo sabía ya de memoria perfectamente. 

-Tú lo has dicho MÍ salud -dije algo enfadada porque se que en el fondo sabía perfectamente que lleva razón pero mi  gran orgullo, no me  permitirá jamás  reconocerlo.

Él miró fijamente mi antebrazo y habló

-¿Otra vez tu madre? - dijo decaído

Yo solo asentí, bufando. Estaba ya harta de mi madre, de sus agresiones hacia mí, de siempre tener que callarlo todo, de tener que cuidar de mí misma , de mi madre, de la casa, estudiar... esto era agotador y sí, esta es mi vida. Según la gente, toda vida tiene algo bonito, si pues yo a la mía no se lo veo...

Él iba a hablar pero el timbre avisando que fuéramos a clases sonó y se lo impidió. Nuestros caminos se separaron ya que yo tenia Historia y él Cálculo. Hasta después de la hora de comer, nuestras clases no volvían a coincidir y solo nos quedaría una última clase así que tampoco pasaríamos mucho tiempo juntos cosa que, en parte...a ver...¿ cómo decirlo?... me traía cuenta realmente y me beneficiaba bastante ,la verdad. Que no digo que no le quiera ver, eso jamás, solo digo que un descanso de vez en cuando... nunca viene mal a nadie, ¿ no? además, para soportar sus aburridas charlas de física cuántica -cosa que por más que me explica lo que es, yo sigo sin entenderlo, sí, así de tope soy ,bueno, y esto no es nada...-

La clase se hizo muy pesada y aburrida y comencé a dibujar en mi libreta hasta que algo me sacó de mis pensamientos.
Más bien alguien.
La puerta de la clase se abrió inesperada y fuertemente dejando ver a un chico de ojos azul eléctrico. Nuestras miradas se cruzaron hasta que la profesora habló.

-¿A que se debe este retraso, señor Cessen ? - dijo la profesora, algo enfadada.

-Disculpe maestra yo...-dijo él. Parecía estar buscando una excusa, pero me da a mí que ninguna lo suficiente buena se le ocurrió. 

Él siguió hablando, y, por supuesto, la profesora pegando voces, parecía que estuvieran matando a un pobre e indefenso cerdito. Sinceramente, desconecté todo de mí y me sumergí en mi mundo. Viendo que no iba a hacer nada productivo el resto del día, -bueno, o hasta el almuerzo, depende- salí del aula, dejando atrás a los gritos de la profesora, a los murmullos y las risas de mis compañeros y a la de seguro, sonrojada cara del pobre chico. 

Sin darme cuenta, había salido del edificio y me encontré a mí misma, parada, en mitad de las pistas. Por suerte, en ese momento estaban todos en clase y no había nadie que me molestara, juzgara o criticara. Y lo mejor de todo es que ese día, no había partido de fútbol así que , si decidía seguir ahí parada, no recibiría ningún golpe de la pelota. Me puse a observar los alrededores, en busca de algún sitio en el que estar a gusto. 

Fui pasando la mirada por cada una de las partes que formaban las pistas, pero ninguna me llamaban la atención... un momento... 

El banquillo.

Llegué y me senté cómodamente, con las piernas cruzadas y apoyando la espalda en la pared de detrás. Me quité la mochila y la dejé a un lado. Busqué y busqué, estaba casi por darme por vencida hasta que lo encontré, mis papelitos pero joder solo me quedaba este y otro más. Ésta tarde debía ir a por más, si no, aseguro que no llegaría viva ni a la hora de cenar.

Rápidamente y con cuidado de no quemarme - porque sí, más de un año consumiendo ésta mierda y aún había veces que conseguía quemarme con el mechero al encenderlo- lo enciendo y me lo llevo hasta mis labios , doy una calada y siento la mirada de alguien sobre mí. Giro mi cabeza y veo al chico de antes , Ivan Cessen.

-¿Quieres una foto? - dije, al ver que me seguía mirando

Soltó una risa floja y dijo :¿también fumas ?

-¿A caso no tienes ojos en la cara? ¿No ves que sí? -dije, intentando sonar lo más  borde posible. Eso de hablar con desconocidos no era muy agradable para mí. Yo era de esas personas que pensaba que si les mostrabas tus debilidades a las personas, éstas, en un momento u otro o para una cosa u otra, las aprovecharían para hacerte daño o utilizarlas contra ti. Ya me lo habían hecho una vez, dos no. No volvería a caer en eso, no otra vez.

-¿Tienes otro? -preguntó, sentándose más arriba de mí.

No dije nada más, simplemente saqué otro de mi bolsillo - sí, ese último que me quedaba y tan preciado para mí-  y se lo di. -A ver, que alguien me explique cómo hago para pasar el resto del día sin poder consumir nada más hasta por lo menos las seis de la tarde que no abría la tienda-

El lo prendió y se lo llevo a la boca , dió una calada y soltó todo el humo en mi cara.
Aquello me gustó más de lo que esperaba .
Más de lo que nunca admitiría.
Pero lo que no sabía, es que aquel día tan corriente, tan normal, con una cosa tan casual, con una broma, empezaría todo. Y descubriría todo. Incluso cosas de las que desconocía la existencia. Pero que están ahí, que siempre lo han estado. Pero nunca me he dado cuenta. Siempre tan ilusa... Hasta que lo descubrí. Y no quedó nada. Todo fue levantado, observado, estudiado y, por supuesto, anulado. Porque aquello, lo mismo que me perturbó a mí en su momento, no podía perturbar nunca a nadie más, fuera a quien fuese. Aquello no podía seguir así. Y yo, Mía, sería la que lo evitaría.






























InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora