Alexander Adams
Limpio la herida de mi labio al salir de la ducha, fue otro viernes movido.
Por más que intente salir de ese mundo me cuesta muchísimo, ya me acostumbré a descargar la tensión del trabajo en peleas clandestinas, terminar ebrio y levemente golpeado se volvió una rutina de viernes en la noche.
Pero nunca he terminado en una plaza tirado, todo es demasiado confuso en mi mente.
Aquellos ojos azules que me miraban con preocupación cuando me encontró tirado inundan mi cabeza. He mandado a Mark a que le lleve ropa limpia y cómoda.
He tenido la tentación de mandar a investigarla y ¿por qué no? Dudo que aparezca toda su vida pero aunque sea lo esencial debo saber.
Me tiro en la cama luego de ponerme un bóxer y enciendo mi celular para pedir información acerca de ella pero hay un problema, tengo su nombre pero no su apellido.
Mierda.
Me froto los ojos y observo la hora.
4:16 AM
¿Ya estará dormida? Bien podría esperar al desayuno para preguntarle algunas cosas.
Me tiró a la cama y froto mis ojos antes de darme la vuelta e intentar dormir.
(...)
La luz del sol se cuela en la habitación y el calor comienza a sofocante por lo que quito la sábana que, al parecer, dormido me puse.
Abro los ojos y lo primero que veo es a Isabella viéndome desde arriba con los ojos fruncidos.
— ¿Estabas babeando?
Me siento de golpe y la miro extrañado.
— ¿Que haces aquí?
Pone los ojos en blanco.
— Son las once y me moría de hambre entonces vine a ver si estabas vivo para que desayunemos, tu chófer me abrió la puerta antes de que pienses que soy una acosadora que fuerza cerraduras.
— Tranquila, no pensé eso. - bajo la mirada por su cuerpo. - veo que te llegó la ropa.
Ella también se mira el atiendo y me sonríe con las mejillas un poco rojas.
— Si, ¡Muchísimas gracias! No sé como pagarte esto, has hecho mucho por mi en las últimas horas.
Ella se sienta a los pies de la cama y yo salgo de la misma.
— No tienes nada que agradecer, me salvaste de una horrible tapa de revista donde aparezca tirado en una plaza.
Se ríe y debo decir que es un sonido hermoso.
— Bueno, te debo un favor, cualquier cosa, lo que necesites, cuenta conmigo. Me salvaste la vida, literalmente.
Camino hacia el baño antes de responderle.
— Puedes quedarte aquí todo lo que necesites, no permitiré que ese hombre te haga daño.
Ya solo en el baño me miró al espejo, los hematomas comienzan a tomar color notorio y las ojeras bajo mis ojos están oscuras.
Doy pena.
— Siempre me gustó el piano. - la bella risa de Sophia inunda la casa.
— Tienes suerte de que tu hermano sea un excelente pianista.
ESTÁS LEYENDO
Estrategia Millonaria © ✓
RomanceAveces, cuando menos lo esperas te podés cruzar cara a cara con el hombre que te va a salvar, o quizá lo encontrás tirado en una plaza, ebrio como la mierda. Las circunstancias no ayudan a mis temores pero estoy dispuesta a aferrarme a lo que sea co...