Capitulo 36

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   Dicen que cuando estás por morir ves todas las decisiones que tomaste para llegar a donde estás ahora mismo. Yo vi a mi pequeño Ben en la parte trasera de mi auto haciendo rodar las ruedas de un coche de juguete por sus piernas, vi a Olivia en su silla y entero rosa mirando por la ventanilla, vi mi auto hecho pedazos, luz, fuego. A Lily sonriéndome mientras le acariciaba la cara, a la pequeña Isabella acostada en mi hombro viendo la televisión. Al perro de mis padres caminando con dificultad. Me vi bebiendo alcohol. Caballos, ovejas, césped, granjeros agachados cultivando. Un cementerio con flores marchitas, una casa vacía, abandonada, sola. Mi ex pareja dando a luz. Vi a mi hijo caminar de nuestras manos.

¿Qué tantas malas decisiones había tomado?

Di otro trago, enfermándome. No tenía ni fuerza para subir la botella hasta mi boca. Había vomitado seis veces en lo que lleva de estos cuatro días y no podía parar. La séptima vez vino después de ese asqueroso trago, ni siquiera llegue al baño, fue en el piso de éste. No me podía levantar, preferí sentarme al lado de mi vomito con sangre. Me dolía el estómago de una manera infernal, la cabeza otro tanto. Y ya no recordaba lo que era ver bien, mi vista se había tornado en un mareo constante. Insoportable.

Una semana sin ella era el infierno mismo. Hoy era nuestro aniversario, el primero. Nuestro primer mes y me la había pasado borracho —como el padre de Isabella—. Al final era la misma mierda de la que pretendía salvar a Lily. ¿Cómo iba a hacerlo? Si yo era igual de estupido que todos ellos. ¡Vamos! Había matado a mis hijos y me quería hacer pasar por santo. Yo era un mismísimo hijo de puta.

El plan de hacerme el ángel guardián y devolver todo el mal que hice había salido mal. Pero era su culpa, era toda su culpa. ¿Por qué ella me miró de la forma en la que me miró? ¿Por qué tenía que escucharme? Sonreírme así. ¿Por qué tuvo que enamorarme? Es culpa de ella por dejarme entrar en donde claramente no debía.

Si estuviera muerto, de la primera vez que tuve la intención de hacerlo, mi novia hoy estaría feliz. No debería preocuparse por lo que no tiene, por su novio borracho o su falta de trabajo. Estaría feliz cuidando a Isabella.
Me las imaginaba en otro país, con otra ropa, aprendiendo idiomas. Comprándose botas cuando ella quisiera. Conociendo a alguien que realmente la valore. No como yo.

Con la única fuerza que me quedaba. La llamé y como es de costumbre no contestó. ¿Por qué lo haría hoy? ¿Porque es nuestro cumplemés? Ay, que ingenuo era. Ni siquiera debió recordarlo.
Pensé en mandarle flores, chocolates, regalos. En mi cabeza había armado una caja de muchas sorpresas para ella, lo más cursi que se me ocurría. Pero no sabía cómo hacerlo, mi dedo apenas podía moverse para escribirle; "Feliz Aniversario. Te amo." Dejando el teléfono en algún lugar del piso. Volviéndose todo oscuro.

¡Ah! Pero alguien debió interrumpir mi bienestar. No tenía idea cuánto tiempo pasó, pero la pequeña ventana del baño ya estaba oscura, cuando antes estaba clara por el día. El olor a vomito se había intensificado el triple o tal vez había vuelto a tener un poco de mis cinco sentidos. Necesitaba más alcohol.

El timbre sonaba terriblemente fuerte. ¿Desde cuando el timbre es tan escandaloso? Apoyándome en el retrete, intenté levantarme. Mierda, que todo daba vueltas.

-Está abierto. -Hablé. Pero el hijo de perra que hacía ruido no paró. -¡Está abierto, maldita sea!

Casi me caigo, pero el timbre dejó de gritar. ¿Los timbres podían gritar?

Unas manos salvadoras me ayudaron a levantarme por completo, reconozco que hacía más de diez minutos estaba entre el piso y el inodoro sin podes moverme mucho. Gracias a eso pude pararme por completo, en vano, teniendo que volver a sentarme para vomitar. No salió casi nada, puro drama de mi parte. Necesitaba ingerir algo más para vomitar realmente.
Otra vez, las manos del cielo me levantaron con más dificultad. Haciéndome caminar. No podía visualizar a nadie, solo veía zapatillas y piernas. Muchas. Como ocho o nueve. ¿Eran todas mías? Si así lo era, era fantástico. Me permitieron caminar hasta mi habitación y me recostaron. Lo malo es que me mareé aún más. Las manos me arroparon dulcemente, quise tocarlas o darles las gracias por salvarme del baño con vomito pero se fueron muy rápido. Tan rápido como mi conciencia que volvió en forma de recuerdos.

Para morir bien. // Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora