La puerta del despacho se abrió de pronto, ocasionando un fuerte estruendo al impactar contra la pared. Mireia se dio vuelta, sorprendida a la vez que asustada, las manos le sudaron por los nervios nervios que la embargaron y el corazón le empezó a martillar de prisa, a consecuencia del fuerte sonido. La cabeza le daba mil vueltas, pensando lo peor.Entonces lo vio, allí, parado debajo del umbral de la puerta, con las manos formando puños a cada lado del cuerpo, lanzando dagas con la mirada. Ella intentó limpiarse el rostro bañado en lagrimas, no lo consiguió pues estas seguían brotando como las aguas de las cataratas del Niágara.
El hombre camino hacia ella, deteniéndose a menos de dos metros de distancia de la figura de la joven. Las pupilas engrandecidas le hacían ocultar el hermoso iris gris de sus ojos, el ceño se le fruncía a medida que avanzaban los segundos en aquella oficina con pesado silencio instalado y el rostro mostraba incomodidad..., enojo. A Mireia le importo muy poco, se sentía como si estuviera al borde de un precipicio y estuviera próxima a caer de el, la sola situación la tenia en un mar de dolor y con los nervios de punta.
—¡Por qué demonios siempre tienes que salir huyendo?! —medio exclamo entre dientes, para luego apretar los labios volviéndolos pálidos. Mireia se dio vuelta, perdiendo la vista en el ventanal una vez más, sin ser capaz de poder mirarlo a los ojos sin poder sentir que moriría al saber que nunca seria para ella. Quería que se fuera ¿A caso era su intención seguir martirizándola con su presencia? ¿No era suficiente el haberlo perdido o peor, el ser consciente que nunca lo tuvo? Se sentía derrotada, consumida como las llamas después de un fuerte fuego. Y por mucho que quisiera sentirse enojada no lo conseguía, la decepción que la embargaba por el mucho mayor.
—Vete Austin..., vete con tu novia que de seguro te espera contando cada segundo que pasas lejos de ella. —murmuro, con los brazos cruzados, las lagrimas seguían bajando por más que tratara de retenerlas y el corazón tronaba contra sus oídos dejando un ruido ensordecedor en ellos por la necesidad asfixiante de no poder sentirlo cerca, contra su cuerpo, llenándola de su esencia.
El hombre la tomo por el brazo dándole vuelta, haciendo que lo mire, enojado. No iba a permitirle que siguiera tratando de ignorarlo.
Con una mierda, con Mireia las cosas siempre se complicaban, incluso si tratabas de solucionarlas se enredaban mas. —se lamento el moreno en sus adentros. Sin embargo, esa vez seria todo lo contrario, aclararan las cosas de una vez por todas. Era hora de terminar con ese laberinto de enredos que ambos tenían, debían tirar las cartas sobre la mesa y leer su futuro —si es que tenían uno—juntos.
Mireia era la mujer de su vida. A lo mejor sonaba muy cliché, e incluso un poco tonto, pero ella fue la única mujer que en sus treinta y un años le hizo desear ir más allá que solo un enredo de sabanas, ella le hizo latir el corazón con fuerzas como ninguna otra, le hizo desear querer recorrer el mundo de su mano, desear poder besarla en la noche y al despertar también, e, le hizo imaginarla caminando hacia el altar, mientras él la esperaba en la cima de la capilla, sonriendo como idiota por verla vestida de blanco, con esa sonrisa única..., hermosa que tan pocas veces ella a mostrado.
Con una mierda, deseaba hacerla su mujer en todos los sentidos y daría la batalla para hacerlo. Ella no iba hacer de nadie mas. Se sintió colérico y enfermo de solo imaginarla al lado de otro hombre, caminando de la mano, besándolo y permitiendo que le haga el amor como tantas veces él se lo hizo. Pudo sentir como la sangre corría con rapidez y furia por sus venas de solo pensarlo.
—¡Maldición! ¡Siempre huyes! ¡Nunca me escuchas! —exclamo, elevando las manos hasta su cabello y jalándolo, exasperado con la situación. Mireia guardo silencio mientras desviaba la mirada al suelo. Se sentía pequeña a su lado, y el ser consciente de sus sentimientos hacia él la herían.

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Al borde del precipicio
RomanceAustin: Simpático. Aventurero. Sensual. Atrevido. Mireia: Directa. Real. Indiferente. Organizada. Ambos de personalidades tan diferentes pero a la misma vez tan atrayentes, como el mismo sol junto a la luna formando el crepúsculo. Ella era todo lo...