La lluvia teñía la ciudad en tonos grises y blancos, golpeaba como una caricia la chapa de mi carro, dando un sonido seco. Bajé con un paraguas negro en mano, no quería que el traje se me mojara aunque fueran un par de pasos. Cuando llegue a la puerta del hospital, esa principal que tanto conocía, sequé mis pies con el trapo en el suelo y en la recepción di a conocer la cita que tenía. La mujer canosa asintió en silencio, como cómplice de la situación —aunque probablemente no estuviera enterada— y me dirigió hasta el piso siete, puerta cuatro.
Allá me esperaba Franco Julard, un médico reconocido en todo el hospital. Me saludo con la mano e instantáneamente coloque el maletín sobre su escritorio. Él me miró nervioso. Un hombre canoso, de lentes que aparentaba más de sesenta años, por no atreverme a decir setenta. Sabía que lo hacía más de buen corazón por saber la situación, que por el dinero.
-Será la mitad antes y la otra mitad después, pase lo que pase. -Aclaré y el asintió.
Tuve que gastarme medio millón con esto, me decía que era un procedimiento arriesgado e ilegal. Que no estaba autorizado a hacerlo en ningún caso, podría perder su trabajo. Sin embargo, por mas buena gente que sea, apenas con medio millón accedió. Medio millón en un día era algo que se podía pensar.
Mañana sería el día, a las once de la mañana exactamente.
-¿Puedo perder mi trabajo por esto, sabias?
-O puedes tener un millón más por esto.
Suspiró pesadamente tallándose los ojos. Miré su oficina, llena de fotos familiares. Tres niños distintos en las fotos, en su escritorio; una de él con otra mujer que suponía era su esposa.
-¿Estás totalmente seguro de esta decisión? Puede funcionar, como no.
-Da igual. Lo quiero.
-Intentaré que esté la menor cantidad de gente posible, no quiero que lo pasen por un asesinato...
-No pasará nada.
Tuve que comprar un corazón de una forma tan ilegal y oscura que nunca hubiera imaginado, me gasté tres millones en el mercado negro para ese órgano, certificado como que servía para transparentar inmediatamente. Unas horas antes de la operación ya estaría en el hospital. No tenía idea si la noticia le había llegado a Sara, habíamos acordado con Franco que fue pura suerte y encontraron un donador.
Salí del lugar con las manos vacías y el cuello dolorido. Anoche tuve que contener a Lily durante horas diciéndole que todo iba a estar bien. Cuando se durmió, me puse en marcha con la búsqueda de órganos. No sabía que era tan fácil conseguir esto.
Antes de volver a casa, decidí hacer unas compras. Un par de conjuntos para Isabella y una tarjeta con dinero en una tienda para que Lily comprase lo que quisiera, no quería decidir por ella lo que debía usar, pero si la hacía ir con mi dinero, no querría.
Seguía lloviendo cuando llegue, era temprano. Las nueve treinta para ser exactos y todavía no había dormido nada.Quité mi abrigo mojado y subí directamente a verla a Isabella, que se estaba metiendo el pie en la boca. Me sorprendió verla despierta sin hacer un berrinche. Tal vez lo hizo y nadie la oyó, dudaba de la sordera de Lily.
-Buenos días. -La alcé besando su mejilla. Ella sonrió y sentí mi corazón parar cuando dijo; "mamá " en un tono muy agudo y costoso de pronunciar. -¿Qué dijiste? -Una risa se me escapó. No volvió a decirlo, pero con una vez ya era suficiente para alegrarme el día. La alcé en mis brazos para pasar a chequear a Lily.
La vi dormir sola sobre la cama, aferrada a las sábanas. Se veía nerviosa, con la mandíbula apretada y los dedos tensos en la manta. Acaricié su cintura para no asustarla, ella solo tembló un poco.
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Para morir bien. // Harry Styles
Fanfiction"Planeaba devolverle al mundo todo lo que le quité. Lo que yo mismo me había quitado."