Capítulo 24|𓆚 Agregado

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𝙱𝚛𝚊𝚍𝚜𝚑𝚊𝚠
𝚜𝚊́𝚋𝚊𝚍𝚘, 𝚗𝚘𝚟𝚒𝚎𝚖𝚋𝚛𝚎

      

ᴜɴᴀ ᴅᴇʟɪɴᴄᴜᴇɴᴛᴇ ᴇɴᴛʀᴇ ʀɪᴄᴏs

         

❝𝙲𝙸𝙲𝙰𝚃𝚁𝙸𝙲𝙴𝚂❞

       

Me desperté como siempre que dormía con él. Mi cuerpo estaba contra el suyo; mis piernas estaban a cada lado de su cintura y mis brazos lo rodeaban por debajo de los brazos, realmente parecía una garrapata.

Cuando la alarma sonó la agarró estirando el brazo y la tiró por algún lugar de la habitación gruñendo un cinco minutos más, para luego abrazarme más a él y rodar sobre la cama quedando yo debajo.

Ahora él me abrazaba no dejando que me moviera y al esconder su rostro en mi cuello, su respiración provocó que mis mejillas estén rojas.

—Culebra... —susurré en su oído con mi típica voz ronca de recién despierta—. Es hora de levantarse...

Intenté despertarlo moviéndome tratando de salir, lo que era peor porque se acomodó más arriba de mí y me percaté de que estábamos solo en ropa interior.

Y cuando no podía ponerse peor la situación...

—Un rato más en el paraíso, por favor... —gruñe en mi cuello con voz más grave de lo normal, para dejar un suave beso.

—Si no te levantas ahora, Culebra Mckenzie, te juro que voy a entregar tu jodido trasero de niño rico a los zombis —amenacé y enseguida me miró sin rastro de estar dormido.

—¿Mi hermoso trasero? —preguntó simplemente.

Asiento en respuesta. Enseguida se levantó y luego de llevar la mano a sus labios, la llevó hacia su trasero cubierto sólo por el bóxer dándole un beso. Me guiñó un ojo y caminó hacia el baño.

«Cosas de ricos...» pensé.

Me enredé en las sábanas y entré a su vestidor. Podía sentir su olor apenas entrar, sus camisetas colgadas, sus remeras, sus pantalones perfectamente ordenados y sus zapatos en cada pequeño cajón sin una sola mancha de suciedad. Me detengo en un cubículo en el centro y acerco un perfume a mi nariz.

Era su olor, pero no llegaba a serlo completamente.

Volví a dejarlo y pasé la mano por las perchas de las camisas. Toda la ropa casualmente de marca estaba ordenada por color, hasta los zapatos. Y si ninguna empleada ni nadie entra a su cuarto esto sólo podía ser obra de él.

Nunca lo había visto como un compulsivo por el orden, por más que siempre su cuarto estaba ordenado, sus papeles, sus cosas... de acuerdo, soy despistada.

𝐔𝐍𝐀 𝐃𝐄𝐋𝐈𝐍𝐂𝐔𝐄𝐍𝐓𝐄 𝐄𝐍𝐓𝐑𝐄 𝐑𝐈𝐂𝐎𝐒| 𝖾𝖽𝗂𝗍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora