Mireia entró en la oficina con pasos apresurados, cabreada, exaltada y descolocada. Lanza los papeles encima del escritorio y camina hacia el ventanal como león enjaulado, conteniendo la furia creciente en su interior, dando pasos de un lado a otro. Su secretaria la observa sorprendida y divertida en las mismas proporciones, en sus años de trabajo jamás había visto a esa chica tan descolocada e irritada como en esos momentos, por causa de alguien del sexo masculino. Dejando el computador en su lugar, la ve voltearse y mirarla con mirada chispeante.
—Desvergonzado, atrevido... eso es lo que es ese hombre Vanessa.. —le escucha murmurar entre dientes, con la quijada apretada. Desahogándose, sin lograr contenerse aunque lo haya tratado. La joven asiente sin poder aguantar la sonrisa se extiende por su rostro, por mucho más tiempo.
—Tienes razón pero no puedes negar que es muy guapo... —dice, tomando su tableta con la intención de marcharse. Mireia vuelca los ojos asombrada con su contestación.
Por su puesto es guapísimo, para su condenada mala suerte. Un hombre con porte y él cual poseía algo que la alteraba e irritaba en sobre manera. No obstante, lo negaría durante el resto de su maldita existencia.
—¡Claro que no! Vanessa aquí han venido hombres muchísimo más guapos que él. —ella asiente nuevamente a su contestación. Sentimientos como esos es de esperarse ella nunca aceptaría tan a la ligera, en realidad ninguna clase de emociones. Mirándola arder aclara la garganta, disipando la risa queriendo salir de su garganta.
—Sí, sin embargo, debes aceptar ninguno de ellos se había atrevido a acercarse tanto y seducirte abiertamente, con tal descaro como él lo a hecho y eso es lo que te tiene tan descolocada Mireia. —dice, tomando el atrevimiento de hacerle ver lo que no quiere. Una de las pocas personas ella le ha dado ese poder. Bufa irritada, al volver a recordar el calor se apoderó de su cuerpo al sentirlo cerca, rozando su fisonomía con la suya, como su boca se secó de pronto y no lograba quitar la mirada de su cuerpo.
Apreto los dientes, intentando comprender la rafaga de emociones desconocidas que brotaban en su interior.
—Ya no importa, yo misma me encargaré no vuelva a suceder. —murmura, dándose vuelta al ventanal como es su costumbre, perdiendo la mirada entre los movimientos de las personas en las calles.
—De acuerdo. —musita sin llegar a creerle en lo absoluto, tiene la ligera sensación esos dos terminaran matándose, como sigan esos encontronazos de esa magnitud, o acostándose, sin embargo, conociendo a Mireia preferiría arrancarse la piel en carne propia, antes de llegar hacer lo segundo. Al menos eso creía. —Estaré fuera esperando a tu próxima reunión Mireia. —asiente sin darse vuelta, con los pensamientos revoloteando en su cabeza.
No puede darse el lujo de perder el control de esa manera, solo por un hombre osado y prepotente, de mirada atrayente y sonrisa traviesa. Cuando era mucho más joven, había soñado infinidad de veces con un amor igual al de sus padres, no obstante, la vida la premió arrancándole ese mismo amor y mostrándole el lado amargo del mundo. No podía dejarlo aproximarse, mucho menos volver a percibir ese calor en sus entrañas al sentirlo acercarse. Todo eso había una vez deseado tener, se fue con su familia, y esa era la realidad. No deseaba nada más, el tiempo pasara como hasta ahora, y terminará por fin con su endemoniada existencia, dándole el ansiado fin.
La joven sale pegando un respingo al ver al mismo hombre de quienes hablaban segundos antes. Parado al lado de su escritorio. Pone los ojos en blanco.
—¿Puedo ayudarle en algo señor? —pregunta, rogando en su interior este perdido y no que sea la visita programada.
Austin la observa de arriba hacia abajo, recorriendo su cuerpo sin pudor; Tez morena, ojos castaños, rasgos latinos y delgada. Hermosa. Tenía el tipo de complexión, acostumbraba a ver en las mujeres con las cuales se enredaba. Contrario a la afrodita detrás de esa puerta.

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Al borde del precipicio
RomanceAustin: Simpático. Aventurero. Sensual. Atrevido. Mireia: Directa. Real. Indiferente. Organizada. Ambos de personalidades tan diferentes pero a la misma vez tan atrayentes, como el mismo sol junto a la luna formando el crepúsculo. Ella era todo lo...