Alexander Adams
La calidez de su mano envuelve la mía, siento un nudo en la garganta cada vez que la noto tan sumisa.
Soy un hombre de negocios, un reconocido empresario, tengo mi propia cadena de hoteles, entre algunas compañías. Por lo tanto soy alguien que emite órdenes y en mi vida diaria lo hago.
Es inevitable que el tono demandante al dar una orden no se me escape.
Me arrepentí al instante cuando lo hice con Isabella, su mirada sumisa no gusto en absoluto, me hizo pensar en todo lo que seguramente habrá pasado, en todas las órdenes que habrá tenido que acatar de aquel infeliz y la sangre se me hierve.
Aprieto el puño izquierdo para que ella no me note enfadado y se asusté.
El solo hecho de pensar en todo lo que habrá pasado me cabrea, porque hombres así son una total mierda, verdaderos cobardes que se aprovechan de una mujer inocente.
Al llegar al salón que se encuentra en el primer piso del hotel siento la mano de Isabella apretarme con fuerza al ver a toda la gente que allí yace.
— ¿Ocurre algo? - inquiero antes de entrar al salón donde ya unos cuantos comensales posaron su vista en nosotros.
Y como no, si soy el dueño del lugar y a mi lado tengo a una mujer tan hermosa que no parece real.
— Solo... - se aclara la garganta antes de continuar - no quiero hacerte pasar vergüenzas.
Frunzo el ceño ante tal ocurrencia, si hace de todo menos hacerme pasar vergüenzas, al contrario, siento que soy la envidia de un par de hombres en el lugar. Abro la puerta y ella obedientemente sigue mis pasos.
Aprieto los labios formando una fina línea con ellos, nos guío a una mesa que ya había reservado, y allí le saco la silla para que se siente y lo hace, me siento frente a ella antes de responder a lo que anteriormente me dijo.
— Escucha Isabella... Trataré de ser completamente delicado al momento de soltar estas palabras, si digo algo que te sea una ofensa te pido disculpas de antemano. - tomo sus manos sobre la mesa - no se que habrás pasado, puedo imaginarlo, pero no eres una vergüenza para nadie y mucho menos para mí.
Al contrario, me siento honrado de que seas mi compañera de cena está noche.Asiente, intentando procesar mis palabras.
— está bien, gracias.
A la hora de pedir le recuerdo que ella tiene derecho a elegir lo que quiera comer, ya que se había quedado esperando a que yo decida.
En la tarde, cuando la dejé en su habitación luego de comer, me llegó toda la información que había pedido anoche. Me lo aprendí de memoria de tantas veces que lo leí.
Isabella Trinidad Campbell, 24 años, nacida en la ciudad de Boston el 14 de Febrero de 1994.
Padres; Amira y Philippe Campbell.
Hermanos: Dos mayores, Jacob y Jaden Campbell, son gemelos.
La amiga más cercana de la que pudimos encontrar información es una tal Kaitlyn Johnson.
Ex novio y el responsable de que ella no vea a sus más allegados hace ya tres años: Lionel Harris.
Cosas triviales: no hay mucho para contar, estaba en primer año de diseño en la universidad de Boston pero dejo la carrera. Le gustaba bailar con sus amigas y según los vecinos con los que hable nunca salía sin autorización de sus padres. Una chica ejemplar.
Luego de ello habían archivos de cada persona mencionada en el de ella, mi favorito es el de su ex novio. Me sorprende todo lo que mis investigadores descubrieron de él. Un auténtico hijo de puta.
Cuando menos se lo espere voy a acabar con el y con todo lo que ha logrado a base de engaños a tantas mujeres inocentes.
— ¡Alexander!
Frunzo el ceño y levanto la mirada, Isabella me mira preocupada.
— ¿Si?
— La comida ya está aquí... Parecias perdido.
— Lo siento. - le sonrió de medio lado y ambos nos dedicamos a comer, pero mi cabeza no deja de maquinar.
Necesito hablar con ella de que se dónde están sus padres y hermanos ahora, se han mudado de Boston a Seattle, buscando una nueva vida, lejos de su hija que los abandonó.
Los vecinos con los que hablaron no saben mucho de las palabras que utilizo Isabella con ellos pero me lo imagino, una vez a mí me dijeron las mismas palabras de despedida antes de meterse en la boca del lobo.
Me remuevo incómodo en mi lugar, odiando que esos pensamientos se hagan presentes en estos momentos.
— Isabella, ¿Has pensado en contactar a tu familia?
Levanta la mirada y todo gesto de tranquilización desaparece.
— Ellos no me quieren ver.
— Es tu familia y has pasado por mucho, de seguro estarían feliz de recibirte, nada fue tu culpa.
— Lo pensaré.
Asiento, tampoco quiero presionarla, soy conciente de que todo tiene un proceso y este es bastante largo.
(...)
De vuelta en su habitación siento la calidez de su mano abrazando a la mía nuevamente cuando la dejo en la puerta.
— Gracias por acompañarme en la cena. - me acerco y beso su mejilla.
— Buenas noches Alexander.
— Buenas noches Isabella.
Una vez que entra a la habitación me siento tranquilo para caminar a la mía, dispuesto a descansar, cosa que me cuesta ya que sus ojos no dejan de aparecerse en mi mente.
Con frustración enciendo la televisión, es extraño sentir esto, en la reunión de hoy ella no dejaba de pasearse por mi mente y es que es que la acabo de conocer ¿Por qué tengo está sensación de que la conozco de toda la vida?
Sin duda me estoy volviendo loco por su causa, lo mejor será que vaya con sus padres antes de que esto me atormente más.
(. . .)
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Estrategia Millonaria © ✓
RomanceAveces, cuando menos lo esperas te podés cruzar cara a cara con el hombre que te va a salvar, o quizá lo encontrás tirado en una plaza, ebrio como la mierda. Las circunstancias no ayudan a mis temores pero estoy dispuesta a aferrarme a lo que sea co...