Cap 24

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El rojizo atardecer entraba por las ventanas del palacio, todo en su interior era silencioso y oscuro, Darrell ingresó por la puerta cargando una bandeja con alimentos básicos, dedicó una mirada de desdén hacía el perro menor que yacia inconsciente en esta, la respiración dificultosa como la alta fiebre continuaron por varios días y aun le quedaban otros más por seguir, su mirada se hablando hacia su dueño, junto a la cama, oculta de la los rayos tenues que se opacaban entre las montañas, Akatsuki fruncio el ceño con impotencia.

-. Mi Anhelo, debería descansar .- susurró a su lado.

-. No lo necesitó...

-. Lo necesita .- respondió preocupado -. Tampoco se ha alimentado.

Darrell desvío su mirada hacia los tiernos labios de la mujer donde la comisura de estas sobresalian sus colmillos, hizo una mueca de desagrado mirando de reojo al joven Inu, siempre lastimado a su señora.
El peli rubio respiro profundamente calmando sus deseos por matarlo, desvío su atención hacia la bandeja donde extendio una taza de té con algo de sangre dentro, la verdad era, que la naturaleza de su señora era pasiva-agresiva, elogiaba sinceramente el gran autocontrol que poseía en momentos estresantes como tambien esos dias en los que no se alimentaba y la única fuente de alimento estaba inconsciente sin saber si en una hora desaparecería o no, verla vulnerable lo hacía sentirse paranoico y ansioso.

-. ¿ En donde están ?

-. Deberían estar por pasar hacia corea del sur en barco en estos instantes.

-. ¿ como siguen tus heridas ?

-. Sanan de una forma lenta, me disculpo por mi incapacidad de regeneración .- reverencio.

Ese día en que se había encontrado nuevamente con la mocosa perdida en el bosque, cuándo se despidió del perro mediano, esa persona lo había atacado para impedir su propósito, para cuándo apenas se recupero de la consciencia el campamento se habia ido a duras penas pudo arrastrarse y teletrasportarse hasta su ama, gruño para si mismo irritado por fallar.

Las armas humanas no hacían el daño suficiente a su especie como para incapacitarlo.

Un sacerdote podía a lo mucho crear irritación o quemaduras que sanarian en días.

Pero... Un dios o un guardian estaba por sobre su cabeza en esos instantes, tanto en poder como control de su entorno, agradecía a su majestad que hubiese sido él quién recibió el daño por que si hubiera sido su señora... No, no debia pensar en ello.

-. Descansa hasta que sanes por completo si lo necesitas puedes volver con padre para recuperarte mas rápido.

-. Gracias por su benevolencia... .- murmuró agotado mentalmente.

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Sesshomaru rectificó los últimos detalles hacia el equipaje antes de asegurarlo, su mirada se enfocó en el cielo que se tintaba lentamente en oscuridad, pronto anocheceria y debían zarpar lo antes posible, Aome tarareo distraidamente sobre una de las cajas moviendo sus piernas, ambos llevaban una ropa simple cubierta por una piel gruesa sobre esta, extendió su mano hacía la azabache quien la cogió felizmente antes de saltar confiaba, habían pasado meses desde qué se encontró con el demonio Rubio y ciertamente se sentía inquieto sin este a su alrededor.

-. ¿ sucede algo señor Sesshomaru ?

-. .¿ porqué ? .- enfocó su atención sobre ella.

-. Amm... Tiene cara de molestia.

-. Son tonterías.

Aome inflo sus mejillas como acostumbraba a hacer causando una calida sensación en el cuerpo del mayor, guió a la azabache hasta el barco donde la ayudo a subir, felizmente la niña saludo a todos corriendo hasta el otro extremo del barco para admirar el paisaje.

Corona caídaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora