Capitulo 37

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No sé quién fue el inventor de las camisas y cómo se le ocurrió la magnífica idea de hacerlas tan sofocantes. Tenía tres botones desabrochados y las mangas dobladas hacia arriba pero seguía muriéndome de calor. Más que calor, y echarles toda la culpa a las camisas, era la falta de aire por nerviosismo lo que me ponía de esa manera.

Necesitaba un trago, o dos, o tres si era posible. Pero no está noche. No hoy. Me prometí no beber hasta estar seguro de que iba todo bien. De igual modo, en el avión me tomé un whiskey, pero no cuenta.

Miré el cielo completo de estrellas, era una noche muy bonita. Dicen que cuando hay muchas estrellas, al otro día llueve. Dudaba de la credibilidad de ese dato, mi abuelo solía decirlo todo el tiempo. Ese hombre podía pasar horas mirando el cielo y leyendo sobre él. Toda mi vida pensé que hubiera sido más feliz siendo astrónomo, desafortunadamente era profesor de matemáticas.

Despistado, me olí el cuello de la camisa guiándolo hasta mi nariz, chequeando que el perfume esté intacto como cuando apenas lo había puesto. Era así. Afortunadamente, los perfumes de hombre son excesivamente fuertes y duraderos.
Estaba todo en orden, mi cabello, mi olor, el regalo y las flores esperando dentro del carro. ¿Que podía salir tan mal como para tener que volver llorando o embriagarme en el restaurante? ¿Que ella no llegara? Ah, carajo. Ya había pasado media hora del horario acordado. Se había arrepentido, seguro. ¿Por qué querría salir a solas conmigo?
O podría haberle pasado algo. El pánico empeoró. Miré a ambos lados buscando una cara conocida, puros humanos bien vestidos y con sonrisas amistosas. Pero no estaba ella. ¿Debía llamarla?

-Hola. -Habló una voz a mi lado. -Lo siento tanto por tardar, Isabella tuvo un ataque de enojo con todo hasta que logré dormirla...

No estaba escuchándola en absoluto. Lily había aparecido; con cabello hasta los hombros, zapatos altos y un pantalón holgado que le quedaba exquisitamente bien. La forma en que movía la boca pintada de rojo me hipnotizó momentáneamente. Imaginé cosas que no debía.

-...así que terminé viniendo con ese hombre que hablaba y hablaba. Como sea, lo siento. -Asentí sin dejar de mirarla porque no tenía idea de lo que hablaba.

-Te ves... cortaste... estas... -Levantó las cejas ante mi tartamudeo. -Estás diferente.

¡Ah! Podría haber dicho miles de cosas. Como "estás linda" como mínimo.

-¿Estás bien?

-Si... es que... te ves muy caliente, no me llega el agua al cerebro.

Río abiertamente inclinando su cuerpo más a mi. Aproveché para, por fin, tocarla un poco. Agarré su brazo para reírme junto a ella y tocándole el cabello, que me dejó seguramente porque se había acostumbrado a que lo hagan, se veía sano y bonito. En cambio, yo lo tocaba porque necesitaba su tacto, aunque sea con un pelo.

Entramos al restaurante, abrí la puerta para ella tocándole suavemente la espalda. Di mi nombre para la reserva y nos sentaron en una mesa. El lugar era lindo, promedio, nada muy elegante porque sabía que no era su estilo. Estaba perfecto para una cita.
La vi sentarse y agradecerle con una sonrisa al mesero que le entregó la carta. A mi me sonreía distinto.

-Así que fuiste a Europa. -Habló mirando la carta.

-Si, fue más turismo que trabajó a decir verdad. El gerente de comercio internacional quería mostrarme unos lugares claves y conocimos a otros tipos. Te soy sincero, nunca entendí mucho de todo eso, yo lo dejo en sus manos.

Ahí estaba otra vez esa sonrisa que solo me daba a mi, a veces creía que era de puta lastima, otras veces creía que era porque me amaba tanto como yo a ella. El color de los ojos hoy le brillaba más que nunca trayéndome un recuerdo del día que dijo a su amiga que, cuando viajara, me encontraría con una mujer más linda y la dejaría. Imposible.
La culpa de acostarme con otra ayer por la noche entró, tosí y tomé agua incomodándome con mis pensamientos. Quise convencerme de que no sabía que volvería a ver a Lily. Ella siempre sería la primera.

Para morir bien. // Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora