Isabella Adams
Llevo a mis labios la copa de champagne y no separo la vista del vientre de Melissa, la prometida de Thomas, el amigo de Alexander. Acabo de conocer a ambos y solamente puedo decir que mi esposo está rodeado de personas maravillosas.
Mi esposo el título aún es extraño, lo veo sonreírle a Alice en sus piernas y una incomodidad se instala en mi pecho al ver la imagen. Su barba está perfectamente rasurada, la corbata que tenía se la ha quitado ya que han pasado horas desde que llegamos al salón del hotel.
La pequeña ojiazul me mira y estira los brazos, Alexander también clava sus orbes en mi y en ellos hay una clara pregunta, asiento y me entrega a la niña, hago a un lado la copa para tenerla en mi regazo.
— Hasta hace un tiempo lloraba porque no le gustaba estar en brazos de extraños, supuestamente el padre, yo la noto bastante feliz. - comenta Chloe.
— Es una niña muy hermosa. - le sonrío a la pequeña y le hago gestos que la hace hacer muecas graciosas.
— Te llevas muy bien con los bebés, eso significa que quizá en un tiempo estés contenta con uno. - Dice Thomas provocando el nudo en mi garganta se incremente.
Alexander le hace alguna seña que no comprendo y yo me limito a enfocarme en la niña sin prestar atención a lo que hablan.
Me encantaría responderle al rubio con una sonrisa y decirle que si estaría contenta con uno pero lamentablemente la vida no lo quiere de esa manera y no para de recordarme que mi vientre está seco. De reojo noto el de Melissa, levemente hinchado, luego enfoco de nuevo la atención en Alice, todos aquí saben lo que es ser padre o estar a punto de ser uno, lastima que nunca lo sabré.
Hasta Alexander lo sabrá algún día, pero no será por mi, soy inservible y no podré darle lo que tanto quiere, porque se que es así. Le doy un beso en la frente a Alice y me levanto de mi asiento, disculpándome.
— ¿Dónde vas? - pregunta mi esposo.
— Con mis padres. - él asiente y yo me dispongo a ello, tratando de encontrarlos entre tanta gente.
Mis hermanos están riendose de alguna cosa que haya dicho el otro, mi madre está hablando con mi papá, todos tienen una copa entre sus dedos y parecen bastante achispados, decido no acercarme y camino hacia la barra, encontrándome a mi suegra en el camino.
— ¿Por qué esa cara, cariño? - inquiere Karen.
Me siento en el taburete y ella lo hace frente a mi, no quiero hablar de ello pero mi suegra me transmite la confianza que pocos lo hacen, incluído mi terapeuta.
— Creí que estaba sanando, y lo estoy, pero la imposibilidad de ser madre es algo que me va a perseguir siempre y no deja de joderme.
Ella asiente y pide dos vasos de whisky a la persona tras la barra, quien no tarda en ponerse a ello.
— Acabas de dar el sí, no hay necesidad de pensar en los bebés aún, se que te duele porque a la mayoría de las mujeres nos dolería esa imposibilidad, pero nada es imposible, hoy en día hay tratamientos que Alexander no dudará en adquirir, si es que ambos quieren ser padres.
Acepto el vaso que me ofrece y lo llevo hasta mis labios, el líquido ámbar se desliza por mi garganta con facilidad, mezclándose con el champagne que estuve bebiendo toda la noche.
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Estrategia Millonaria © ✓
RomanceAveces, cuando menos lo esperas te podés cruzar cara a cara con el hombre que te va a salvar, o quizá lo encontrás tirado en una plaza, ebrio como la mierda. Las circunstancias no ayudan a mis temores pero estoy dispuesta a aferrarme a lo que sea co...