XIX

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Una hora después Mireia y Austin atravesaban las enormes puertas de la entrada, camino a la salida. Durante todo el rato Austin no se aparto de la mujer, moviéndose a su unísono, susurrándole cosas que suponía debía saber de aquel lugar que ya había visto en otras ocasiones y cuando creía que nadie los miraba le acariciaba la palma de la mano con los dedos, poniéndola nerviosa de prisa y que en el estomago empiece a formársele una terrible excitación.

El negocio resulto ser un éxito y con la ayuda de su acompañante logro comprarlo por un precio por menor del esperado. Se sentía bien, no feliz pero si tranquila..., así solía sentirse cuando lo tenia cerca a parte de alterada por todos los sentimientos desconocidos que le provocaba batallando en su interior. Iría con él a donde sea que tenga planeado, lo necesitaba, no quería aceptarlo, pero estaba cansada de pelear contra el deseo que sentía por aquel atractivo hombre.

—¿Te vienes con nosotros, Mireia? —pregunto Thomás, curioso. Tenia una idea muy clara de cual seria su contestación, no obstante, necesitaba escucharla decirlo. No era tonto como sabia lo creían, durante todo ese rato estuvo al pendiente del magnetismo que irradiaban su sobrina y aquel muchacho, de modo que podía jurar, ella no era inmune a ese hombre. Algo ocurría entre ellos y él se encargara de descubrir que.

Mireia ladeo el rostro observando a Austin con una media sonrisa, tímida. Estaba intrigada por entender que era lo que tanto la hacia acercar a él, desearlo..., No tenia una maldita idea de lo que podría llegar a pasar estando juntos, menos a que clase de sentimientos deberá enfrentarse, sin embargo, se dejaría fluir, ninguno de ellos podría ser peor que los que a estado hundida los últimos siete años de su vida.

—No, aun necesito resolver algunos inconvenientes con el Señor Romero. Nos vemos en el hotel mas tarde. —susurro, dentro de él algo se revolvió al escucharla pues no pensó aceptaría así a la ligera irse con él.

Austin la vio caminar hacia el carro con frescura y aguardar por él frente a la puerta del copiloto, apoyando todo el peso de su cuerpo en la pierna izquierda, con una mano en la cintura, ojos brillosos como una constelación espacial y sonrisa ladeada, coqueta. Quiso reír a carcajadas, porque aun este haciendo lo que le había pedido minutos atrás, poseía en su mirada ese signo de lucha que le aseguraba estaba lista para volver a pelear en cualquier momento.

Encendió el motor y se inserto en las concurridas calles de la ciudad con rapidez. El silencio inundaba la cabina, ninguno de los dos se atrevía a hablar por miedo a arruinar el cómodo ambiente. Él alejo la mirada de la carretera y la miro, tenia los ojos cerrados, la cabeza apoyada del espaldar del asiento, las facciones relajadas, su pecho se movía con lentitud y los labios entre abiertos. Era preciosa, por lo mismo quedo atrapado desde la primera vez que la vio entrar con ese característico aire imponente a aquella sala de reuniones.

Cuando estaba estacionando el auto frente a un pequeño restaurante entre las calles de Valencia, la observo despertarse y arreglar el cabello detrás de las orejas con desgarbo.

—¿No dormiste bien anoche? —pregunto, mientras apagaba el motor del coche. Mireia miro sus brillosos ojos grises, quedando atrapada en ellos de inmediato. ¿Cómo podría decirle que no pudo dormir por estarlo pensando? porque todo el tiempo lo veía entre sus parpados cerrados, porque aun podía sentir su mano entre sus piernas y su boca sobre sus labios tomando todo de ella; Era claro no le diría aquello.

—Sí, si lo hice, solo que con el trabajo mi hora de dormir se vio retrasada. —murmuro, abriendo el lado de su puerta y saliendo del carro.

—Comprendo. ¿A mi no me preguntaras como dormí? —cuestiono, en tono de voz divertido, mientras le ofrecía el brazo para que se sostuviera de él. Por un momento tuvo la intención de rechazarlo, sin embargo, se retracto de inmediato. Deseaba probar todo lo que él le diera a probar, incluida su caballerosidad.

Al borde del precipicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora