Capitulo 26

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   Sentado en un pasillo de hospital con una completa familia desconocida para mi, aparte del marido de Sara, era mi situación actual. Seguramente ellos se preguntaban por qué un médico de guardia promedio se preocupaba tanto por su abuela, madre y hermana. Pues ni siquiera era médico y yo había pagado por el corazón que le estaban colocando ahora mismo, porque se lo debía. Esperamos alrededor de tres horas, no teníamos noticias aún. El marido me preguntaba todas las posibilidades que había de la operación como si yo fuera médico, balbuceé un par de explicaciones que me parecieron absurdas pero para él eran bastante convincentes.
   Luego de veinte minutos más, y tres cafés en todo lo que va de la operación, decidí salir un rato a la calle para despejarme. Toda esa gente haciendo preguntas que no sabía contestar porque durante esta operación yo debería estar muerto. Ellos ni siquiera debían saberlo. Sin embargo, estaba presenciándolo en primera persona.

   Miré la hora; ocho de la noche. Le envié un mensaje a Lily que no me esperara para comer y que prometía llegar para llevarla al trabajo mañana y cuidar a Isabella. Intentó preguntarme varias veces que sucedía, siempre la evadí de las mejores formas posibles. Sutil y distraídamente. "No te preocupes, situación de trabajo."

   Tuve una idea mientras miraba el color rosa del cielo que anochecía. Tenía media hora exactamente. Usé a mi asistente. ¿Cómo era que tenía una asistente? Hacía años que no le pedía algo, recuerdo que ni siquiera la dejé ocuparse del funeral de mis hijos. Desde ese día que no le hablo. Sin embargo, seguía pagando su sueldo. Trabajaba en el campo de algo, no estaba seguro de qué. Buscando entre mis contactos, la llamé. Esa mujer de sesenta años que alguna vez me había ayudado a, prácticamente, vivir.

-Señor, buenas noches... -Contestó confundida.

-Buenos noches, Zelma. Tengo un trabajo para usted.

-Oh... si. No me han informado en el campo...

-No es sobre el campo. Es para mi. Necesito que me envíes una cosa a mí domicilio.

-Lo que necesite, claro. -Habló casi contenta.

-Hay unas botas en el centro comercial de la calle Boston, necesito que las compres y la envíes a mi casa. Te enviaré cuáles son ahora mismo.

-¿Botas...? Como... ¿zapatos?

-Si, botas, zapatos. -Contesté un poco irritado. -Estás autorizada a usar la tarjeta, como siempre lo has hecho.

-Claro. Seguro, señor. Espero me envíe cuáles son para seguir con la operación.

-Y, Zelma. Agrega flores o alguna otra cosa, tú sabes. -Me rasqué la nuca nervioso. Era exposición por completo viniendo de mi.

-Oh... claro... ¿A nombre de quien, señor? -Preguntó pícara. No necesitaba saber eso, ella solo quería saber el nombre de la persona con la que me estaba viendo.

-Lily.

-Lily. -Repitió. -Lily, Lily. Bien, haré eso ahora, señor.

-Zelma, dime Harry.

-¡Oh, Harry! ¿Has vuelto, cariño?

-Solo hazme saber cuando llegue todo.

   Sin más, con unos nervios terribles por exponerme de esta forma, corté la llamada. Zelma era de confianza, no le contaría a ningún granjero o gerente del campo, no metería la pata. Ella era profesional y seria, mi segunda mamá en algún momento de mi vida. Hasta que caí. Si hubiera contado las veces que intentó ayudarme y la alejé no me alcanzarían los números infinitos del universo. Creo que de tanto rechazarla, ella se había cansado, pero cuidaba el campo como si fuera de ella.

   La operación seguía, duró seis horas. Nunca había visto una operación que tardara tanto. Tuvo complicaciones, si, pero había salido todo bien. A las once y quince de la noche Sara salió de la operación, varios de sus familiares se fueron luego de asegurarse de que estuviera bien. Yo me quedé un largo rato más, junto al marido de Sara, charlando sin parar.
Él hablaba de que era un verdadero milagro que el corazón haya llegado justo a tiempo, sino ella estaría muerta. Agradecía que no. Habló de cuando eran jóvenes, como se enamoraron, y cuándo más durarían, de sus hijos, sus nietos y sobrinos. Ese hombre amaba tanto a su familia que se le caían las lágrimas al hablar de ello. Para las tres de la mañana se le cerraban los ojos mientras hablaba de historias antiguas. Lo mande a dormir y le dije que yo me iba a casa.

Yo no fui a casa. Fui a un bar a beber porque me sentía pésimo. Por alguna razón, la viva imagen de Olivia y Ben palpitaba en mi retina, me apuñalaban una y otra vez sin parar. Punzante, ardía en todos lados. Me tomé tres vasos de Whisky, uno solo y los otros dos con una mujer que se me había acercado. Si lo que buscaba era algo divertido, conmigo no tuvo suerte. Me la pasé hablando de mis hijos y de Lily. Se aburrió a la hora y se fue. Tuve que pagar por sus bebidas.
Eran las cinco de la mañana, estaba muy borracho y apenas podía ver. Subí al auto igual, como irresponsable de mierda que soy. Me dolía la cabeza y lo único que quería era llegar, dormir al lado de mi mujer. Abrazarla y que me acaricie el pelo mientras me decía que todo está bien. En esa casa de mierda llena de fantasmas. Con su pequeña bebe en la otra habitación, que se sentía ilegal sentirla tan propia, quería decir que era mía. ¿Era enfermo querer decir que Isabella era mi bebé? En este estado no lo sabía, pero lo deseaba con toda mi alma.

Llegué dejando el auto en la vereda porque no tenía fuerzas para entrarlo, si el portero trabajara en mi casa como en los viejos tiempos, claramente se lo dejaría para que lo guarde él mismo. Subí las escaleras como pude, tambaleándome intentando no despertar a nadie. Me quité los zapatos en el medio de la subida, también desabroché mi camisa y mi pantalón. Todo mi apretaba.

Al llegar a la habitación; la vi. Vi a la mujer de mi vida durmiendo plácidamente en mi cama. Con cara tan angelical que quería largarme a llorar y pedirle perdón por todos mis pecados. Porque ella era el ángel que me perdonaría. La miré, por no sé cuándo tiempo, mientras me recomponía un poco de mi borrachera. Veía con una capa aguada por el alcohol, pero seguía siendo lo más preciado. Cuando me acosté junto a ella abrazándola totalmente, llenándola de besos.

-Volviste... -Susurró alejándose un poco de mí para acomodar la vista. -Hueles a alcohol.

-Te amo, Lily. -Seguí besándola repetidas veces. -Realmente te amo, cariño. Cásate conmigo. Se mi esposa.

-Estás borracho. -Me recordó.

-No me importa. En serio te amo. Quiero vivir toda mi vida contigo, con tu hija. Quiero que tengamos una casa juntos y criarla ahí. Quiero que seas mi esposa y que Isabella sea mi hija, Lily.

-Cálmate. -Rió intentando alejarse de mis repetidos besos. -Estás muy ebrio en serio y dices cosas que te arrepentirás.

-Ay, no tienes idea. Sé mi novia.

-Duérmete. -Me besó sonriente.

Para morir bien. // Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora