XXV

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Esa mañana, tras quedar en la soledad de su habitación se marchó a duchar, deprisa, con una sonrisa adornando sus labios. A esa altura del juego era estúpido huir de él cuando ya todo su ser anhelaba su toque. Trato de hacerlo todo rápido; Se ducho, vistió y peino (dejando a un lado el maquillaje) con rapidez, al salir a la sala lo vio caminar por la estancia, con el teléfono a la oreja mientras hablaba de algo que ella por más que se empeñara en escuchar no lograba descifrar. Era una curiosa de lo peor.

¿Con quien estaría hablando? ¿Sería alguien del sexo femenino? Esperaba que no, todo lo contrario. Sus cejas se volvían una sola, sus labios se movían con rapidez y la mano libre se hacia un puño tornando los nudillos blanquecinos. Era una conversación acalorada ó al menos eso parecía.

Austin sintió una mirada pesada en su nuca, se dio vuelta y la observo mirándolo a la distancia, con el dedo pulgar rozando su labio inferior y mirada perdida. Debía tener los pensamientos muy lejos de aquella estancia. La contemplo sin poder contenerse, admirado como siempre con su belleza, incluso esa mañana sin una gota de maquillaje sobre su rostro podía notar lo hermosa que era. Mireia al percatarse de tener los ojos del Moreno encima camino al refrigerador, haciendo como si buscara algo en específico, tomo una jarra de jugo de naranja y les sirvió a ambos.

—¿Qué te gustaría para desayunar? —le cuestionó, tendiéndole el vaso con su contenido, evitando su mirada de presumido por haberla cachada ojeándolo como idiota. Tubo el instinto de tirarle el contenido amarillento, tubo que contenerse a poco de hacerlo.

—Gracias. —murmuró, tras acercarse del otro lado de la isla —, y nada, mejor desayunemos fuera... Por cierto, te ves muy linda esta mañana. —. la joven pudo sentir como los latidos de su corazón se aceleraron tras escuchar aquellas simples palabras, suspiro y mordió su labio inferior temiendo que temblara junto a sus latidos cardíacos. Mireia bajo la vista por todo su atuendo: Unos jeans negros, blusa roja y  tenis del mismo color que los pantalones. Para ella era algo sencillo, no sabía a donde se dirigían de modo que prefería sentirse cómoda, sin embargo, saber que para él se encontraba bonita, le hacía aletear algo dentro de ella.

—Gracias. — hablo tras aclararse la garganta, mientras las mejillas se tornaban sonrojadas. — tú también te ves muy bien. —susurro, bajo, mientras se percataba de cómo iba vestido; Jeans azules oscuros, camisa blanca hasta los codos y tenis bajos. Nunca lo había visto vestido informal..., lucia tan juvenil, agradable y esta de mas decir, sensual.  Ella tomó de su bebida, tragando el calor que empezaba a subir por todo su cuerpo.

—Gracias. —dijo, con una ceja enarcada y sonrisa ladeada. Él era por demás consciente de lo bien que se veía. —. Vamos. —le extendió una mano, Mireia la miro tentada por un minuto rechazarlo, no obstante, la tomo, deprisa, aferrando a ella como su punto de flote, temiendo si llegaba cuestionarse al menos un minuto que estaba haciendo volvería alejarse de aquella tentación andante.

Ambos bajaron con los dedos entrelazados uno con otro. Era algo nuevo pero lindo. Mireia no podía evitar sentir como el miedo y el nerviosismo abrían paso dentro de su organismo, provocándole incluso arcadas, ella no era una niña pero él la hacía sentir como una.

—¿Quién trajo mi auto? —se cuestionó así misma en voz alta, al haberlo visto parqueado al lado del vehículo de Austin. Ella no recordaba haber dado instrucciones de buscarlo, fue en lo ultimo que pudo haber pensado anoche.

—Tú guardaespaldas fue buscándote esta mañana y yo le pedí que fuera por el. —aclaró el hombre, abriéndole la puerta del copiloto, Mireia lo miro con furia y mordiendo su labio inferir aguardó él estuviera sentado del otro lado para hablar.

—¿Y las llaves? —volvió a preguntar, con la marea de enojo creciendo a borbones cada vez más, pugnando en la comisura de su boca por discutir.

Al borde del precipicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora