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Austin entra en la oficina con su mejor amigo Marcos siguiéndole los pasos. Habían salido de una sofocante reunión por lo cual lo invito a tomarse un trago y así desestresarse un poco.

La ultima semana se la había pasado de un lado para otro, sumergido en una infinidad de trabajo y dándole los ultimo toques al ultimo proyecto. No obstante, lo que realmente lo mantenía en vilo era el rostro de aquella atosigante mujer, acechándolo a cada momento y apareciendo en sus sueños volviéndolos húmedos... Corredizos... Sonara muy cliché pero, nunca en todos sus años de hombría le habían rechazado una invitación a cenar, aunque claro, la invitación no fuera con ese fin en realidad, ella no tenia por que enterarse, si llegaban a dar el siguiente paso era por que así ambos lo queríamos. Su respuesta lo dejo atónito, no lo negaría, no obstante, eso lo hacia desearla mucho más.

Durante todos esos días se mantuvo haciéndole regalos, varias veces quiso ir a verla, para ver su rostro sorprendido y alterado por las circunstancias. Sin embargo, no lo hizo, no por que no quisiera, al contrario, lo deseaba muchísimo, pero si su instinto no le fallaba sabia bien era muy curiosa, de modo que lo utilizaría a su favor. No sabia en concreto como, pero la dejaría con incógnitas que deseara resolver, haciéndole crecer la curiosidad y así sin ser consciente de ello su necesidad de él.

Le daba vueltas con el dedo indice al borde del vaso con alcohol, invocándola, queriendo verla atravesar su despacho, llegar hasta él con las pupilas engrandecidas por el deseo y después de sentarse en su regazo atacar sus labio entre abiertos, mordisquearlos y luego besarla con desbordado éxtasis.

—¿Qué tanto piensas? —le cuestiona Marcos, cansado de llamarlo repetidas veces y él continuar ignorándolo. Austin aparta la mirada del contenido ámbar claro y lo observa llevándose el contenido del vaso a los labios y darle un trago. El alcohol recorre su interior calentándolo con su recorrido.

—Hay una mujer que me tiene mal de la cabeza Marcos. —dice sonriente y negando con la cabeza de un lado a otro sin siquiera él mismo creerlo. Su amigo lo mira encogiéndose de hombros con normalidad, mientras recuesta la espalda contra el sillón frente al escritorio y eleva la pierna izquierda sobre su otra rodilla.

—Eso no es nada nuevo Austin. Ya creía yo que ibas a decirme otra cosa. —musita llevándose el el vaso a la boca. Que su amigo tuviera una nueva conquista no era algo que lo sorprenda, al contrario ya estaba bastante familiarizado con esas situaciones, más que en la mayoría de las ocasiones termina conociéndolas a todas.

El moreno deja de darle vueltas al sillón ejecutivo, se acerca al borde del escritorio y pone las manos unidas sobre la superficie plana.

—No me estas entendiendo Marcos, esta es diferente. —le declara, sin embargo su amigo amigo chasquea la lengua con una sonrisa de burla en los labios.

—Austin, también has dicho eso antes. —musita sin poder evitar soltar una carcajada de entre sus labios.

—¡Pero esta vez es diferente maldita sea! —exclama desbordado con las emociones extrañas en su interior.

Por un demonio, necesitaba a esa mujer debajo de su cuerpo, escuchándola gemir su nombre cuanto antes o se volvería loco de atar. —susurro para sus adentros, su amigo no necesitaba estar enterado hasta que punto estaba perdiendo la cordura.

—Tienes que verla para entenderme. —musita quedo, llevando ambas manos a su cabeza, jalando el pelo corto de su nuca, irritado. —Tiene un rostro que al verla piensas que un ángel a bajado del cielo y se encarno en ella, sin embargo, al ver la dureza con la que sus ojos te miran crees que un demonio la a poseído. —sigue, negando con la cabeza de un lado a otro, harto de invocarla justo como en ese momento. —Es preciosa y tiene un un puto cuerpo de infarto. —termina.

Al borde del precipicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora