Capitulo 23

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   A las diez de la mañana Isabella comenzó a llorar a los gritos. Tuve que salir corriendo a verla para que no despertara a su madre. Lily estaba muy cansada como para lidiar con una bebe llorando por la mañana, aunque lo hiciera habitualmente.
   Cuando me vio, se calmó un poco.

-Esta bien, cariño. Aquí estoy. -Le dije alzándola mientras un gemido por la fuerza salía de mi garganta. ¿Era muy temprano para esto? La balanceé para tranquilizarla. -Papá esta aquí. Todo está bien.

   Al cabo de unos cinco minutos quedó en silencio haciendo ruidos con su chupete. Me estaba quedando dormido parado mientras la abrazaba apoyando mi cabeza en la suya. Así que decidí juntos para prepararle el biberón. Utilicé la vieja silla de Olivia para dejarla sentada viendo televisión jugando con uno de sus osos de peluche, que estaban en el bolso de la niñera.
   Al terminar, la batí bien y tire un poco en mi mano para chequear que no esté ni muy caliente ni muy fría. Se la di y la tomó con gusto, apoyándose en el respaldo y dejando toda su atención al dibujo animado en la televisión.
  
   Miré la hora. Las nueve y treinta. Hice una compra online al supermercado para que lo trajeran lo antes posible, tal vez Lily se levantaría con hambre y ya no quedaban papas o zanahorias para pisarle a Isabella, tampoco bananas o alguna otra fruta. Pedi todo lo que necesitaban para que a la media hora ya esté acomodando las cosas en el refrigerador. No recordaba la última vez que estuvo lleno.

   Cociné pollo y ensalada, algo rápido y saludable para mi ocupada mujer. Le compre helado, chocolate. Sentía que necesitaba ser un poco mimada.

   Cuando estaba terminando le quité el biberón a Isa junto al babero que estaba empapado en leche, lo lavé a mano para que no quedara pegajoso luego. Recordaba haberme olvidado varios baberos sin lavar con Ben y Olivia.

   Con la televisión con voces agudas y músicas infantiles, lavando un pequeño delantal lleno de baba y leche, cocinando pollo en esta cocina; me sentía un padre otra vez. A pesar de que se me caían los ojos por el mal despertar que tuve por los gritos de la niña, me sentía vivo y con ganas de seguir. Quería llevarla al doctor, al kínder, a mi mujer al trabajo, ir a trabajar, llegar cansado y verlas a las dos; ahí. Para mi. Repetir esa rutina todos los días.

-¿Qué es ese exquisito olor? -Lily apareció con cara de dormida y brazos cruzados en la cocina. Fue directo hacia mi apoyando su cabeza en mi pecho.

-Buen día. -Besé su cabeza. -Estaba haciéndote el almuerzo.

-¿A mi? -Asentí, ganándome un beso de recompensa que disfrute más de lo que debería. -Tengo hambre. -Dijo alejándose para saludar a su hija en la cabeza, ella seguía totalmente concentrada en el colorido dibujo de la televisión. Era un niño de cabello colorado y cuerpo pequeño que buscaba algo en la selva. -Ayer no comí absolutamente nada.

-No vuelvas a hacer eso, puedo cocinarte cuando gustes.

-Entonces debo venir más a menudo.

   Serví dos platos, debajo uno enfrente de ella. Lo probo y levantó los ojos al aire saboreándolo. Me halagó varias veces.

-Estuve todo el día pensando en esos papeles. -Dijo sin ningún tipo de reparo. -Quiero que me hables de eso.

-No es nada que debas preocuparte realmente.

-Harry, siento que... tenemos algo. Y me gusta. Quiero que confíes en mi.

-¿Tenemos algo? -Pregunté con el corazón apretado.

-¿No crees lo mismo?

-¡Si! -Sonreí. -Si... es decir... -Me quede sin palabras. -Si.

-Entonces quiero que confíes en mi y me digas qué sucede. ¿Qué era eso?

Para morir bien. // Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora