Una semana después Mireia ya se encontraba al borde del colapso. Las estúpidas rosas continuaban llegando, cada una con un estilo diferente, hermosas no se podría mentir, sin embargo, ya estaba harta de verlas a ellas y no a quien las enviaba, de modo que los últimos días se las enviaba a su abuela o se las regalaba a Vanessa.Los pensamientos iban y venían retumbantes en su cabeza, los nervios se encontraban de punta y la curiosidad de conocer la vida de aquel hombre la consumía a medida que el tiempo avanzaba. Al final, inconforme y con una curiosidad insaciable había mandado a Ramón a investigarlo, información que ahora se encontraba sobre su escritorio, justo entre sus dedos.
Dudo por un momento en leerla, no obstante, se convención a si misma, diciéndose de como debía conocer a quienes trabajaban con ella, aunque muy dentro, sabia bien lo hacia por saber a quien quería meter entre sus sabanas.
El documento contaba con unas cuantas paginas de investigación exhaustiva. Nació y creció en España, estudio en los mejores colegios y en la secundaria siempre obtenía una de las mejores calificaciones. Esto ultimo la sorprendió, no por que no lo creyera capaz al contrario, suponía debía ser muy inteligente para llevar la empresa que lleva, sino por la razón de que los hombres no suelen ser muy aplicados durante sus años de secundaria, por las hormonas en su punto de ebullición y con las mujeres a su alrededor, como sabia debió de haberle ocurrido.
Cinco minutos después de pasear la vista por las letras llego a su etapa en la universidad; Continuo manteniendo las buenas calificaciones incluso cuando se perdía en interminables fiestas. En su segundo año en la facultad de negocios conoció una chica de la misma carrera con la cual mantuvo una relación, se comprometieron dos años después, hasta que meses antes de terminar la universidad terminaron. Los siguientes años se le empezó a ver de fiesta en fiesta, y en diferentes eventos, en cada uno de ellos llevaba a una mujer diferente agarrada de la cintura, pegadas a su cuerpo como garrapatas.
Bufo, observando sus rostros sonrientes para la cámara, cada una de ellas tenían el semblante de haberse ganado un premio al ser la escogida, una total estupidez de sus partes pues ninguna de ellas volvía a aparecer una vez más a su lado.
Mientras más miraba las fotografías en el escrito más se sentía carcomida por la furia de verlo al lado de más mujeres que solo en todas ellas. No debería extrañarse, es un hombre muy atractivo, sin embargo, su enojo no se evaporaba, no podía evitarlo.
No obstante, si dejaba la cólera a un lado y pensaba con la cabeza fría, eso no era algo malo, al contrario, podría usarlo a su favor. Si esta tan acostumbrado a estar de cama en cama, cuando le propusiera su idea, no existirá miedo por algo más, no sentirán compromiso por ninguna de ambas partes, tan solo seria algo casual, nada más.
Dejo los papeles sobre el cristal, tamborileando con las uñas pintadas de color piel sobre el, cuando sonó el teléfono.
—Mireia llego una nueva entrega de rosas para ti. —hablo Vanessa a través del intercomunicador, aguantando la risa que atacaba por desbordarla al escucharla bufar.
—Envíaselas a mi abuela de inmediato por favor. Ya estoy hasta la coronilla de ellas. —dijo, dándole vueltas al bolígrafo entre sus dedos, irritada.
—De acuerdo, también tienes una visita pero esta no programo una cita antes. —odiaba cuando se aparecían sin avisarse de anticipación, por lo cual tubo la sensación de declinarla, sin embargo, no lo hizo. —¿Quien es? —cuestiono, podía perder unos cuantos minutos antes de salir a su próxima reunión.
—Él señor Romero. —no le sonaba ese apellido.
—Déjalo pasar. —averiguaría de quien se trataba en ese momento.
ESTÁS LEYENDO
Al borde del precipicio
RomanceAustin: Simpático. Aventurero. Sensual. Atrevido. Mireia: Directa. Real. Indiferente. Organizada. Ambos de personalidades tan diferentes pero a la misma vez tan atrayentes, como el mismo sol junto a la luna formando el crepúsculo. Ella era todo lo...