VII

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Mireia inhalo todo el aire sus pulmones le permitieron y luego lo expulso de un solo soplo, descompuesta. Repitió esta acción varias veces, buscando volver a normalizar la respiración alterada. El corazón le latía con tanta rapidez que creía escucharlo retumbar contra sus oídos, mientras la sangre bulle con velocidad por todo su sistema nervioso.

Nego con la cabeza de un lado a otro, turbada y apoyo las manos contra el escritorio, necesitando donde apoyar su peso para mantenerse en pie pues las piernas las sentía vueltas gelatina.

Elevo una mano y acaricio el bode de su labio inferior, con la yema del dedo indice. Aun sentía sus labios contra los suyos, moviendolos con rapidez y excitación; Entrando la lengua en su boca, batallando con la suya, saqueando su interior sin contemplaciones y ella se lo permitía encantada con las nuevas sensaciones desatadas en su abdomen bajo. No podía negarselo así misma, la situación la tenia desbordada y deseosa de mucho más, en las misma proporciones.

Una pequeña sensación de decepción la embargo al no poder tocar su piel, sentirlo contra su cuerpo sin ninguna prenda cubriéndolo, seguir mordiendo sus labios y probar la calidez de su piel; Ver si sus bellos se erizan al rozar sus labios por sobre su tez, llevarlo al borde de la lujuria, acorralarlo y después hacer que sucumba en el placer del deseo, haciéndola suya una vez tras otra.

Bufo alterada. De solo pensarlo sentía una nueva ráfaga de deseo a sotar su cuerpo y volver a incendiar su interior.

Deseo por un momento su realidad fuera distinta, poder hablar con su mamá sobre aquello que a lo mejor estaba mal. Sin embargo, no estaba... jamas volvería... De pronto la tristeza empezó abrirse paso, provocandole ese característico nudo en la garganta y mal sabor en la boca.

De solo imaginar a su hermano queriendo alejar a ese hombre de ella como hacia cuando pequeños, le saco una pequeña lagrima la cual quito con el dorsal de su mano, de prisa.

Solloza alejo los penosos pensamientos de su cabeza de un manotazo, encontrándose lo suficientemente alterada como para no querer durar un minuto más dentro de esas cuatro paredes. Tomo el bolso y salio avisándole a Vanessa de su partida. Camino sonando las suelas de las zapatillas contra el piso, con pasos firmes y apresurados, ya había perdido el suficiente tiempo para ahora ir tarde a su próxima cita.

Sin embargo, no podría culparse, hubiera seguido perdiéndolo si el señor Torres no se hubiera marchado, pero de una manera más placentera. Dentro de su cabeza quiso contradecirse y llamarlo por su nombre, pero no podía, simplemente no le salia hacerlo y no podría negarse que llamarle por su apellido le provocaba cierta lujuria y excitación.

Recostada contra los asientos traseros dentro del vehículo le musito la dirección del restaurante a Ramón. Algo le desagradaba en gran medida solía ser llegar tarde a sus reuniones, sin embargo, a ultimas estancias se le había hecho un terrible habito. El lugar se encuentra en las afueras de la ciudad, en una esquina de grandes edificios, con paredes de ladrillos rojo vino y mesas fuera habitadas por unas pocas personas. Al entrar es lo mismo, no esta atiborrado de gente como había pensado para ser la hora del almuerzo. Una vez los diviso al lado de la ventada que da a la calle se movió dirigiéndose sus pasos hacia ellos.

—Buenas tarde. —saludo una vez se encontró delante de su mesa. Ambos hombres guardaron silencio al verla tomar asiento frente a ellos y le sonrieron con cordialidad. —Perdonen la demora, tuve unos inconvenientes antes de salir. —susurro, sintiendo como las mejillas se le calientan al pensar en la persona causante de su retraso.

—No te preocupes Mireia, apenas llegamos. —la tranquiliza Mason, mientras Daniel le hace señas al camarero para que se acerque a tomar la ordenes. —¿Qué tal el trabajo? —pregunto sin poder contenerse, aun sabiendo que ella le había dejado claro no le gustaba curiosearan acerca de su vida y nada que tenga que ver con ella. No obstante, a ultimas fechas había bajado la guardia, por lo que, quiso arriesgarse.

Al borde del precipicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora