XXIX

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A la mañana siguiente Mireia abre un ojo y luego el otro, desconcertada. No recordaba con exactitud donde estaba. El cuerpo lo sentía entumecido y con una gran pesadez.

Se movió un poco, pero no pudo terminar de llevar acabo su acción, algo se lo impidió. Ladeo el rostro deprisa, nerviosa. Se dio de bruces con él..., Austin. Sus ojos la observaban con aquel brillo que a ella tanto la hacia suspirar, desear no dejar de mirarlos nunca, menos vivir en un mundo en donde ya ellos no estuvieran; Además se mostraba totalmente despabilado. Era muy notorio llevaba un buen rato despierto.

Recostó la cabeza en la almohada, recordando todo. Sus mejillas se sonrojaron a consecuencia.

Habían llegado al apartamento pasada la media noche. Todo se encontraba en penumbras, dando una apariencia tenebrosa. Aguardo fuera del apartamento, hasta que el hombre extendió una mano hasta algún interruptor y el espacio quedo totalmente iluminado ante ella.

Una vez avanzo sus ojos captaron cada recóndito lugar de aquel espacio, inspeccionándolo todo. Eso era algo que a lo largo de los años había tenido que aprender, después de una gran lección aprendió analizar todo su alrededor antes de confiarse, y aun así no se fiaba de nada.

Todo el espacio lugar le pareció bonito, cómodo. Las paredes estaban pintadas de color gris en su mayoría, algunas pocas en blanco, haciendo juego con elegancia. De frente a la entrada te recibía una espaciosa sala, con un ventanal que da del techo al piso, cubierto por cortinas de iguales colores a las paredes, entre abiertas. Delante de los sofás de color marrón, en forma de L se ubica un enorme televisor plasma. Al adentrarte totalmente notas un comedor casi en la otra punta del apartamento, y frente a este un isla en color blanco y detrás la cocina, en tonos combinados con el resto del lugar. Pequeños adornos se repartían en todo el espacio, haciéndolo ver elegante y atrayente a la vista. Le gusto, además le resulto muy similar a sus propios gustos. Se sintió cómoda de inmediato.

—Ven. —Le escucho decir, tendiéndole la mano. Ella la tomo y camino a su lado hasta la cocina.

—¿Vino o Brandy? —cuestiono, mostrando ambas botellas, alzándolas en su dirección.

—Brandy, por favor. —pidió, a decir verdad el vino lo tomaba pero no era su favorito. Además, iba a necesitar algo de alcohol en su sistema para no hacerse preguntas que luego la hagan darse vuelta y marcharse.

Austin le tendió la copa, observándola con ojos brillosos y mirada férrea. Mireia era esa mujer había empezado a querer a pazos agigantados. Sin poder cuestionarse solo se abrió pasos en su mente y ahora en su alma. Esa noche tras ver como esos buitres la perseguían como carnada, no pensaba aguarse mucho más ese sentimiento para si mismo.

Mireia bebió de su copa, saboreando el sabor amargo deslizándose por la garganta. El ambiente se había empezado a sentir pesado.

—¿Te gustaría comer algo? —pregunto de pronto, observándola con aquellos iris grises que tanto le gustaban, que tanto la hacían sentir. Mireia asintió en respuesta, pasando la lengua por entre sus labios, quitando el resto de Brandy de ellos. Escucho como el hombre se limpio la garganta. Ella sonrió coqueta.  —, ¿Pizza? —dijo, con voz baja y rasposa. Ella volvió a asentir, tomando una vez mas del licor.

Esa noche, junto a él, allí en su cocina, se sentía sensual, como si hubiera vuelto hacer esa joven de quince años otra vez.

Mireia lo veía mientras tomaba el celular y marcaba en el. Èl acariciaba su cabello entretanto hablaba con la otra persona detrás de la línea, parecía nervioso. Acordaron una pizza de jamón y queso. La joven tomaba de su bebida, mirándolo, cuando el moreno terminó con la llamada. Se acercó de prisa, le quitó la copa de la mano, dejándola sobre la isla y la hizo parar, impactando la espalda de la mujer con el mármol de la isla, tomando sus labios con deseos y pasión férrea. Mireia respondía sus besos deseosa de mucho más.

Al borde del precipicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora