—La próxima vez, espero poder probarte. —dijo, más seguro de si mismo que nunca. No la dejaría escapar, aunque le pusiera una y mil trabas para hacerlo alejarse no lo haría, Mireia había despertado un sentimiento extraño a la vez que agradable en su interior; Todo el tiempo deseaba verla, tocarla y después de la confesión que le hizo la noche anterior, cuidarla..., mimarla..., protegerla; Sobre todo eso ultimo.
Ella no supo como responder a sus palabras, por la mente le paso el tomarlo por la mano y guiarlo hasta su hotel para que llevara acabo lo que había dicho, sin embargo, era demasiado descarado y osado para ella, no era esa clase de mujer. Pero, ¡maldición! como deseaba poder hacerlo.
—¿Cómo? —le cuestiono, haciéndose la desentendida. Austin elevo una ceja con mirada traviesa y le coloco un mechón de pelo detrás de la oreja, cautivado por aquella mujer de carácter férreo. Ahí, aun entre sus brazos, con las mejillas sonrojadas, los labios mucho mas rojos que minutos atrás, ojos brillosos, mirada limpia y defensas en el piso, le pareció hermosa, incluso poder llegar a quererla no lo veía lejano.
Austin iba a contestar con una de sus barbaridades cuando se escucharon voces y pisadas en la planta alta. Se tenso de inmediato y la sintió a ella de la misma manera. La agarro por el brazo y la hizo bajar los demás escalones faltantes hasta llegar al primer nivel.
Mireia no musito palabra, incluso cuando podía sentir como en cualquier momento perdería el equilibrio y llegaría a caer de bruces al piso le siguió el paso en silencio. Prefería mil veces doblarse el tobillo que ser vista en medio de una calentura o mejor dicho, después de una. Cuando sus pies por fin tocaron la firmeza del primer nivel, inhalo y exhalo una y otra vez, tratando de volver a encontrar aire para sus pulmones.
Austin sentía como la piel le transpiraba después de bajar tantas plantas y no podía dejar de preguntarse ¿Cómo no tenia a Mireia arriba suyo llamándolo por todas las malas palabras que podían existir en el universo? Se temía en cualquier momento tomara uno de los tantos lujosos jarrones del vestíbulo y se lo estampara contra la cabeza, furiosa; Eso ultimo le saco una sonrisa, por que sabia ella era capaz de eso y mucho más.
— Sal conmigo mañana. —propuso de pronto. La chica dejo de buscar con la mirada exactamente nada por que solo estaba huyendo de su mirada y ladeo el rostro observándolo. Él tenia el labio inferior atrapado entre los dientes y mirada expectantes, a la espera de su respuesta.
—Lo siento, no puedo, mañana tengo un asunto importante. —murmuro, dando dos pasos a la izquierda, alejándose del calor de su cuerpo y acomodando todo el cabello suelto hacia atrás. Él la escruto con los ojos entrecerrados, como si estuviera rebuscando en su interior la verdad en sus palabras.
—Puedo llevarte y luego marcharnos. —dijo, llevándose una mano hasta el mentón y acariciándose la barbilla. Sabia bien, solo estaba buscando excusas para mantenerlo lejos, o tal vez no, no obstante, si era lo primero no le pondría tan fácil escaparse de él.
—Es muy temprano. —anuncio, buscando todas las maneras de hacerlo cambiar de idea. No creía poder volver a encontrarse con él a solas, no después de lo compartido minutos atrás. Aun sentía latente sus caricias quemándole la piel y sabia, pasaría mucho tiempo antes de borrarse su contacto.
—Suelo levantarme temprano. Ahora ¿A que hora debes estar allí? —cuestiono, sin apartar la mirada de los ojos bien abiertos de la joven. Su contestación la tomo desprevenida, aunque, no debería haberlo hecho, le a demostrado ser muy persistente en cuanto algo le interesa. Ella bufo consternada.
— Nueve. —mascullo entre dientes. Primero la alejaba y ahora la buscaba, a ese paso terminara volviéndola loca.
—Perfecto, cuando este fuera te llamare para que salgas. —susurro, a medida que empezaba a alejarse de ella, en dirección a los ascensores con una sonrisa traviesa colándose por sus labios.
—¿Cómo? No tienes mi numero. —exclamo, a su espalda. Austin ladeo el rostro, detuvo el paso y dijo:
—¿Quién dice que no lo tengo? —y siguió su camino hasta perderse de su vista.
Mireia resoplo. Ese hombre se había convertido en un terrible y deseoso dolor de cabeza para sus sentidos, ni siquiera tenia idea de como lo seguiría viendo a la cara después de deleitarse con las reacciones de su rostro al tener la mano entre sus piernas.
—¡Señorita León!. —Mireia alejo los pensamientos de su cabeza de un manotazo y volteo en dirección a donde la llamaban. Ramón corría con la frente cubierta por pequeñas gotas de sudor y rostro preocupado hacia ella. Una vez se detuvo en su frente respiro varias veces antes de hablar. —. Pe...—Pensé que le había ocurrido algo.... La busque por todo el lugar y ni rastro de usted señorita..., y tampoco la vi salir del desfile y dirigirse a la fiesta. —dice, recomponiéndose y enderezando la espalda con actitud seria.
—Mis disculpas Ramón. Sali a tomar un poco de aire fresco y a de ser en ese momento en el cual me perdió de vista. —musita, pasando una mano por el vestido, quitando las arrugas inexistentes de este, siendo la preocupación del hombre. Había olvidado totalmente poseer guardaespaldas.
—No se preocupe señorita. ¿Desea la lleve a algún lugar? —pregunta, acomodándose el saco.
—Sí... por favor, vamos de vuelta al hotel. —él la mira con una ceja enarcada y ojos curiosos.
—¿No piensa asistir a la fiesta? —negó de un lado a otro con la cabeza. Desde un principio había asistido al desfile pero sin la intención de hacerlo también en la fiesta, mucho menos ahora, necesitaba al menos toda la noche para volver a reconstruir sus murallas y prepararse mentalmente para volver a verlo una vez mas en menos de veinticuatro horas.
Una vez atravesó la puerta de su habitación Mireia se despojo de toda la ropa tenia encima y se lanzo a la cama, desganada. La situación se había vuelto una total mierda. Era claro que le encanto lo que hizo con sus dedos, sin embargo, deseaba jugar bajo sus términos para asegurarse no ser tomada por sorpresa como estaba ocurriendo.
Mañana volverá a verlo y tampoco sabia que podría ocurrir con ellos dos solos, por lo que, a lo mejor deberá asegurarse no quedar solos en ningún momento, no mientras no queden las cosas claras. Antes de haberse dejado masturbar por él debió hacerle saber lo único deseaba suyo era su cuerpo, sin embargo, el deseo pudo más que su control, se dejo llevar.
Necesitaba dejar las cosas claras cuanto antes..., antes de que las cosas avances y ya no haya vuelta atrás.
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Al borde del precipicio
RomanceAustin: Simpático. Aventurero. Sensual. Atrevido. Mireia: Directa. Real. Indiferente. Organizada. Ambos de personalidades tan diferentes pero a la misma vez tan atrayentes, como el mismo sol junto a la luna formando el crepúsculo. Ella era todo lo...