Capitulo 32

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Ayer rompí el teléfono contra la pared.

Mi semana se basó en estar en una habitación de hotel medio pelo, encerrado con mi arma y botellas de whisky. Dormía sin parar, de día y de noche. A la mañana tomaba un poco y seguía durmiendo. Cuatro días en total fueron ignorando llamadas de mi asistente, Lily y hasta una de mis padres, los padres de Lily desesperados por saber de ella y el gerente del campo. Estaba harto.

Debería estar muerto, no deberían llamarme.

   El jueves tuve la intención de ir a un bar, encontrarme con cualquiera, cogérmela y matarme luego por serle infiel a mi novia. No me pude levantar siquiera, preferí seguir llorando por lo miserable que era. Finalmente el viernes quise irme porque había dejado de tomar un poco y porque necesitaba ropa. No tuve otra que volver a casa.
  Antes de salir me miré al espejo, tenía un aspecto nauseabundo; cabello grasoso, ojeras y ojos rojos, ropa arrugada y un olor que no se soportaba, incluso me lo sentía yo mismo.

   Antes de llegar, pase por el centro comercial para comprar un nuevo teléfono, también le compré uno a Lily. El hombre que atendía me miraba asustado y preocupado, pasando la tarjeta con cara de que claramente no tenía saldo, como si fuera algo obvio que por mi aspecto no pudiera pagar. La tarjeta fue aceptada para su sorpresa y me entregó ambas bolsas.

   En el auto fui activando el mío, lo dejé cargar en el asiento de copiloto mientras manejaba y llegaba a la puerta de casa.
   El dolor de cabeza me mataba, no sabía si eran las luces, mi olor, o que estuve una semana completa durmiendo y bebiendo. Lo único que había consumido fue un par de hotdogs de delivery que pedí al hotel.

   Abrí la puerta escuchando su voz. Odiándola. Maldije varias veces, no quería verla y menos escucharla. Necesitaba estar solo toda la vida si era posible. Que nadie molestara mi sueño y amargura. Sin embargo allí estaba, hablando por teléfono con la cabeza gacha, rascándose sobre el pelo.

-Entiendo. -Largó algo irritada. -Solo necesito saber si se encuentra ahí, no me importa el diagnóstico. No hace falta que me dé ningún dato tampoco. -Esperó unos segundos mordiéndose la uña. -Si. Harry Styles. ¿No? -Suspiró. -Bien. Muchas gracias.

   Sacó su pequeño teléfono de su oído y marcó otro número mirando concentrada en la libreta. Menos mal que le había comprado uno nuevo, ese parecía caerse a pedazos.

   Cuando dejé mis llaves en la mesa de al lado de la puerta, levantó la cabeza. En ese instante tiró todo lo que tenía en manos y se acercó a mi, abalanzándose. Tuve que hacer equilibrio para no caer, todavía seguía teniendo alcohol en sangre. Mi estabilidad no era la mejor ahora mismo.
   La tomé de la cintura disfrutándola un momento, ella olía bien; no como yo. La bajé cuando la oí sollozar en susurros, como respiraciones pesadas. Levantando su rostro me di cuenta que estaba enojada. Yo debía estar enojado.

-¿¡Dónde estuviste!? -Me empujó. No tenía fuerzas para contestar, me estaba mareando. Tenía que dormir, bañarme, comer, pegarme un tiro en el medio de la frente. -Dios... -Acarició mi rostro, examinándome. -¿Estás bien? ¿Qué pasó?

-Te traje esto. -Levanté la bolsa. La miró con desprecio y desentendimiento.

-Creí que te había pasado algo.

   Dejé la bolsa sobre la misma mesa que había dejado las llaves, ya que ella no la agarró. Ni siquiera se fijó que había. Caminé hasta el baño, Lily entro conmigo sin cerrar la puerta. Estaba espantada, como si estuviera viendo a un fantasma. Me sentía como un fantasma.
   Comencé a quitarme la ropa, zapatos, pantalones, camisa. Lily no se iba.

-Estoy intentando tomar una ducha.

-¿Dónde estuviste?

-Haciendo mis cosas. -Logré que se fuera gracias a un pequeño empujón y cerrarle la puerta en la cara.

Para morir bien. // Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora