Era viernes por la noche. Hacia exactamente tres días había llegado a España con un solo objetivo... buscar a Austin. Sin embargo, durante el transcurso de aquellos días no se atrevió a investigar que había sido de él. Simplemente no tuvo el valor suficiente. Mireia se dio una ultima mirada al espejo de cuerpo completo, entristecida. Lo extrañaba, a él y a la calma que le llega cuando esta junto a ella. Suspiro, ese día no había cabida para esa clase de sentimientos, de modo que, se dio media vuelta, tomo la cartera de mano que estaba sobre un mueble y se marcho. Tenia una fiesta que empezar.El rolex dorado, ultimo modelo en la muñeca de Austin marcaba las nueve de la noche cuando la vio hacer su aparición. La respiración se le hizo superficial y el corazón le empezó a latir con rapidez, tuvo que parpadear varias veces para limpiarse la vista, pues había quedado totalmente deslumbrado con su belleza y esplendor. Era como un cometa captando las miradas de todo su alrededor y haciendo temblar todo su mundo.
Austin atrapó el labio inferior entre los dientes, mientras la observaba caminar a paso lento entre las personas, sin poder apartar la mirada. Lucia totalmente preciosa..., despampanante, ataviada con aquel vestido dorado, decorado con brillo en el busto en forma de corazón, sostenido por dos finos tiros y abierto en la pierna izquierda. Los ojos del hombre barrieron el cuerpo de la joven de la cabeza a los pies, quedando totalmente lívido y deseoso de tocar los restos de blanca y cremosa piel que quedaban al descubierto.
Mireia tenía el poder de incendiar su interior, de hacer todo su cuerpo arder en deseo por ella.
La extraño. Durante la semana pasada no hubo día que no la pensara o anhelará su presencia. Sin embargo, él sabía bien no debía presionarla, que darle su espacio era lo mejor y la secuencia de problemas en la que estaba sumergido lo ayudaron hacerlo, lo ayudaron a no buscarla.
Pero, al verla a metros de él, con una sonrisa fingida en los labios y aquella mirada gélida como un aisber de hielo lo hicieron sentir como si hubiera pasado un año desde la ultima vez que la vio.
—Dios, como la extrañe. —susurro en sus adentros, sintiendo como las palmas de las manos pugnaban ansiando su toque, su boca ardía exigiendo que volviera a besarla y su alma le pedía consumirse junto a la suya. Todo era muy complicado, ni siquiera era consciente si lo lograría, si haría que ella finalmente se rindiera a él y a lo que estaba ocurriendo entre los dos.
La observo pasar el peso del cuerpo de un pie al otro, mostrando una incómoda sonrisa ladeada a los más de diez camarógrafos que lanzaban flash de sus cámaras hacia ella. Austin sonrío negando con la cabeza de un lado a otro y camino en dirección a ella. No pudo evitarlo.
Al estar a menos de dos metros de distancia y sin darle tiempo a reaccionar pues sabía si lo intuía, acabaría con ella discutiéndole delante de todas esas personas, por lo que se coloco a su lado, abrazo su cintura con una mano, mientras que la otra la metía dentro de uno de los bolsillos delanteros del pantalón y sonrió a las cámaras, las cuales lanzaban sus flash cada dos segundos.
Mireia al sentir un toque salto en su lugar, miró al lado en donde sentía el tacto y quedó fría, observándolo. No pudo evitar enojarse al verlo con aquella naturalidad a su lado. Coqueto la apretaba hacia él y mostraba una sonrisa ladeada, eso la puso aún más furiosa. Tuvo el instinto de asesinarlo.
—¿Qué hacia ahí? No, la pregunta era ¿Qué hacía junto a ella después de desaparecer como lo hizo? —chillo para ella misma, queriendo gritárselo a la cara, para luego quitárselo de encima y alejarse de su enorme y atractivo cuerpo. La mujer elevó sus ojos, observándolo con aquellos fríos iris marrones, deseando que con su mirada pudiera taladrarle cabeza.
Austin al sentir como lo miraba bajo la vista y vio la furia cruzar por aquellos hermosos ojos que durante tantas noches lo hicieron desvelarse. Estaba enojada, lo sabía, pero darse cuenta con más énfasis lo dejaron lívido. Lo último que quería era tener a una Mireia enojada, deseaba tenerla bajo su cuerpo, besarla con devoción, moldear con sus manos toda su fisionomía y hacerle el amor hasta sentir como su cuerpo se deshacía en pequeños gemidos. Aquellos pensamientos lo hicieron temblar y querer con todas sus fueras hacerlos realidad.
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Al borde del precipicio
DragosteAustin: Simpático. Aventurero. Sensual. Atrevido. Mireia: Directa. Real. Indiferente. Organizada. Ambos de personalidades tan diferentes pero a la misma vez tan atrayentes, como el mismo sol junto a la luna formando el crepúsculo. Ella era todo lo...