Alexander Adams
Despierto a Bella cuando aterrizamos en nuestro destino, muy a su pesar comienza a abrir sus ojos y me sonríe.
— Hola. - me dice.
Su cuerpo desnudo se encuentra cubierto con una sábana blanca, yo ya estoy vestido y tengo una sonrisa enorme de accesorio.
Su piel pálida se tiñe de rojo cuando comienza a quitar la tela blanca de su cuerpo, mostrandose desnuda nuevamente.Sus pezones rosados me ponen a salivar y debo de girar la mirada para no caer nuevamente en la tentación de sus curvas.
— Llegamos. - le digo. - Iré a preparar las cosas, te espero fuera.
Porqué si me quedo aquí no saldremos más.
Ella asiente sin decir más nada así que salgo de la habitación, la azafata me sonríe y me ofrece una copa de champagne, a lo que niego con cortesía.
— Espero haya disfrutado el viaje. - me dice con un tono que es imposible de obviar.
— Lo hice, gracias.
Sigue quieta mirándome, con las mejillas sonrojadas por parte pero solo paso por su lado hasta donde se encuentra mi móvil, hay muchos mails sin contestar y no me interesa, es mi luna de miel y quiero estar tranquilo junto a mi esposa.
Mi esposa, la diosa de piernas kilometricas y curvas de infarto que aparece en mi campo de visión, ya vestida y con el pelo recogido en una coleta alta.
— ¿Ahora me dirás dónde estamos?
— ¿Por qué no lo ves por ti misma? - le señalo la puerta abierta, nuestras cosas ya están dentro del maletero de una camioneta y solo faltaba ella para irnos.
Se asoma y sus ojos se achican cuando el sol le da de lleno en el rostro, se nota que no reconoce el lugar y ahogó una risa, colocándome tras de ella.
— Estamos en Grecia, esposa, pero este no es nuestro destino, tenemos un viaje que hacer.
Sus orbes brillan con curiosidad a la vez que bajamos los escalones faltantes, no para de preguntarme a dónde vamos cuando estamos dentro de la camioneta y al subir al yate es peor.
(...)
Los Kouzouni son de Grecia, y poseen algunas islas a parte de la enorme residencia en la que viven, no estoy en ninguna de sus islas pero sin embargo me recomendaron este hermoso lugar.
La arena es blanca e Isabella se nota maravillada al ver el contraste que hace con el azul del mar.
Estamos en la costa de Zakynthos, en las Islas Jónicas de Grecia, la playa tiene de nombre Navagio y es tan hermosa y perfecta como se veían en las imágenes. Vivo por el rostro de felicidad que tiene mi esposa al mojar sus pies.
— ¿Que te parece?
— ¡Me encanta! - observa el barco en medio de la playa - Pero aquí no hay hotel, ¿Dónde dormiremos?
Arqueo una ceja y le doy unas palmadas al yate en el que aún estoy subido, ella parece comprender porque sus mejillas se ponen de ese color que me encanta en ella.
No parece querer aguantar a meterse al agua cristalina ya que se quita la tela que tenía amarrada a la cintura, quedando en un hermoso bikini azul.
— Ven a meterte tu también.
Me quedo un rato prendido de la hermosa vista que me ofrece al nadar, pensando en ella como si fuese una sirena que conquista sin darse cuenta de ello, el sol comienza a picarme y me tiró al agua, cayendo a su lado con fuerza, sale de la profundidad y me mira con mala cara.
— Mira si me ahogas.
— Pero no pasó. - con el agua goteando de nuestros cuerpos me pegó al de ella, nuestras narices se acarician e inevitablemente sonrío.
Es un momento en el que bajo las defensas, un momento que ella aprovecha para hundirnos a ambos, se me mete agua hasta por las orejas y cuando salimos comienza a arrojarme agua como una niña.
— Para que se te vaya la cara de amargado.
— Eso no es muy maduro de su parte señora Adams. - la regaño y me acerco en busca de venganza, provocando que quiera correr.
Cuando vuelve a hundirse para nadar la agarro de las piernas, acercándola a mi y mojándola como ella lo estaba haciendo hace unos minutos.
Abre la boca intentando respirar cuando la nariz se le llena de agua y se que es suficiente, su rostro está aún más rojo y me observa enojada cuando se recupera.Me río de su gesto y no le doy tiempo a decirme nada cuando estrelló mi boca en la suya, reclamando lo que ahora es mío.
(...)
La luna se refleja en el agua y ambos degustamos una copa de vino, sus ojos siguen llenos de ilusión viendo la playa a oscuras.
— ¿Alguien habrá saltado de allí? - pregunta señalando el acantilado que rodea la playa.
— No lo sé y no me interesa, el lugar es lindo y es lo único que importa.
Ella sonríe irónicamente, pero es cierto, no estudie la historia de este lugar, supuestamente hay una leyenda del barco que se encuentra en medio de la playa pero no creo mucho eso ya que conozco el negocio y mayormente todo es marketing, no quiero llenarla de eso.
Su sonrisa es contagiosa cuando se está divirtiendo, el azul de sus iris resaltan más gracias al bronceado nuevo que posee, descubrí que se quema con facilidad.
— Aveces eres un aguafiestas.
— ¿Aveces?
Rueda los ojos y se acerca más a mi, estamos en un enorme sofá en cubierta, las estrellas y la luna es nuestra única luz y el lugar es tan tranquilizante que no sabía que lo necesitaba.
— Igual te quiero.
El corazón queda estancado en el último latido y siento mi cuerpo entero intentando retomar el ritmo de mis pulsaciones a la vez que mi cerebro se asocia con mi boca.
— Te quiero Bella.
Mis dedos quitan el cabello de su cara, me sonríe apoyando su mejilla en mi palma, acentuandome el sentimiento en el pecho, siento la respiración irregular cuando me acerco a sus labios rosados, queriendo repetir todo lo que hicimos en nuestra noche de bodas.
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Lugar en el que se encuentran los Adams pasando su luna de miel:
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Estrategia Millonaria © ✓
RomanceAveces, cuando menos lo esperas te podés cruzar cara a cara con el hombre que te va a salvar, o quizá lo encontrás tirado en una plaza, ebrio como la mierda. Las circunstancias no ayudan a mis temores pero estoy dispuesta a aferrarme a lo que sea co...